Chet Baker - Like Someone In Love

martes, 29 de noviembre de 2016

Fragmentos de Illuminations - Arthur Rimbaud - Francia


Enfance

III

     Au bois il y a un oiseau, son chant vous arrête et vous fait rougir.
     Il y a une horloge qui ne sonne pas.
     Il y a une fondrière avec un nid de bêtes blanches.
     Il y a une cathédrale qui descend et un lac qui monte.
     Il y a une petite voiture abandonnée dans le taillis, ou qui descend le sentier en courant, enrubannée.
     Il y a une troupe de petits comédiens en costumes, aperçus sur la route à travers la lisière du bois.
     Il y a enfin, quand l'on a faim et soif, quelqu'un qui vous chasse.


IV

     Je suis le saint, en prière sur la terrasse,  comme les bêtes pacifiques paissent jusqu'à la mer de Palestine.
     Je suis le savant au fauteuil sombre. Les branches et la pluie se jettent à la croisée de la bibliothèque.
     Je suis le piéton de la grand'route par les bois nains ; la rumeur des écluses couvre mes pas. Je vois longtemps la mélancolique lessive d'or du couchant.
     Je serais bien l'enfant abandonné sur la jetée partie à la haute mer, le petit valet, suivant l'allée dont le front touche le ciel.
     Les sentiers sont âpres. Les monticules se couvrent de genêts. L'air est immobile. Que les oiseaux et les sources sont loin ! Ce ne peut être que la fin du monde, en avançant.

~~~~

Infancia

III

     En el bosque hay un pájaro, su canto os detiene y sonroja.
     Hay un reloj que no suena.
     Hay un hondonada con un nido de bestias blancas.
     Hay una catedral que desciende y un lago que sube.
     Hay un cochecito abandonado en el soto, o que desciende por el sendero corriendo, engalanado.
     Hay una compañía de pequeños cómicos disfrazados, que se adivinan en la carretera más allá de las lindes del bosque.
     Hay, en fin, cuando tenéis hambre y sed, alguien que os echa.


IV

     Soy el santo que reza en la terraza, al igual que los pacíficos animales pastan hasta el mar de Palestina.
     Soy el sabio en el sillón sombrío. Las ramas y la lluvia golpean la ventana de la biblioteca.
     Soy el viandante del camino real de los bosques menudos; el rumor de las esclusas cubre mis pasos. Veo durante mucho rato la melancólica colada dorada del poniente.
     Podría ser el niño abandonado en la escollera que partió para alta mar, el pequeño criado siguiendo la avenida, cuya frente toca el cielo.
     Los senderos son ásperos. Los montículos se cubren de retama. El aire está inmóvil. ¡Cuán lejos están los pájaros y las fuentes! Avanzando, sólo puede haber el fin del mundo.
Traducción de J. F. Vidal-Jover

domingo, 27 de noviembre de 2016

La muerte de un tirano (Obituario con hurra) - Mario Bendetti - Uruguay


A la muerte del dictador chileno Augusto Pinochet, la revista de literatura y arte 'Copa Rota' publicó en sus páginas este poema de Benedetti, que hizo que los pinochetistas irredentos asaltasen la revista y saqueasen sus instalaciones.
Tras la muerte de Ronald Reagan, circuló la especie de que el poema lo había escrito Benedetti para celebrar la desaparición del ex presidente de Estados Unidos. Benedetti hizo llegar a sus amigos el siguiente mensaje: 
El poema en cuestión, con el título de 'Obituario con hurras', lo escribí y publiqué en 1963, y aunque allí no se mencionaba el destinatario, en el fondo se refería a cierto crápula doméstico. O sea que tiene más de cuarenta años, y en esa época Reagan estaba vivito y coleando.

Sea como fuere, este poema es el que merece cualquier dictador pasado, presente o futuro, doméstico o no.


