Chet Baker - Like Someone In Love

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jueves, 22 de marzo de 2018

Fragmento de Paraísos artificiales - Charles Baudelaire - Francia


VIII. Visiones de Oxford

1. El palimpsesto

¿Qué es el cerebro humano sino un palimpsesto inmenso y natural? Mi cerebro es un palimpsesto y el tuyo también, lector. Innumerables capas de ideas, de imágenes, de sentimientos, han caído sucesivamente en tu cerebro tan suavemente como la luz. Parecía que cada una de ellas enterraba a la precedente. Pero ninguna ha perecido en realidad. No obstante, entre el palimpsesto que contiene, superpuestas una sobre otra, una tragedia griega, una leyenda monacal y una novela de caballería, y el palimpsesto divino creado por Dios que es nuestra memoria inconmensurable se presenta esta diferencia: que en el primero hay como un caos fantástico, grotesco, una colisión entre dos elementos heterogéneos; en tanto que en el segundo la fatalidad del temperamento pone forzosamente una armonía entre los elementos más dispares. Por incoherente que sea una existencia, la unidad humana no se perturba en ella. Si se los pudiera despertar simultáneamente, todos los ecos de la memoria formarían un concierto, agradable o doloroso, pero lógico y sin disonancias. 

Con frecuencia personas sorprendidas por un accidente súbito, sofocadas bruscamente por el agua y en peligro de muerte, han visto que se iluminaba en su cerebro todo el teatro de su vida pasada. El tiempo ha quedado aniquilado y han bastado unos segundos para contener una cantidad de sentimientos y de imágenes equivalente a años. Y lo más singular de esta experiencia, que la casualidad ha provocado muchas veces, no es la simultaneidad de tantos elementos que eran anteriormente sucesivos, sino la reaparición de todo aquello que no conocía ya el ser mismo, pero que se ve forzado a reconocer como propio. El olvido es, por lo tanto, solamente momentáneo; y en algunas circunstancias solemnes, tal vez ante la muerte, y en general en las excitaciones intensas creadas por el opio, todo el inmenso y complicado palimpsesto de la memoria se despliega de golpe, con todas sus capas superpuestas de sentimientos difuntos, misteriosamente embalsamados en lo que llamamos el olvido. 

Un hombre de genio, melancólico, misántropo y que quiere vengarse de la injusticia de su siglo, arroja un día al fuego todas sus obras todavía manuscritas. Y como le reprocharon ese horrible holocausto hecho al odio, el que, por otra parte, era el sacrificio de todas sus esperanzas, respondió: "¿Qué importa? Lo importante era que esas cosas fuesen creadas; fueron creadas y, por lo tanto, existen". Otorgaba a todo lo creado un carácter indestructible. ¡Cómo se aplica esta idea de un modo todavía más evidente a todos nuestros pensamientos y a todas nuestras acciones, sean buenos o malos! Y si en esta creencia hay algo que consuela infinitamente cuando nuestro espíritu se vuelve hacia esa parte de nosotros mismos que podemos contemplar con complacencia, ¿no hay también algo infinitamente terrible en el caso futuro, inevitable, en que nuestro espíritu se vuelva hacia esa parte de nosotros mismos que sólo podemos afrontar horrorizados? En lo espiritual, como en lo material, nada se pierde. Así como toda acción lanzada en el torbellino de la acción universal es irrevocable e irreparable en sí misma, prescindiendo de sus posibles consecuencias, así también todo pensamiento es imborrable. El palimpsesto de la memoria es indestructible.

Sí, lector, son innumerables los poemas de alegría o de pena que se han grabado sucesivamente en el palimpsesto de tu cerebro, y como las hojas de las selvas vírgenes, como las nieves indisolubles del Himalaya, como la luz que cae sobre la luz, sus capas incesantes se han ido acumulando y a cada una, a su turno, la ha cubierto el olvido. Pero a la hora de la muerte, o bien durante la fiebre, o mediante las búsquedas del opio, todos esos poemas pueden cobrar de nuevo vida y fuerza. No están muertos, dormitan. Se cree que la tragedia griega fue desechada y reemplazada por la leyenda del monje, y la leyenda del monje por la novela de caballería, pero eso no es cierto. A medida que el ser humano va avanzando en la vida, la novela que en su juventud le deslumbraba, la leyenda fabulosa que de niño le seducía, se marchitan y oscurecen por sí solas. Pero las profundas tragedias de la infancia —brazos de niños arrancados para siempre del cuello de sus madres, labios de niños separados para siempre de los besos de sus hermanas— siguen viviendo ocultas bajo las otras leyendas del palimpsesto. La pasión y la enfermedad carecen de una química lo suficientemente poderosa para quemar esas impresiones inmortales.
Traducción de Luis Echávarri

