Chet Baker - Like Someone In Love

miércoles, 26 de febrero de 2014

D'aver lo nom e lo dret tall d'aymia / Aymía - Jordi de Sant Jordi - España


    Otro tecnicismo galante que la poesía catalana tomó de la provenzal es el de la aymía, que viene a significar "mujer digna de ser amada", siempre dentro de los términos de la tradición cortés. La singularidad del siguiente poema estriba en el hecho de que la excelencia de la dama se infiere del elogio de la estatura física, que además contrasta irónicamente con la del autor: "soy bajito y feo", detalle autobiográfico que, a pesar de su verosimilitud, hay que tomar aquí con precaución retórica, pues ante la altura de la "Reina de honor" todos y todas se muestran inferiores.

D'aver lo nom e lo dret tall d'aymia,
cert, paucas són que·l pusquen bé mostrar
sí com vós fayts, dona, per triünfar;
bell·ab cors bell, linde sens maestria.
Ben aya Dieu, qui mandech a Natura
que us formàs tal que vos degués servir
e dar lausor, duptar e cartenir:
per què bendich mon Dieu e ma ventura.

Que·l vostre gest mostra tan gran valia,
que tot lo món devets senyorejar;
e pren-li'n mal a la que vol star
aprés de vós per far-vos companyia,
e més que més la de ziquia statura.
E als amadors eu los vull desmentir:
que no·s ten ço d'aymia, ne·s deu dir,
sí com fayts vós per conpàs o dreytura.

Alguns diran qu·eu ay dit gran follia
per ço com vull  lo cor d'altre jutgar,
car xascun met son poder en amar
ffemna d'asaut, quina que·s vol que sia.
Eu dich que bé, mas que fan oradura
dir nom de rey al vassall que no u mir,
car vós mostrats que us dévon obesir
li gran e·l pauch, miran vostre figura.

Sí com l'astors ha dreyta senyoria
dessús lo poch smirle sens comptar,
havets dreyt vós de tot cor subjugar
de leys qu·eu dich cent tants per milloria;
perquè defall per conexença pura
aycell qui dits al jaspi clar safir
ne la del camp rosella flor de lir,
car Dieu no us fech a tots d'una factura.

Enquer diran dones per quina via
hay heu volgut de tal raysó parlar,
e que, per Déu, me'n pert un bon callar,
que suy petits e curts, d'àl fisomia.
Eu los atorch; mal a dona procura
perquè de l´hom se deu ensenyorir;
vós ests senyors, eu servents, tal no quir,
per quès a me l'àvol tall no fa cura.

Tornada

Reyna d'onor, tots homs qui bé figura
vostre bell cors porà ben presomir
c·avets los gets d'aymia, sens mantir,
e que, de cert, lo prets en vós s'atura.

Retornada

A, donas prous, qu·ayats bona ventura!
Per ço qu·ay dit no·m vullats malesir,
car molts de béns fan hun fayt enrequir:
aysí per vós ley qu·eu ham se'n mellura.

____________________________

Pocas son, ciertamente, las que pueden 
mostrar de aymía el nombre y justa talla
como hacéis vos, señora, triunfalmente,
bella de cuerpo, y sin ardid hermosa.
Sea Dios loado, que ordenó a Natura
haceros tal para que yo os sirviese,
alabase, temiese y venerase.
Benditos sean Dios y mi ventura.

Vuestro semblante muestra tal valía,
que os enseñorearéis del mundo entero,
y saldrá malparada la que acuda
junto a vos para haceros compañía,
sobre todo si es corta de estatura.
Desmentir quiero a los enamorados:
nadie tiene lo propio de una aymía
por garbo y por derecho como vos.

Algunos me dirán que es gran locura
querer juzgar el corazón ajeno,
porque todos se esfuerzan en amar
a una bella mujer, sea cual sea.
Bien me parece, pero es gran locura
dar el nombre de rey al siervo indigno,
pues vos mostráis que obedeceros deben,
con sólo veros, grandes y pequeños.

Como el azor impone su dominio
sin excepción sobre el pequeño mirlo,
así tenéis cien veces más derecho
de subyugar el corazón de aquéllas;
de todo punto yerra en su juicio
el que claro zafiro llama al jaspe
y a la rosa silvestre flor de lis,
que a todos no nos hizo Dios iguales.

Habrá, además, mujeres que pregunten
por qué he querido hablar de tal asunto,
perdiendo una ocasión, por Dios, tan buena
de callar, porque soy bajito y feo.
Lo admito: en la mujer es mala cosa
si lo que quiere es dominar al hombre,
pero vos sois señor y yo sirviente:
no me importa tener corta estatura.