Vamos a festejarlo
Vengan todos
Los inocentes
Los damnificados
Los que gritan de noche
Los que sufren de día
Los que sufren el cuerpo
Los que alojan fantasmas
Los que pisan descalzos
Los que blasfeman y arden
Los pobres congelados
Los que quieren a alguien
Los que nunca se olvidan

vamos a festejarlo
vengan todos
el crápula se ha muerto
se acabó el alma negra
el ladrón
el cochino
se acabó para siempre
hurra
que vengan todos
vamos a festejarlo
a no decir
la muerte
siempre lo borra todo
todo lo purifica

cualquier día
la muerte
no borra nada
quedan
siempre las cicatrices

hurra
murió el cretino
vamos a festejarlo
a no llorar de vicio
que lloren sus iguales
y se traguen sus lágrimas

se acabó el monstruo prócer
se acabó para siempre
vamos a festejarlo
a no ponernos tibios
a no creer que éste
es un muerto cualquiera

vamos a festejarlo
a no volvernos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto cualquiera

vamos a festejarlo
a no volvernos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto de mierda.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Fragmento de Árbol de Diana - Alejandra Pizarnik - Argentina


9
                                              A Aurora y Julio Cortázar
Estos huesos brillando en la noche,
estas palabras como piedras preciosas
en la garganta viva de un pájaro petrificado,
este verde muy amado,
este lila caliente,
este corazón sólo misterioso.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Fragmento del Canto 5 de Himnos a la noche - Novalis - Alemania


HIMNOS A LA NOCHE

5

Antaño un destino férreo imperaba con mudo albedrío sobre las tribus dispersas de los hombres. Negra y opresiva venda ceñía sus almas medrosas. - Interminable era la tierra - morada y patria de los dioses - Su misterioso edificio se erguía desde la eternidad. Sobre las rojas montañas de la aurora, en el seno sagrado del mar habitaba el sol, la viva luz que todo lo enciende. Un viejo gigante cargaba sobre sus espaldas este mundo dichoso. Encadenados bajo las montañas yacían los primeros hijos de la madre Tierra, impotentes en su rabia destructora contra la egregia raza de los dioses y sus parientes, los felices hombres. Las profundidades verdes y oscuras del mar eran el regazo de una diosa. En las cristalinas grutas retozaba un pueblo voluptuoso. Ríos, árboles, flores y animales tenían sentido humano. Más dulce sabía el vino escanciado por la Juventud en persona - un dios en los racimos de la vid - una diosa amante y maternal irguiéndose en las apretadas y doradas espigas - la embriaguez divina del amor era un dulce servicio en honor de la más bella de las diosas - fiesta perpetua, versicolor de los hijos del cielo y los habitantes de la tierra, la vida pasaba rumorosa como una primavera, desafiando los siglos. - Todas las razas, con infantil asombro, veneraban en las delicadas, multicambiantes llamas el valor supremo del mundo. Sólo un pensamiento, un pavoroso sueño

turbaba los placeres de la fiesta,
llenaba el alma de profundo espanto,
y el angustiado corazón humano
ya ni los dioses consolar podían.
Por ocultos senderos se acercaba
el monstruo y ni ofrendas ni plegarias
aplacaban su furia;
era la muerte - angustia, duelo y lágrimas -
que sorprendía a los felices hombres
en medio del festín.

Separado por siempre ya de todo
lo que deleita al alma en esta tierra,
de los seres amados que atrás quedan
y que anhelan en vano en largo duelo,
el muerto no era sino vaga sombra
de un sueño, combatiente
de impotente combate.
Y las olas del gozo se rompían
contra las rocas de un dolor sin fin.

Y los hombres quisieron
- noble sentido de almas valerosas -
embellecer el hórrido fantasma:
un tierno adolescente
deja extinguir su antorcha y se adormece;

dulce es el fin como el tañer de un arpa;
en la fresca corriente del Leteo
se disipa el recuerdo.
Así cantaban los poetas: triste
necesidad dictaba sus palabras;
pero la noche eterna, indescifrada,
símbolo grave de extranjera fuerza,
guardaba su secreto.

El mundo antiguo iba hacia su fin. Se agostaba el ameno vergel de la joven estirpe y los hombres, saliendo de la infancia, ansiaban un espacio despejado y más libre. Los dioses desaparecieron con su séquito - Quedó la naturaleza inerte y solitaria. El número árido y la estricta medida la ataron con férreas cadenas. Igual que en polvo y viento se deshizo en oscuras palabras1 la inmensurable exuberancia de la vida. Huyó la fe con sus conjuros, huyó su divina compañera, la imaginación que todo lo transforma y todo lo hermana. [...]
Traducción y nota de Américo Ferrari

1 en oscuras palabras: en la versión manuscrita in Begriffe ("en conceptos").

lunes, 21 de noviembre de 2016

Ciudad en mí (Santiago) - Miguel d'Ors - España


Ciudad extraña, hermosa y fea a un tiempo.
Rosalía de Castro, En las orillas del Sar,
Santa Escolástica, III, 1
Yo no pude elegir: abrí los ojos
y la vida era lluvia y noche y piedra, y sólo
el húmedo reflejo de un farol gemebundo;
yo no tuve la culpa si invadieron mis sueños
las campanadas grises, el musgo, los paraguas
litúrgicos, aquellas nubes pétreas;
yo no tengo la culpa si esa melancolía
fue mi patria nativa, la costumbre
de mis años silvestres; y tampoco si ahora
llevo conmigo, dentro, aquella lluvia y lluvia
y lluvia que ponía
-...martes, miércoles, jueves...- pensativas
las piedras de Santiago.