jueves, 8 de marzo de 2018

El crepúsculo vespertino (dos visiones diferentes de un mismo poeta) - Charles Baudelaire - Francia


El crepúsculo vespertino

Muere el día. Una profunda paz se hace en los pobres espíritus fatigados por el trabajo de la jornada y sus pensamientos toman ahora los colores suaves e indecisos del crepúsculo.

Sin embargo, desde lo alto de la montaña llega hasta mi balcón, a través de las nubes transparentes de la tarde un intenso aullido, constituido por multitud de gritos discordantes, que el espacio transforma en lúgubre armonía, como la de la marea que sube o la tempestad que se desencadena.

¿Quiénes son los desdichados a los que el crepúsculo no calma y que, como los búhos, interpretan la llegada de la noche como una señal de aquelarre? Este siniestro ulular nos llega del negro hospicio encaramado en la montaña y, al atardecer, fumando y contemplando el descanso del inmenso valle erizado de casas cada una de cuyas ventanas dice: "¡Aquí está la paz ahora; ésta es la alegría familiar!", puedo, cuando el viento sopla de allá arriba, mecer mi pensamiento atónito por esta imitación de las armonías del infierno.

El crepúsculo incita a los locos. Recuerdo a dos amigos que se enfermaban realmente con el crepúsculo. Uno reaccionaba ignorando las relaciones de amistad y cortesía y maltrataba, como un salvaje, al primero que llegase. Le he visto arrojar a la cabeza de un camarero un pollo excelente, en el cual quiso ver no sé qué insultante jeroglífico. El anochecer, preludio de las voluptuosidades profundas, le echaba a perder las cosas más suculentas.

El otro, un ambicioso frustrado, a medida que el día declinaba, se iba volviendo más agrio, más sombrío, más mordaz. Indulgente e incluso sociable durante el día, era implacable de noche y ejercía su manía crepuscular no sólo sobre los demás, sino también sobre sí mismo.

El primero murió loco, incapaz de reconocer a su mujer ni a su hijo; el segundo está poseído de la inquietud de una enfermedad crónica y aunque se le gratificara con todos los honores que puedan conceder las repúblicas y los príncipes, creo que el crepúsculo encendería aún en él el ardiente deseo de distinciones imaginarias.

La noche, que introducía tinieblas en su espíritu, ilumina el mío y, aunque no sea raro ver que la misma causa engendra dos efectos contrarios, ese hecho me sigue intrigando y alarmando.

¡Oh noche! ¡Oh refrescantes tinieblas! Sois para mí la señal de una fiesta interior, sois la liberación de una angustia. En la soledad de las llanuras, en los laberintos pedregosos de una ciudad, vosotros, centelleo de estrellas, explosión de luces, sois los fuegos artificiales de la diosa Libertad.

¡Crepúsculo, qué dulce y tierno eres! Los rosados resplandores que aún se arrastran por el horizonte como la agonía del día bajo la opresión victoriosa de su noche, las luces de los candelabros que manchan de rojo opaco las últimas glorias del poniente, los pesados lienzos que una mano invisible saca de las profundidades del Oriente imitan todos los sentimientos complejos que luchan en el corazón del hombre en las horas solemnes de la vida.

Se diría también que, como bajo el negro presente se transparenta el delicioso pasado, en uno de esos extraños trajes de las bailarinas, una gasa transparente y oscura deja entrever, amortiguados, los esplendores de una falda resplandeciente, y las temblorosas estrellas de oro y plata que la salpican representan esos fuegos de la fantasía que sólo se encienden bien bajo el luto profundo de la Noche.