Tornada

Reina de honor, cualquiera que imagine
vuestro bello semblante pensará
sin errar que tenéis temple de aymía,
y que sin duda en vos reside el mérito.

Retornada

Buena suerte tengáis, valiosas damas,
y no me maldigáis por lo que he dicho:
si muchos bienes dan mayor riqueza,
por vosotras mejora la que amo.
Comentario y traducción de José María Micó

domingo, 23 de febrero de 2014

Deserts d'amics, de béns e de senyor / Presoner - Jordi de Sant Jordi - España


    El 27 de mayo de 1423, el condottiere Muzio Attendolo Sforza entró con su tropa en Nápoles, entonces bajo el poder de Alfonso el Magnánimo, e hizo prisioneros a un buen número de caballeros aragoneses, catalanes y valencianos entre los que estaba Jordi de Sant Jordi. Aunque en este poema hay elementos impuestos por la tradición literaria (y en particular motivos del subgénero de la petición de rescate, cuyo precedente más fomoso es, como señala Donatella Siveiro, un poema de Ricardo Corazón de León escrito en francés y difundido también en occitano), destaca por la efectiva expresión directa, lejos de la temática amorosa y exenta de previsibles intenciones alegóricas, de los pensamientos y sentimientos del Prisionero, que es el título asignado modernamente a la composición: la angustia del cautiverio, la arbitrariedad de la Fortuna, la satisfacción del deber cumplido, la desmesura del rescate exigido, la solicitud implícita a su captor y la súplica explícita al "generoso" y "virtuoso" rey Alfonso, de quien dependía la liberación como "natural señor" del poeta.

Presoner

Deserts d'amics, de béns e de senyor,
en estrany lloc e en estranya encontrada,
lluny de tot bé, fart d'enuig e tristor,
ma voluntad e pensa cativada,
me trob del tot en mal poder sotmès
no vei nengú que de mi s'haja cura,
de sui guardats, enclòs, ferrats e pres,
de què en fau grat a ma trista ventura.

Eu hai vist temps que no em plasia res,
ara em content d'açò qui em fa tristura,
e los grillons lleugers ara preu més
que en temps passat la bella brodadura.
Fortuna vei que ha mostrat son poder
sus me, volent que en tal punt vengut sia,
però no cur, pus hai fait mon dever
ab tots los bons que em trob en companyia.

Car prenc conbort de com sui presoner
per mon senyor, servint tant com podia,
d'armes sobrat, e per major poder,
no per defaut gens de cavalleria.
E prenc conhort que hom no poc conquerir
honor en res sens que treball no senta,
mas d'altra part cuit de tristor morir
com vei que el món dels revers se contenta.

Tots aquests mals no en són res de sofrir
en esguard d'u qui al cor me destenta
e em fai tot jorn d'esperança partir,
com no vei res que ens avanç d'una espenta
en acunçar nostre deslliurament,
e més com vei ço que ens demana Sforça
que no sofir algú raonament,
de què llangueix ma virtut e ma força.

Perqué no sai ne vei res al present
que em puixa dar en valor d'una escorça,
mas Déu tot sol, de qui prenc fundament
e de qui fiu, e ab qui mon cor s'esforça;
e d'altra part, del bon Rei liberal
qui em socorrà per gentilesa grande,
cells qui ens ha mès del tot en aquest mal,
que ell me·n traurà, car suy jus sa comanda.

TORNADA
Rei virtuós, mon senyor natural,
tots al present no·us fem altra demanda
mas que·us record que vostra sang reial
mai defallí al qui fos de sa banda.


Prisionero

Abandonado por amigos, de bienes y señor,
en extraño lugar y en extraña comarca,
lejos de todo bien, harto de enojo y de tristeza,
cautivados mi voluntad y pensamiento,
me encuentro sometido totalmente a mal poder,
no veo a nadie que de mí se preocupe,
estoy guardado, recluido, encadenado y preso,
lo que he de agradecer a mi triste ventura.

Yo he visto tiempos en que nada me complacía,
ahora me contento con lo que me entristece
y ahora precio más los grilletes ligeros
que en un tiempo pasado las bellas bordaduras.
Veo que Fortuna su poder ha mostrado sobre mí,
queriendo que haya llegado hasta este punto,
pero no importa, pues he cumplido mi deber
con todos los buenos que hallo en mi compañía.