De Codex 3, 1981

sábado, 19 de noviembre de 2016

Desde la República de la Conciencia - Seamus Heaney - Irlanda


I

Cuando aterricé en la república de la conciencia
y los motores se callaron, era tal el silencio
que pude escuchar el canto de un pájaro por encima de la pista.
El funcionario de inmigración, un hombre viejo,
extrajo una billetera de su abrigo tejido a mano
para mostrarme una fotografía de mi abuelo.
La mujer de la aduana me hizo declarar
las palabras de nuestros tradicionales rezos
contra el mal de ojo y de nuestros remedios para la mudez.
No hubo ningún portero. Ningún intérprete. Ni un taxi.
Uno llevaba su propio bulto y muy pronto desaparecían
los síntomas del recién adquirido privilegio.

II

Allá la neblina es un agüero temido, mas los rayos
anuncian la bonanza universal y los padres, durante la                                                                                    [tempestad,
cuelgan a sus infantes en los árboles.
Su mineral precioso es la sal. Y ponen conchas marinas contra el                                                                                 [oído
a la hora de los nacimientos y de los entierros.
Todos los pigmentos y tintas tienen por base el agua del mar.
Su símbolo sagrado es una barca estilizada.
La vela es una oreja y una pluma inclinada, el mástil.
El casco tiene forma de boca, la quilla es un ojo abierto.
Al asumir sus cargos, los funcionarios públicos
deben jurar su defensa de la ley no escrita, llorar
de vergüenza por atreverse a ocupar sus puestos
y afirmar su convicción de que la vida nació
de sal en las lágrimas derramadas por el Dios-del-cielo
cuando soñó que su soledad era infinita.

III

Regresé de aquella república frugal
con los dos brazos de igual tamaño, pues la aduanera insistía
que uno mismo representa el límite de los recursos permitidos.
El viejo se levantó, me miró a la cara y declaró
que en eso consistía el reconocimiento oficial
de que ahora disfrutaba de la doble nacionalidad.
Quiso por lo tanto que yo, al llegar a casa,
me considerara un representante de ellos
y que, usando mi propia lengua, hablara en su nombre.
Tenían embajadas, dijo, en todas partes, pero que cada una                                                                                 [operaba
independiente
y ningún embajador sería retirado jamás.

jueves, 17 de noviembre de 2016

Literatura quechua/ 1 - Canción de ausencia - Anónimo - Perú


Estallar quiere mi seno henchido de amargo llanto
por ti, paloma.
Cuán doloroso había sido vivir errante,
lejos de ti.

Tus ojos bellos como el lucero de la mañana,
dan luz a todos.
Mas yo, entretanto, en los confines de oscura noche
vago perdido.

Todo está triste cuando amanece, todo está mustio
cuando anochece. Todo está en ruina.
Tanto de día como de noche una es mi angustia,
pues no te veo.

El sol asoma, se alza la luna,
me ven sufrir.
Dan luz a todos en su ventura,
pero no a mí.

No hay en el mundo mayor desdicha
que el amar mucho;
la muerte misma, para alejarse,
no basta entonces.

Dime paloma, ¿de qué está hecho
tu corazón?
Por más que fuera de dura roca, con tantas lágrimas
se ablandaría.
Traducción de Jesús Lara, 1945

martes, 15 de noviembre de 2016

Primeras soledades - Se piange, se ridi - Ángeles Mora - España


La poeta cordobesa Ángeles Mora acaba de ser galardonada con el Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Poesía por la obra Ficciones para una autobiografía. Enhorabuena.
El galardón lo concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte para distinguir la obra de un autor español escrita en cualquiera de las lenguas oficiales del estado y editada el año anterior. El jurado considera que Ficciones... es merecedora del galardón por su capacidad de expresar con gran vigor poético la articulación entre la verdad del sentimiento, doliente o luminoso, y el fingimiento de la voz lírica.
Ángeles Mora también obtuvo este año el Premio de la Crítica de Poesía en castellano que otorga la Asociación Española de Críticos Literarios.
Tiene otros premios: en 1989 se le concedió el Premio Rafael Alberti de Poesía por su libro La guerra de los treinta años; en 2000 ganó el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla por Contradicciones, pájaros; y en 2008 obtuvo un accésit en el Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma por Bajo la alfombra


Primeras soledades

Atardeceres rojos de otra edad,
Quemándome sin arder.
Ya no sabía qué decir, qué hacer.
Me pesaban las horas como lentos relojes
Que se llevara el sol en su caída.