De Le Spleen de Paris - Petits poèmes en prose, 1862
Traducción de Jaime Uribe



El crepúsculo vespertino

He aquí la noche bruja, del criminal amiga;
Llega a paso de lobo, como un cómplice; el cielo
Se cierra lentamente tal una inmensa alcoba
Tornando en alimaña al hombre sin sosiego.

Oh noche, noche amable, deseada por aquellos
Cuyos brazos, sin trampa, pueden decir: ¡El día
Ha sido laborioso! —La noche es quien alivia
Las almas consumidas por el dolor sin tregua:
Al obstinado sabio cuya frente se nubla
Y al obrero agotado que a su lecho retorna.

Los malsanos demonios, mientras, en esa atmósfera
Se desperezan torpes, como hombres de negocios,
Golpeando en su vuelo aleros y postigos
A través de las luces que bambolea el viento.
De pronto, en las aceras, se abre el amor venal,
Y alzando sus compuertas tal inmenso hormiguero,
Sin esfuerzo se labra un oculto camino
Igual al enemigo que prepara un asalto;
Retuércese en el seno de la ciudad de fango
Cual larva que robara al hombre su alimento.
Se oyen aquí y allá silbar a las cocinas,
Los gritos del teatro, acordes orquestales,
Los verdosos tapetes donde el juego gobierna
Se pueblan de rameras y estafadores cómplices
Y los cacos, que no saben de días feriados,
También ellos, comienzan su nocturno trabajo
Forzando suavemente las puertas y las cajas
Y viven cierto tiempo y visten a sus bellas.

Recógete, alma mía, en tan grave momento
Y permanece sorda a ese inmenso tumulto.
Es la hora en que todos los enfermos se agravan.
La Noche los aferra por la garganta; acaban
Su destino y se hunden en el común abismo;
El hospital se llena de suspiros. Más de uno
No irá a buscar jamás la suculenta sopa
Junto al fuego, a la noche, cerca del ser querido.

Más aún, la mayoría no ha conocido nunca
El calor del hogar ni han vivido siquiera.
De Las flores del mal, 1857
Traducción de Antonio Martínez Sarrión

miércoles, 15 de junio de 2016

Los gatos// The Naming Of Cats - T. S. Eliot - Estados Unidos-Gran Bretaña / Les Chats - Charles Baudelaire - Francia / Los gatos de Caltojar - Gerardo Diego - España / A un gato - Jorge Luis Borges - Argentina / Gatos, Gatos y gatos - Rafael Alberti - España / Gatos - Ida Vitale - Uruguay / El gato de mi casa - Eliseo Diego - Cuba / Gato - Víctor Botas - España


The Naming Of Cats

The Naming of Cats is a difficult matter,
It isn't just one of your holiday games;
You may think at first I'm as mad as a hatter
When I tell you, a cat must have THREE DIFFERENT NAMES.
First of all, there's the name that the family use daily,
Such as Peter, Augustus, Alonzo or James,
Such as Victor or Jonathan, George or Bill Bailey
All of them sensible everyday names.
There are fancier names if you think they sound sweeter,
Some for the gentlemen, some for the dames:
Such as Plato, Admetus, Electra, Demeter--
But all of them sensible everyday names.
But I tell you, a cat needs a name that's particular,
A name that's peculiar, and more dignified,
Else how can he keep up his tail perpendicular,
Or spread out his whiskers, or cherish his pride?
Of names of this kind, I can give you a quorum,
Such as Munkustrap, Quaxo, or Coricopat,
Such as Bombalurina, or else Jellylorum
Names that never belong to more than one cat.
But above and beyond there's still one name left over,
And that is the name that you never will guess;
The name that no human research can discover
But THE CAT HIMSELF KNOWS, and will never confess.
When you notice a cat in profound meditation,
The reason, I tell you, is always the same:
His mind is engaged in a rapt contemplation
Of the thought, of the thought, of the thought of his name:
His ineffable effable
Effanineffable
Deep and inscrutable singular Name.


