Chet Baker - Like Someone In Love

sábado, 9 de julio de 2016

El muchacho saltarín - Geoffrey Hill - Gran Bretaña


1.
He aquí el muchacho saltarín, el muchacho
que salta mientras hablo.

Está a sus anchas en el camino real,
a oídos de la casa alta, su ciego
alero, los árboles; conozco este lugar.

La senda, en gruesas líneas fuera del campo de visión,
se acaba en cualquier parte pero no en Lyonnesse,
aunque es de Lyonnesse de donde he de traerte,

por huertos tenebrosos, a través de las lomas
de tojo de la antigua tierra comunal
devuelta en todas partes al futuro de la memoria.

2.
Brinca porque siente una seria
alegría al brincar. Los ojos de la chica

tienen vedado el paso, o bien ella
está a un paso, a cubierto, y nosotros,
sin saber cómo, debemos saberlo.

Apuesto que idolatra su cabeza plebeya
de balín, sus aladas zapatillas de lona
de nuevo Hermes, su abollado casco de juguete

sujeto con elásticos. Está ganando
una guerra justa y trascendental
contra la gravedad.

3.
Tal vez sea un caso de levitación. Yo
podría hacerlo. Dar a su nuevo cuerpo
mi remembranza. Tales incidentes ocurren.

4.
Sigue saltando, saltarín; el muchacho que fui
grita vamos.
De Without Title, 2006
Traducción de Jordi Doce

El pasado 30 de junio fallecía de forma repentina en su casa de Cambridge el poeta Geoffrey Hill, considerado por muchos críticos —entre ellos Harold Bloom o George Steiner— como la figura central de la poesía británica de posguerra. Su muerte es algo así como el final de una era: con ella se apaga definitivamente la constelación de grandes nombres —Philip Larkin, Ted Hughes o Charles Tomlinson— que dominó la poesía de las islas durante medio siglo, renovando el curso de la tradición nativa sin descuidar las vetas más apreciables de la vanguardia.

Hill ocupó desde muy pronto un lugar aparte por la severidad y el rigor formal de su propuesta. Desde la publicación en 1959 de su primer libro, For the Unfallen, fue saludado como un talento indiscutible: la intensidad barroca de su escritura era un modelo de precisión y energía capaz de resolverse a cada instante en versos memorables, y a la vez de crear conjuntos mayores que la suma de sus partes, pegados al matiz, la imagen luminosa y esa forma de meditación pública que es el soliloquio. Él mismo definió la poesía como "un triste y colérico consuelo" [...]

Hombre de amplias y singulares lecturas, sus maestros literarios fueron Milton y los metafísicos ingleses, la poesía barroca española —que leyó con sabiduría: su versión del soneto "Qué tengo yo, que mi amistad procuras", de Lope de Vega, incluida en Tenebrae (1978), es sencillamente un prodigio— y luego, dando un salto en el tiempo, el esteticismo puritano de John Ruskin y Gerald Manley Hopkins. La influencia del romanticismo le llegó tarde, pero informa algunos poemas breves de senectud donde la visión de la naturaleza es siempre correlato de un malestar moral (solo Hill es capaz de mirar un paisaje y persuadirnos de que duele). Aunque tiene puntos de contacto con el Eliot de Cuatro cuartetos, su estilo es mucho más denso y alusivo.

Hill fue célebre durante años por la parquedad de su obra. Pero el tratamiento a base de litio con que combatió su depresión crónica a comienzos de la década de los noventa lo convirtió en un poeta de inmensa productividad. El viejo laconismo dio paso a una escritura locuaz, traviesa y erudita que todo lo convierte en materia de canto y de cuento. Entre sus libros destacan King Log (1968), Mercian Hymns (1971), Canaan (1997), The Triumph of Love (1999), Speech! Speech! (2000), Without Title (2006) o A Treatise of Civil Power (2007). En España el Taller de Traducción Literaria de la Universidad de la Laguna editó en 2003 una breve muestra de sus primeros dos libros con el título de Veintisiete poemas, a la que siguió en 2006 una edición bilingüe de Himnos de Mercia (DVD Ediciones). JORDI DOCE

5 comentarios:

carlos perrotti dijo...

Difusa nostalgia del poeta, el tiempo se difumina y se entremezclan su memoria y su mirada.

Me encantó.

Juan Nadie dijo...

Nostalgia de la niñez.

Particularmente, otro poeta que desconocía, a pesar de ser un muy importante poeta. Definitivamente, lo que desconozco no cabe en este blog, pero intentaré hacerle sitio.

Juan Nadie dijo...

El muchacho que salta...
"ganando
una guerra justa y trascendental
contra la gravedad."
Genial.

marian dijo...

Un poeta pintando:

La senda, en gruesas líneas fuera del campo de visión,
se acaba en cualquier parte pero no en Lyonnesse,
aunque es de Lyonnesse de donde he de traerte,
por huertos tenebrosos, a través de las lomas
de tojo de la antigua tierra comunal
devuelta en todas partes al futuro de la memoria.

(Cada uno se lo lleva a su terreno:)

Juan Nadie dijo...

La física y la pintura... Humm!
La poesía!