Sabía
Que aquella luz rabiosa me llamaba desde lejos:
Algo tengo que ver con ese fuego
Que me enciende los ojos,
Mientras los árboles oscurecen
Como barcos perdidos,
Y las casas parecen blanquear un momento
Antes de convertirse en sombras, con la mía,
Recostadas en los picos de la sierra.
Lo quería entender.
Como quería saber quién era yo.
Cuántas veces le preguntaba al aire
Por sus promesas, aquello que escondía
Tan sutilmente como se deshoja la tarde
Bajo su escalofrío.
Una ráfaga helada me recorre por dentro.
Desde la baranda, mirando el horizonte,
La vi apagarse, infieles,
Extraños días que murieron sin mí
Guardándose el enigma de un nombre y su destino.
Luego el tiempo -que todo lo cura o destruye-
Me hizo fotografías de frente y de perfil
Para representarme en sociedad, darme carácter.
Y como siempre nos mide a su capricho,
Me regaló también estrellas risueñas,
Nocturnos que ardieron felices, conmigo
Llameando en otros ojos.
O crepúsculos tristes, como puertas arrancadas
De golpe, tiradas al mar sucio
Del olvido.
Y así escribí mi historia, día a día,
Sin paz en esta guerra, rojo y negro.
Aquellas primeras soledades, sin embargo,
Nunca me desvelaron su secreto:
Hermosas y crueles,
Prolongándose,
Las puedo recortar todavía
En el viejo papel del corazón,
Justo en la línea
Donde prohíbo el paso a la nostalgia.
De Bajo la alfombra, 2008


Se piange, se ridi

Te diré que no supe si reír o llorar
después de todo
pero estaba feliz,
demasiado feliz, sospecho ahora.
Recuerdo que me hablaste
de que empezaba a amanecer,
el cielo parecía algodón sucio.
Lo más inolvidable será siempre
el aire fresco y dulce que crecía,
igual que una caricia, entre dos luces.
                                          Yo estaba sola
y tú quisiste ser mi amigo:
que esto no rompa la amistad, dijimos.

Pero fue hermoso más que un sueño,
mucho más inquietante que un puente entre la bruma
y aquel coche sin duda más maravilloso
que un bosque de la Alhambra
y tu corazón más hondo y más extenso
que el manto de la aurora
cuando llorando me asomé al balcón
de tus ojos.

Por eso ahora escuece la distancia
como ella sola y el deseo -cruel-
asoma cada minuto
-con el peligro que eso entraña
para una sencilla amistad-
ahora no puedo menos que aceptar
lo que fue un verdadero error de cálculo:
esta suave tristeza insoportable
con la que no contábamos.
De Cámara subjetiva, 1996
Se piange, se ridi - Bobby Solo

domingo, 13 de noviembre de 2016

Poema de un rato - Miguel d'Ors - España


Dijo un alma original
(y antes lo dijo Unamuno)
que en cada uno
hay cuatro yo. No está mal:
1)
el individuo real,
que sólo ve claro Dios,
2)
el que uno piensa que es,
3)
el que se imaginan los
demás que somos y
4)
el que uno quisiera ser.

Pero a fuer
de sincero,
puesto que el tema me importa,
te diré que considero
que la lista queda corta

porque, además de esos cuatro
señalados, hay un yo
que hemos sido y se perdió
(¿o son una multitud?),
y otros mil que no serán
pero que pudieran ser
si no nos falta salud.

Echa las cuentas, a ver
si no van
ya 1.005 como poco.
(Y no cuento
para no volverme loco
esos que en cada momento
estamos no siendo.)
                    Y
todo se complica aún más
porque (aunque nunca jamás
sufrí
por el complejo de Freud),
podemos estar seguros
-yo desde luego lo estoy-
de que en sótanos oscuros
de nuestra vida consciente
tenemos -parece broma-
alojada mucha gente
desconocida (que asoma
de diferentes maneras
cuando menos te lo esperas);
así que, válgate Dios,
toma
y multiplica por dos
lo que hasta aquí te ha contado
esta humilde versiprosa
de este no sé si ex poeta
y verás qué resultado.

Que me corten esta mano
si existe en nuestro planeta
especie más numerosa
que un solo ejemplar humano.
De Sol de noviembre, 2005

viernes, 11 de noviembre de 2016

No me quedan fuerzas - Humberto Megget - Uruguay


Dile a las nueces que se partan solas
no me quedan fuerzas
llama al médico
dile a las nueces que se pongan tristes
no me quedan risas
llama al médico
dile a las nueces que no tengo verbos
ya no tengo verbos
llama al médico
dile a las nueces que me quieran siempre
dile a las nueces
llama al médico
dile a las nueces que ahora tengo versos
dile a las nueces que ahora tengo versos
dile a las nueces que ahora tengo versos
no llames al médico

jueves, 10 de noviembre de 2016

Mensaje de Walt Whitman - Antonio Lucas - España


Al hilo de lo que está ocurriendo estos días en Estados Unidos.