Cómo llamar a un gato

Ponerle nombre a un gato es harto complicado,
desde luego no es un juego para los muy simplones.
Pueden pensar ustedes que estoy algo chiflado
cuando digo que al menos ha de tener TRES NOMBRES.
Lo primero es el nombre que le damos a diario;
como Pedro, Alonso, Augusto o Don Bigote;
Como Víctor o Jorge o el simpático Paco.
Todos ellos son nombres bastante razonables.
Los hay más bonitos y que suenan mejor
para las damas y los caballeros,
como Admetus, Electra, Démeter, o Platón,
pero todos son nombres demasiado discretos.
Y un gato ha de tener uno más especial,
que sea peculiar, algo más digno.
¿Cómo, si no, va a alzar su rabo vertical
o atusar sus bigotes y mantenerse altivo?
De nombres de este tipo os puedo dar un quórum
como son Mankostrop, Quoricopat o Qaxo,
también Bamboliurina o, si no, Yellylorum,
son nombres que jamás compartirán dos gatos.
Pero a pesar de todo, nos queda un nombre más,
y ése es el que tú nunca podrás adivinar,
el nombre que los hombres jamás encontrarán.
Que SÓLO EL GATO LO SABE y no confesará.
Si un gato ves en meditación,
el motivo nunca te asombre.
Su mente está en contemplación
de la Idea Una de su nombre.
Su inefable, efable,
efainefable,
único, oscuro, inescrutable Nombre.
De El libro de los gatos habilidosos del Viejo Possum, 1939
Traducción de R. Ortiz
T. S. Eliot

The Naming Of Cats en la voz de T. S. Eliot


Les Chats

Les amoureux fervents et les savants austères
Aiment également, dans leur mûre saison,
Les chats puissants et doux, orgueil de la maison,
Qui comme eux sont frileux et comme eux sédentaires.

Amis de la science et de la volupté
Ils cherchent le silence et l'horreur des ténèbres;
L'Erèbe les eût pris pour ses coursiers funèbres,
S'ils pouvaient au servage incliner leur fierté.

Ils prennent en songeant les nobles attitudes
Des grands sphinx allongés au fond des solitudes,
Qui semblent s'endormir dans un rêve sans fin;

Leurs reins féconds sont pleins d'étincelles magiques,
Et des parcelles d'or, ainsi qu'un sable fin,
Etoilent vaguement leurs prunelles mystiques.


Los gatos

Los fervientes amorosos y los austeros sabios
Aman igualmente, en su estación madura,
A los gatos fuertes y dulces, orgullo de la casa,
Que como ellos son friolentos y sedentarios.

Amigos de la ciencia y la voluptuosidad,
Buscan el silencio y el horror de las tinieblas;
El Erebo los habría tomado por sus corceles fúnebres,
Si pudieran doblegar al siervo su ferocidad.

Ellos sueñan y adoptan las nobles actitudes
De grandes esfinges alargadas en el fondo de las soledades,
y parecen dormir dentro de un sueño sin fin;

Sus reinos fecundos están llenos de chispas mágicas
Y de parcelas doradas, como una arena fina,
Que destellan vagamente en sus pupilas místicas.
Versión de Antonio Cajero


Los gatos de Caltojar

Uno de Abril. Rasga el coche
el silencio matinal
y al susto espabilan ágiles
los gatos de Caltojar.

Se escurre uno en la gatera
trepa otro hasta el desván,
aquél por el quicio huye
como culebra rampal
y al de más allá le traga
vainica de palomar.
Zapaquilda borda un mutis
de comedia y paso atrás.
Las alcándaras vacías,
desiertos corral, zaguán,
dueños y señores reinan
los gatos de Caltojar.

He visto un berrendo en negro
otro de capa pardal,
uno blanco preciosísimo
y otro rubio barrabás,
y aquel que raya la calle
como una estrella fugaz
me recordó el puma insigne
del zoo de Tucumán.

La gatomaquia completa,
la gatoerótica audaz,
gime, maúlla, se frota
con chispas de fluido aural
y se persigue y enlaza
en palenque de danzar.

Los héctores, las andrómacas,
los aquiles de arrabal,
prueban garfios de uñas
sus ilíadas mientras van
aqueos de escaramuza
a esconderse en el palmar
de una sola palma idílica
-anacronismo integral-
esa que fuera del tiempo
San Baudelio hace ondear.