Porque recibo consuelo de cómo prisionero
estoy por mi señor, sirviendo tanto como podía,
superado por armas y por mayor poder,
no por defecto en nada de caballería.
Y recibo consuelo porque alcanzar no puedo
honor en nada sin que sienta trabajo,
pero, por otra parte, de tristeza estoy a punto de morir
cuando veo que con los reveses el mundo se contenta.

No son insoportables estos males
al lado de ese otro que el corazón perturba
y hace que cada día se aleje la esperanza,
cuando no veo nada que empuje ni permita avanzar
en negociar nuestra liberación,
y más cuando veo lo que nos pide Sforza
que no tolera razonamiento alguno,
por lo que languidecen mi virtud y mi fuerza.

Porque no sé ni veo nada en el presente
que me pueda dar un poco de valor
sino sólo Dios, de quien tomo fundamento,
en quien confío y con quien mi corazón se fortalece,
y por otra parte, en el buen Rey liberal,
que me socorrerá por su gran gentileza,
a los que nos ha metido del todo en este mal,
y de él me librará, puesto que estoy bajo su mando.

ENVÍO
Rey virtuoso, mi señor natural:
todos ahora no os hacemos otra petición
sino que recordéis que vuestra sangre real
nunca dejó de auxiliar a quien fue de su bando.
Comentario y traducción de José María Micó

jueves, 20 de febrero de 2014

Nosotros amamos la vida - Mahmoud Darwish - Palestina


Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella,
bailamos entre dos mártires y erigimos entre ellos un alminar de
                                                     [violetas o una palmera.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.

Robamos un hilo al gusano de seda para construir nuestro cielo y
                                                          [concluir este éxodo.
Abrimos la puerta del jardín para que el jazmín salga a las calles
                                                       [cual hermosa mañana.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.

Allá donde estemos, cultivamos plantas que crecen deprisa y
                                                           [recogemos mártires.
Soplamos en la flauta el color de la lejanía, dibujamos un relincho
                                                        [en el polvo del camino
y escribimos nuestros nombres piedra tras piedra. ¡Oh, relámpago!
                    [Ilumina para nosotros la noche, ilumínala un poco.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.

Traducción de María Luisa Prieto

lunes, 17 de febrero de 2014

Literatura y jazz/ 20 - Jazz - Carlos Aganzo - España


El jazz es una jota con la forma de un saxo.
La boca estremecida
por un temblor de labios
que nace del vibrato febril de Lester Young;
la curva de la espada doblada sobre el tiempo
cuando Coleman Hawkins toca Body and Soul;
los jirones de música que quedan suspendidos
en las alas oscuras del sombrero de noche
que se quita Ben Webster después de haber tocado,
con los ojos cerrados,
como brevas oscuras rajadas en su centro,
de nuevo Single petal of a Rose...

Esta música negra es bella e inquietante
como una rosa negra.
Esta música negra late al ritmo secreto
del corazón más negro de la noche.
Nació de tierra negra,
se mueve eternamente al ritmo de una danza
tan negra y tan antigua como el mundo.
Negra como el compás de las horas que hieren.
Swing en el vientre oscuro
de una madre que canta a contraluz.

El jazz es una a color azul tristeza.
Sabor del abandono.
Los caminos borrados que no vuelven a casa.
Melodía que anuncia derrota cotidiana.
Una ternura amarga como el mate
de las tardes de lluvia en sótanos sin aire,
donde los corazones laten amortiguados
debajo de los sueños
de una ciudad dormida sobre el mundo.
La soledad del jazz tiene consuelo
tan sólo si Thelonious encuentra una armonía
nueva y vieja, sumida en un torrente
de sonidos oscuros.
Y a nadie ya le importa lo que hace o lo que dice
la estrella que se pierde por su ocaso.
¡Qué extraño escalofrío este de los frutos negros
colgados de la venganza
en los árboles sin sombra de la noche!

Esta música negra es bella e inquietante
como una rosa negra.
Esta música negra late al ritmo secreto
del corazón más negro de la noche.
Nació de la tierra negra,
se mueve eternamente al ritmo de una danza
tan negra y tan antigua como el mundo...

El jazz es una zeta como un grito
que rasga las cortinas de la noche.
Un grito que se ahoga en la sordina
lejana de Miles Davis.
El jazz es una música que quiebra
los silencios cobardes,
armonía secreta que no cabe
en los bordes del mundo,
una grieta de amor por donde pierde
cada noche su aliento el pentagrama.
La libertad del jazz es como un pájaro,
azul y jacobino,
que viaja en la funda malherida
del saxofón de Parker,
y sale cada noche a volar por un aire sin fronteras.
Música que hace trizas: zeta en el corazón.