Walt Whitman fue quizá el más sonoro de los poetas que dio de sí EEUU. El que mejor letra le dio a las bondades de un país que aún estaba por hacer. Fue a finales del siglo XIX. Hay muchos poetas más en EEUU desde Whitman, pero él encarna la condición total del hombre que entiende la pluralidad del resto de hombres. Dicen que en su escritura fijó la pulsión de la democracia americana, pero tan sólo es que no se dejó vencer por ideales de imperio ni cualquier otra idiotez. Walt Whitman es de esos tipos que en su tiempo siempre llegan a destiempo. 

Si lo lees ahora tiene algo de Cristo clonado con la barba frondosa y sombrero de segador. Podría pasar por un anónimo de los que pasean por las calles el cartel de Compro Oro. Un viejo enamorado que tuvo por confín los montes y la certeza de que el mejor gobierno es el que deja a la gente en paz

Consideró sagrado el cuerpo humano. Así, en bruto. Ni alma ni escurrajas. El ser en su esqueleto, cantándose y celebrándose a sí mismo. El gozo de los cuerpos juntos. Y fue de esta manera contorneando una idea de América que ya no existe del mismo modo. (Ni existió nunca). "No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,/ sin haber sido feliz, sin aumentar tus sueños./ No te dejes vencer por el desaliento./ No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,/ que es casi un deber./ No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario"

Del otro lado de los predicadores y los guerreros de la Guerra de Secesión estaba Walt Whitman. Un hombre sin religión, un poeta sin armas, de dimensión sideral. Hizo de la existencia un caminar, porque a ese ritmo es cuando se entiende mejor lo que sucede. Todo se arregla caminando, que le decía a César Antonio Molina su abuelo gallego. Y así lo hizo aquel poderoso vagabundo, optimista y rodante, deslumbrado y honesto. Andando fundó una lírica de la democracia. Whitman es un creador universal. EEUU no es más lo que canta en Hojas de hierba, sino lo que vemos. O a lo mejor es todo lo que vemos como un delirio de Hojas de hierba.

Whitman tampoco es un milagrero. Ni un populista. Son conceptos cansados de ahora mismo. Tan sólo parece un patriarca necesario que conserva la autoridad de quien ayudó a cambiar el rumbo de la literatura anglosajona y fue consciente de que con más libertad se escribe mejor. Mientras en Europa se agotaba un cierto romanticismo de taller, Whitman propuso un entusiasmo incesante alrededor de los otros. Porque hablar del mundo es, en su caso, un hablar desde lo más adentro de sus glóbulos rojos, de sus arterias, de sus cartílagos. Como ciudadano ambulante se metaforizó en todo aquello que la Naturaleza le fue mostrando. No explicaba revoluciones, sino que contaba hombres, pasos, días. La América de ahora nada tiene que ver con la de Whitman. Porque casi nada de lo suyo se parece a lo nuestro. Como debe ser. Sin embargo, mantiene vivo el fondo de su mensaje. La democracia. La libertad. Esa forma de entender al otro con tan respetable interrogación. Tal forma de creer en lo que se ve con ese brillo posible de querer o de amistad. Nadie nos había hablado así jamás.
Antonio Lucas - El Mundo, 09/11/2016

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Leyendo a Robert Louis Stevenson - Juan Manuel Roca - Colombia


Del gabinete de Jeckyll
Al callejón de Hyde
La ciudad victoriana habita dos orillas,
Refleja dos rostros en un mismo río.

El espejo delata sus miradas
Pero las calles las bifurcan.

La casa es Jeckyll. La noche Hyde.
Y Londres un mapa
Dibujado en las huellas dactilares
                          /del novelista.

Debo nombrar un océano.

Generaciones de Stevenson
Fueron constructores de faros,
Poblaron de ojos las noches del mar.

Debo anunciar la niebla.

La democrática niebla borra
Lo mismo la choza que el castillo,
El cielo donde Jeckyll y Hyde agonizan
Mientras se abre una tumba
En las arenas de Samoa.

Debo hablar de un milagro.

En memoria de Tusitala,
en samoano, el que cuenta-cuentos.
De La hipótesis de Nadie, 2005

lunes, 7 de noviembre de 2016

Canción de la rueda hidráulica - Bertolt Brecht - Alemania


1

Los poemas épicos nos dan noticia
de los grandes de este mundo:
suben como astros,
como astros caen.