Que bien que duermen al sol,
bailan chacona a compás,
fantomáticos se enlunan
los gatos de Caltojar.
De Soria sucedida, 1977


A un gato

No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.

Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.

Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad, que ya es olvido,

el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.

Gatos, gatos y gatos

Gatos, gatos y más gatos
me cercaron la alcoba en que dormía.
Pero gato que entraba no salía,
muerto en las trampas de mis diez zapatos.

Cometí al fin tantos asesinatos,
que en toda Roma ningún gato había,
mas la rata implantó su monarquía,
sometiendo al ratón a sus mandatos.

Y así hallé tal castigo, que no duermo,
helado, inmóvil, solo, mudo, enfermo,
viendo agujerearse los rincones.

Condenado a morir viviendo a gatas,       
en la noche comido por las ratas
y en el amanecer por los ratones.
De Roma, peligro para caminantes


Gatos

Como tras los mullidos ves tres gatos
a su trisagio erótico ceñidos,
saltar por los tejados, aguerridos
como otros d'Artagnan, Porthos y Athos,

pasas a depender, no de insensatos
pensamientos ajenos repetidos
ni de tu larga deuda de descuidos
sino del paso de estos gatos gratos.

El primero te quita de lo humano
sin llevarte por eso a lo divino;
el segundo te anima la sonrisa;

con el tercero, piensas, de la mano,
más cabal, de la cola del felino:
¿a qué, no siendo humanos, tanta prisa?
De Reducción del infinito, 2002


El gato de mi casa

Bendito el gato de mi casa
porque no hay otro Paraíso para él
ni más Eternidad
que el sitio al sol donde ahora duerme.

De modo que mi casa a salvo está
mientras él sueñe.
Eliseo Diego


Gato

Pavorosa inocencia la de éste
que junto a mí dormita. Nada sabe
de su breve pasado y su futuro
incierto en todo, salvo en una cosa:

también él morirá! Saca las uñas,
se pasea por casa, sigue atento
cuanto pueda moverse, y ahí termina
su actividad de augur. Tiene la panza

repleta y no le pide correr riesgos
para poder vivir. De tarde en tarde,
cuando se pone algo melancólico,

traza curiosos signos que no siempre
consigue descifrar. Entonces, pobre,
para animarle un poco, ronroneo.
Víctor Botas


Hay además en este blog otros poemas de Pablo Neruda y Carlos Barral sobre gatos.

domingo, 14 de febrero de 2016

Compara su amada a la aurora - Torquato Tasso - Italia / Sobre 'El Tasso en prisión' de Eugène Delacroix - Charles Baudelaire - Francia


Torquato Tasso, autor del poema épico sobre la Primera Cruzada Jerusalén liberada, representa como nadie al poeta melancólico y al límite de la cordura. Ignorado e incomprendido en su tiempo, ejerció sin embargo una gran influencia en la cultura de los siglos XVIII y XIX. Es autor de algunos de los más bellos poemas de amor de la Literatura.

Dice che quando si leva l'alba egli va cercando de la sua
                           signora Laura.

Quando l'alba si leva e si rimira
ne lo specchio de l'onde, allora l' sento
le verdi fronde mormorare al vento,
e cosi nel mio petto il cor sospira.

E l'aurora mia cerco; e s'ella gira
ver me le luci, mi può far contento;
e veggio i nodi che fuggir son lento,
da cui l'auro ora perde e men si mira.

Né innanzi al novo sol, tra fresche brine,
dimostra in ciel seren chioma sí vaga
la bella amica di Titon geloso,

come in candida fronte è il biondo crine;
ma non par ella mai schifa né vaga
per giovenetto amante o vecchio sposo.


Compara su amada a la aurora

Cuando sale la Aurora y su faz mira
en el espejo de las ondas, siento
las verdes hojas susurrar al viento;
como en mi pecho el corazón suspira.

También busco mi aurora; y si a mí gira
dulce mirada, muero de contento;
veo los nudos que en huir soy lento
y que hacen que ya el oro no se admira.

Mas al sol nuevo en el sereno cielo
no derrama madeja tan ardiente
la bella amiga de Titón celoso,

como el dorado rutilante pelo
que orna y corona la nevada frente
de la que hurtó a mi pecho su reposo.
Traducción de Clemente Althaus
Torquato Tasso

En 1579, Tasso, víctima de la demencia (llegó a acusarse a sí mismo de herejía), fue recluido en el Hospital de Santa Ana de Ferrara, donde permaneció siete años. Allí lo visitó Michel de Montaigne, que menciona esa visita en sus Essais.

Charles Baudelaire escribió este soneto sobre la estancia del poeta en la 'casa de locos', inspirándose en el cuadro de Delacroix que preside esta entrada:


Sur 'Le Tasse en prison' d'Eugène Delacroix

Le poëte au cachot, débraillé, maladif,
Roulant un manuscrit sous son pied convulsif,
Mesure d'un regard que la terreur enflamme
L'escalier de vertige où s'abîme son âme.

Les rires enivrants dont s'emplit la prison
Vers l'étrange et l'absurde invitent sa raison;
Le Doute l'environne, et la Peur ridicule,
Hideuse et multiforme, autour de lui circule.

Ce génie enfermé dans un taudis malsain,
Ces grimaces, ces cris, ces spectres dont l'essaim
Tourbillonne, ameuté derrière son oreille,

Ce rêveur que l'horreur de son logis réveille,
Voilà bien ton emblême, Ame aux songes obscurs,
Que le Réel étouffe entre ses quatre murs!


Sobre 'El Tasso en prisión' de Eugène Delacroix

En su celda, el poeta, harapiento y enfermo,
Teniendo un manuscrito bajo su pie convulso,
Contempla con mirada inundada de pánico
La escalera de vértigo donde su alma se abisma.

Las risas enervantes que pueblan la prisión,
Arrastran su razón a lo absurdo y lo extraño;
La Duda lo rodea y el ridículo Miedo,
Odioso y multiforme, circula en torno de él.

Este genio encerrado en un antro malsano,
Esas muecas y gritos, espectros cuyo enjambre
Amotinado gira detrás de sus oídos,

El soñador a quien el horror despertara,
Tal es tu emblema, Alma de tenebrosos sueños,
Que ahoga la Realidad entre sus cuatro muros.
De Los despojos
Traducción de Antonio Martínez Sarrión
Charles Baudelaire

También el compositor Franz Liszt se interesó por Torquato Tasso y le dedicó el segundo de sus Poemas Sinfónicos, titulado Lamento y triunfo de Tasso, inspirándose en los retratos literarios que del poeta hicieran Goethe (Torquato Tasso) y Lord Byron (El lamento de Tasso). Parece ser que todo el poema sinfónico se basa en una única melodía que Liszt le escuchó a un gondolero cuando se encontraba en Venecia hacia 1830.

Tasso, Lamento e Trionfo - Franz Liszt 
Orquesta Filarmónica Nacional de Hungría

sábado, 4 de junio de 2011

Poesía del vino/12 - El alma del vino - Charles Baudelaire - Francia

Charles Baudelaire - Gustave Courbet
Una noche, el alma del vino cantaba en las botellas:
"¡Hombre, hacia ti lanzo, oh querido desheredado,
bajo mi prisión de cristal y mis lacres bermejos,
un canto de luz y de fraternidad!

Sé cómo es necesario, en la colina en llamas,
penar, sudar y un sol abrasador
para engendrar mi vida y darme un alma;
mas no seré yo ingrato ni malvado,

pues siento un gozo inmenso cuando caigo
en la garganta de un hombre rendido por su labor,
y su cálido pecho es una dulce tumba
que me complace más que mis frías bodegas.

¿Oyes tú resonar los cantos domingueros
y la esperanza que gorjea en mi pecho palpitante?
De codos en la mesa, y con las mangas dobladas,
me glorificarás y tú estarás contento;

Yo encenderé los ojos de tu encantada esposa,
devolveré a tu hijo su fuerza y sus colores
y seré para ese frágil atleta de la vida,
el aceite que endurece los músculos de los luchadores.