Resulta consolador y conviene saberlo.
Pero para nosotros, los que tenemos que alimentarlos,
siempre ha sido, ay, más o menos igual.
Suben y bajan, pero ¿a costa de quién?

         Sigue la rueda girando.
         Lo que hoy está arriba no seguirá siempre arriba.
         Mas para el agua de abajo, ay, esto sólo significa
         que hay que seguir empujando la rueda.


2

Tuvimos muchos señores,
tuvimos hienas y tigres,
tuvimos águilas y cerdos.
Y a todos los alimentamos.

Mejores o peores, era lo mismo:
la bota que nos pisa es siempre una bota.
Ya comprendéis lo que quiero decir:
no cambiar de señores, sino no tener ninguno.

         Sigue la rueda girando.
         Lo que hoy está arriba no seguirá siempre arriba.
         Mas para el agua de abajo, ay, esto sólo significa
         que hay que seguir empujando la rueda.


3

Se embisten brutalmente,
pelean por el botín.
Los demás, para ellos, son tipos avariciosos
y a sí mismos se consideran buena gente.
Sin cesar los vemos enfurecerse
y combatirse entre sí. Tan sólo
cuando ya no queremos seguir alimentándolos
se ponen de pronto de acuerdo.

Ya no sigue la rueda girando,
y se acaba la farsa divertida
cuando el agua, por fin, libre su fuerza,
se entrega a trabajar para ella sola.
Escrita en alguna fecha entre 1926 y 1933
Versión de Jesús López Pacheco 
sobre la traducción directa del alemán de Vicente Romano

sábado, 5 de noviembre de 2016

Literatura azteca/ 5 - Ya están retoñando... - Xicohténcatl el Viejo - México


Ya están retoñando, ya están echando brotes verdes
el llanto y la congoja de Acolmiztli y Tchotlala
en Acolhuacán,
en la mansión del Nopal Salvaje, el de Acamapich,
y en la Tierra Seca, el de Tezozomoctli:
vive allí el afán y la palabra de ellos.

En solio de Águilas, en solio de Tigres
el que nació con escudo, el que nació con sus cascabeles,
el que da la vida: gis y plumas se esparcen y llegan hasta aquí.

Ley vuestra, dicha vuestra, oh príncipes Cuauhtlecohuatl
y Cahualtzin, vosotros que tuvisteis en préstamo
la gloria del dador de vida que nació con su escudo,
aquí, en México.

Famosa persiste la ciudad de Tenochtitlan,
porque allá adquiere gloria.
Nadie cautiva con la mano a la hermosa muerte, oh príncipes:
así os puso la ley del dios: vosotros sois su hijos.

El bello canto se extiende y, ¿quién acallará
el estrado del escudo y el trono de dardos
del dios por quien se vive?
Reflexionadlo, tenedlo en la mente, oh príncipes:
¿quién destruirá la cidad de Tenochtitlan,
y quién sacudirá con empuje sus puntales dentro del agua?

¡Que aún persista totalmente la ciudad de Tenochtitlan:
aún en paz nos mantenga el dador de la vida!
Pero... me entristezco, ¿cómo perdudará?

jueves, 3 de noviembre de 2016

Servicios del insomnio - Jorge Boccanera - Argentina


Apilo noches cada noche.
Paredones de sombra donde mi sombra reza, traga
un bocado, un ruido de hojas secas.
Es a destajo y es de mala gana.
Yo tuve otros trabajos. Eso está en otra historia.
Ahora dedicación, la vista baja.
Castigo de las manos, pena. Una sobre la otra,
apilo noches, de barro son, cuadradas.
Ahora dedicación, la paga escasa.
Reseca es esta noche, hosca, de madres muertas.
Yo tuve otros empleos. Eso está en otro cuerpo.
Ahora dedicación, la lengua muda.
Soy el que apila noches toda la santa noche.
El que traslada escombros de una carta a la otra.

martes, 1 de noviembre de 2016

El Tiempo // El reloj de arena - Arte poética - Elegía de un parque - Jorge Luis Borges - Argentina / Oda al tiempo - Pablo Neruda - Chile / La leyenda del Tiempo - Federico García Lorca - España / Contraelegía - José Emilio Pacheco - México / Aquí se habla del tiempo perdido que como dice el dicho, los santos lloran - Renato Leduc - México / Pasatiempo - Mario Benedetti - Uruguay / Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj - Instrucciones para dar cuerda al reloj - Subjetividad del tiempo - Julio Cortázar - Argentina


El reloj de arena

Está bien que se mida con la dura
sombra que una columna en el estío
arroja o con el agua de aquel río
en que Heráclito vio nuestra locura.