¡En ti caeré, vegetal ambrosía,
grano precioso echado por el Sembrador eterno,
para que de nuestro amor nazca la poesía
que se alzará hacia Dios como una rara flor!"
Versión de Enrique López Castellón

Las flores del mal, que incluye este poema, pasa por ser una de las fuentes de la poesía contemporánea. Paradigma de la "poesía maldita", esta obra fue condenada en su tiempo "por ultraje a la moral pública y a las buenas costumbres". Qué cosas...

jueves, 30 de julio de 2009

El reloj - Charles Baudelaire - Francia

Antoni Tápies
Los chinos ven la hora en los ojos de los gatos. Cierto día, un misionero que se paseaba por un arrabal de Nankin advirtió que se le había olvidado el reloj, y le preguntó a un chiquillo qué hora era.

El chicuelo del Celeste Imperio vaciló al pronto; luego, volviendo sobre sí, contestó: "Voy a decírselo." Pocos instantes después presentóse de nuevo, trayendo un gatazo, y mirándole, como suele decirse, a lo blanco de los ojos, afirmó, sin titubear: "Todavía no son las doce en punto." Y así era en verdad.

Yo, si me inclino hacia la hermosa felina, la bien nombrada, que es a un tiempo mismo honor de su sexo, orgullo de mi corazón y perfume de mi espíritu, ya sea de noche, ya de día, en luz o en sombra opaca, en el fondo de sus ojos adorables veo siempre con claridad la hora, siempre la misma, una hora vasta, solemne, grande como el espacio, sin división de minutos ni segundos, una hora inmóvil que no está marcada en los relojes, y es, sin embargo, leve como un suspiro, rápida como una ojeada.

Si algún importuno viniera a molestarme mientras la mirada mía reposa en tan deliciosa esfera; si algún genio malo e intolerante, si algún Demonio del contratiempo viniese a decirme: "¿Qué miras con tal cuidado? ¿Qué buscas en los ojos de esa criatura? ¿Ves en ellos la hora, mortal pródigo y holgazán?" Yo, sin vacilar, contestaría: "Sí; veo en ellos la hora. ¡Es la Eternidad!"

¿Verdad, señora, que éste es un madrigal ciertamente meritorio y tan enfático como vos misma? Por de contado, tanto placer tuve en bordar esta galantería presuntuosa, que nada, en cambio, he de pediros.

El enemigo - Charles Baudelatre - Francia


Mi juventud no fue sino un gran temporal
Atravesado, a rachas, por soles cegadores;
Hicieron tal destrozo los vientos y aguaceros
Que apenas, en mi huerto, queda un fruto en sazón.

He alcanzado el otoño total del pensamiento,
y es necesario ahora usar pala y rastrillo
Para poner a flote las anegadas tierras
Donde se abrieron huecos, inmensos como tumbas.

¿Quién sabe si los nuevos brotes en los que sueño,
Hallarán en mi suelo, yermo como una playa,
El místico alimento que les daría vigor?

-¡Oh dolor! ¡Oh dolor! Devora vida el Tiempo,
Y el oscuro enemigo que nos roe el corazón,
Crece y se fortifica con nuestra propia sangre.
Versión de Antonio Martínez Sarrión

lunes, 25 de febrero de 2008

El hombre y la mar - Charles Baudelaire - Francia

Baudelaire - Collage de Frédéric Vignale
Hombre libre, ¡tú siempre preferirás la mar!
Es tu espejo la mar; y contemplas tu alma
En el vaivén sin fin de su lámina inmensa,
y tu espíritu no es menos amargo abismo.
Y gozas sumergiéndote al fondo de tu imagen;
Tus miembros la acarician y hasta tu corazón
Se olvida por momentos de su propio rumor
Ante el hondo quejido indomable y salvaje.
Ambos sois tenebrosos a la vez que discretos:
Hombre, nadie ha explorado tus abisales fondos,
¡Oh mar, nadie conoce tus íntimas riquezas,
Tanto guardáis, celosos, vuestros propios secretos!
Y entre tanto han pasado innumerables siglos
Desde que os combatís sin tregua ni piedad,
Hasta tal punto amáis la muerte y la matanza
¡Oh eternos gladiadores, oh implacables hermanos!