El tiempo, ya que al tiempo y al destino
se parecen los dos: la imponderable
sombra diurna y el curso irrevocable
del agua que prosigue su camino.

Está bien, pero el tiempo en los desiertos
otra sustancia halló, suave y pesada,
que parece haber sido imaginada
para medir el tiempo de los muertos.

Surge así el alegórico instrumento
de los grabados de los diccionarios,
la pieza que los grises anticuarios
relegarán al mundo ceniciento.

Del alfil desparejo, de la espada
inerme, del borroso telescopio,
del sándalo mordido por el opio,
del polvo, del azar y de la nada.

¿Quién no se ha demorado ante el severo
y tétrico instrumento que acompaña
en la diestra del dios a la guadaña
y cuyas líneas repitió Durero?

Por el ápice abierto el cono inverso
deja caer la minuciosa arena,
oro gradual que se desprende y llena
el cóncavo cristal de su universo.

Hay un agrado en observar la arcana
arena que resbala y que declina
y, a punto de caer, se arremolina
con una prisa que es del todo humana.

La arena de los ciclos es la misma
e infinita es la historia de la arena;
así, bajo tus dichas o tu pena,
la invulnerable eternidad se abisma.

No se detiene nunca la caída.
Yo me desangro, no el cristal. El rito
de decantar la arena es infinito
y con la arena se nos va la vida.

En los minutos de la arena creo
sentir el tiempo cósmico: la historia
que encierra en sus espejos la memoria
o que ha disuelto el mágico Leteo.

El pilar de humo y el pilar de fuego,
Cartago y Roma y su apretada guerra,
Simón Mago, los siete pies de tierra
que el rey sajón ofrece al rey noruego.

Todo lo arrastra y pierde este incansable
hilo sutil de arena numerosa.
No he de salvarme yo, fortuita cosa
de tiempo, que es materia deleznable.


Arte poética

Mirar el río hecho de tiempo y agua 
y recordar que el tiempo es otro río, 
saber que nos perdemos como el río 
y que los rostros pasan como el agua. 

Sentir que la vigilia es otro sueño 
que sueña no soñar y que la muerte 
que teme nuestra carne es esa muerte 
de cada noche, que se llama sueño. 

Ver en el día o en el año un símbolo 
de los días del hombre y de sus años, 
convertir el ultraje de los años 
en una música, un rumor y un símbolo, 

ver en la muerte el sueño, en el ocaso 
un triste oro, tal es la poesía 
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso. 

A veces en las tardes una cara 
nos mira desde el fondo de un espejo; 
el arte debe ser como ese espejo 
que nos revela nuestra propia cara. 

Cuentan que Ulises, harto de prodigios, 
lloró de amor al divisar su Itaca 
verde y humilde. El arte es esa Itaca 
de verde eternidad, no de prodigios. 

También es como el río interminable 
que pasa y queda y es cristal de un mismo 
Heráclito inconstante, que es el mismo 
y es otro, como el río interminable.


Elegía de un parque

Se perdió el laberinto. Se perdieron
todos los eucaliptos ordenados,
los toldos del verano y la vigilia
del incesante espejo, repitiendo
cada expresión de cada rostro humano,
cada fugacidad. El detenido
reloj, la entretejida madreselva,
la glorieta, las frívolas estatuas,
el otro lado de la tarde, el trino,
el mirador y el ocio de la fuente
son cosas del pasado. ¿Del pasado?
Si no hubo un principio ni habrá un término,
si nos aguarda una infinita suma
de blancos días y de negras noches,
ya somos el pasado que seremos.
Somos el tiempo, el río indivisible,
somos Uxmal, Cartago y la borrada
muralla del romano y el perdido
parque que conmemoran estos versos.



Oda al tiempo

Dentro de ti tu edad
creciendo,
dentro de mí mi edad
andando.
El tiempo es decidido,
no suena su campana,
se acrecienta, camina,
por dentro de nosotros,
aparece
como un agua profunda
en la mirada
y junto a las castañas
quemadas de tus ojos
una brizna, la huella
de un minúsculo río,
una estrellita seca
ascendiendo a tu boca.
Sube el tiempo
sus hilos
a tu pelo,
pero en mi corazón
como una madreselva
es tu fragancia,
viviente como el fuego.
Es bello
como lo que vivimos
envejecer viviendo.
Cada dia
fue piedra transparente,
cada noche
para nosotros fue una rosa negra,
y este surco en tu rostro o en el mío
son piedra o flor,
recuerdo de un relámpago.
Mis ojos se han gastado en tu hermosura,
pero tú eres mis ojos.
Yo fatigué tal vez bajo mis besos
tu pecho duplicado,
pero todos han visto en mi alegría
tu resplandor secreto.
Amor, qué importa
que el tiempo,
el mismo que elevó como dos llamas
o espigas paralelas
mi cuerpo y tu dulzura,
mañana los mantenga
o los desgrane
y con sus mismos dedos invisibles
borre la identidad que nos separa
dándonos la victoria
de un solo ser final bajo la tierra.
De Odas elementales, 1954

Así que pasen cinco años
La leyenda del Tiempo

Acto tercero

Cuadro primero

Bosque. Grandes troncos. En el centro, un teatro rodeado de cortinas barrocas con el telón echado. Una escalerita une el tabladillo con el escenario. Al levantarse el telón cruzan entre los troncos dos Figuras vestidas de negro, con las caras blancas de yeso y las manos también blancas. Suena una música lejana. Sale el Arlequín. Viste de negro y verde. Lleva dos caretas, una en cada mano y ocultas en la espalda. Acciona de modo rítmico, como un bailarín.

ARLEQUÍN

El sueño va sobre el Tiempo
flotando como un velero.
Nadie puede abrir semillas
en el corazón del Sueño.

     (Se pone una careta de alegrísima expresión.)

¡Ay, cómo canta el alba! ¡Cómo canta!
¡Qué témpanos de hielo azul levanta!

                                         (Se quita la careta.)

El Tiempo va sobre el Sueño
hundido hasta los cabellos.
Ayer y mañana comen
oscuras flores de duelo.

         (Se pone una careta de expresión dormida.)

¡Ay, cómo canta la noche! ¡Cómo canta!
¡Qué espesura de anémonas levanta!

                                                    (Se la quita.)

Sobre la misma columna,
abrazados Sueño y Tiempo,
cruza el gemido del niño,
la lengua rota del viejo.

                                               (Con una careta.)

¡Ay, cómo canta el alba! ¡Cómo canta!

                                            (Con la otra careta.)

¡Qué espesura de anémonas levanta!

Y si el Sueño finge muros
en la llanura del Tiempo,
el Tiempo le hace creer
que nace en aquel momento.

¡Ay, cómo canta la noche! ¡Cómo canta!
¡Qué témpanos de hielo azul levanta!
De Así que pasen cinco años, 1933
La leyenda del Tiempo - Camarón de la Isla y Paco de Lucía, 1979
Música: Ricardo Pachón



Contraelegía 

Mi único tema es lo que ya no está.
Y mi obsesión se llama lo perdido.
Mi punzante estribillo es nunca más.
Y sin embargo amo este cambio perpetuo,
este variar segundo tras segundo,
porque sin él lo que llamamos vida
        sería de piedra.
De Irás y no volverás, 1973



Aquí se habla del tiempo perdido que como dice el dicho, los santos lloran

Sabia virtud de conocer el tiempo;
a tiempo amar y desatarse a tiempo;
como dice el refrán: dar tiempo al tiempo...
que de amor y dolor alivia el tiempo.

Aquel amor a quien amé a destiempo
martirizóme tanto y tanto tiempo
que no sentí jamás correr el tiempo,
tan acremente como en ese tiempo.

Amar queriendo como en otro tiempo
-ignoraba yo aún que el tiempo es oro-
cuánto tiempo perdí -ay- cuánto tiempo.

Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,
amor de aquellos tiempos, cómo añoro
la dicha inicua de perder el tiempo...
De Breve glosa al Libro de buen amor, 1939
Renato Leduc



Pasatiempo

Cuando éramos niños 
los viejos tenían como treinta 
un charco era un océano 
la muerte lisa y llana 
no existía 

luego cuando muchachos 
los viejos eran gente de cuarenta 
un estanque era océano 
la muerte solamente 
una palabra 

ya cuando nos casamos 
los ancianos estaban en cincuenta 
un lago era un océano 
la muerte era la muerte 
de los otros 

ahora veteranos 
ya le dimos alcance a la verdad 
el océano es por fin el océano 
pero la muerte empieza a ser 
la nuestra.


Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj


     Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.


Instrucciones para dar cuerda al reloj

      Allá en el fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.
     ¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumba las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus pequeños rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.


Subjetividad del tiempo

Julio Cortázar
También pueden echar un vistazo al poema Tiempo sin tiempo de Mario Benedetti, y a los Tempus fugit, Carpe DiemMemento mori  o Ubi sunt? que aparecen en este blog.
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Dedicado al poeta argentino Carlos Perrotti, que a menudo nos habla del Tiempo y sus paradojas.