Esta música negra es bella e inquietante
como una rosa negra.
Esta música negra late al ritmo secreto
del corazón más negro de la noche...

El jazz es una zeta caprichosa.
Un garabato roto, la trompeta
de Dizzy que le está pidiendo al cielo
mayor inspiración.
Quiebro espiritual, la cotidiana
conjura de Coltrane contra la noche,
su fe en subir más alto
antes de regresar a la tiniebla
de las horas comunes.
Vibración absoluta de Chet Baker
sobre los corazones encendidos.

Una puerta quebrada
que conduce a jardines estrellados
sin dolor,
                sin angustia,
                                    sin destino.

Esta música negra es bella e inquietante
como una rosa negra.
Body and Soul - Coleman Hawkins, 1939
Coleman Hawkins - Saxo tenor 
Gene Rodgers - Piano 
 Tommy Lindsay, Joe Guy -Trompeta 
 Earl Hardy - Trombón 
William Oscar Smith - Bajo 
Arthur Herbert - Batería

Single petal of a Rose (Duke Ellington) - Ben Webster, 1964
Ben Webster - Saxo tenor
Hank Jones - Piano
Osie Johnson - Batería

viernes, 14 de febrero de 2014

Literatura y jazz/ 19 - Clifford - Julio Cortázar - Argentina


    Esa difícil costumbre de que esté muerto.Como Bird, como Bud, he didn't stand the ghost of a chance, pero antes de morir dijo su nombre más oscuro, sostuvo largamente el filo de un discurso secreto, húmedo de ese pudor que tiembla en las estelas griegas donde un muchacho pensativo mira hacia la blanca noche del mármol. Allí la música de Clifford ciñe algo que escapa casi siempre en el jazz, que escapa casi siempre en lo que escribimos o pintamos o queremos. De pronto hacia la mitad se siente que esa trompeta que busca con un tanteo infalible la única manera de rebasar el límite, es menos soliloquio que contacto. Descripcción de una dicha efímera y difícil, de un arrimo precario: antes y después, la normalidad. Cuando quiero saber lo que vive el shaman en lo más alto del árbol de pasaje, cara a cara con la noche fuera del tiempo, escucho una vez más el testamento de Clifford Brown como un aletazo que desgarra lo continuo, que inventa una isla de absoluto en el desorden. Y después de nuevo la costumbre, donde él y tantos más estamos muertos.
De La vuelta al día en ochenta mundos
I don't Ghost of a Chance - Clifford Brown / Max Roach Quintet
Clifford Brown - Trompeta 
Max Roach - Batería 
Ritchie Powell - Piano 
Harold Land - Saxo tenor
George Morrow - Bajo

jueves, 13 de febrero de 2014

Julio Cortázar - Argentina


    Ayer se cumplieron treinta años de la muerte de Julio Cortázar, pero parece que han pasado dos días. Todo este tiempo Cortázar nos ha estado acompañando,  y seguirá haciéndolo.

Qué familia, hermano.
Ni un abuelo comodoro, ni una carga
deca
balle
ría,
nada, ni un cura ilustre, un chorro,
nadie en los nombres de las calles,
nadie en las estampillas,
minga de rango,
minga de abolengo,
nadie por quien ponerse melancólico
en las estancias de los otros,
nadie que esté parado en mi apellido
y exija de la estirpe
la pudorosa relación: ‘Aquel Cortázar, / amigo de Las Heras…’.
Ma qué Las Heras,
no tuvimos a nadie, ni siquiera
en Las Heras (la Penitenciaría
que ya tampoco existe, me contaron)...

Te quiero, país tirado a la vereda, caja de fósforos vacía,
te quiero, tacho de basura que se lleva sobre una cureña
envuelto en la bandera que nos legó Belgrano,
mientras las viejas lloran en el velorio, y anda el mate
con su verde consuelo, lotería del pobre,
y en cada piso hay alguien que nació haciendo discursos
para algún otro que nació para escucharlos y pelarse las manos. (…) 
Te quiero, país, pañuelo sucio, con tus calles 
cubiertas de carteles peronistas, te quiero
sin esperanza y sin perdón, sin vuelta y sin derecho,
nada más que de lejos y amargado y de noche...

    En otras ocasiones he hablado de los autores que influyeron en mí, de Julio Verne a Alfred Jarry, pasando por Macedonio Fernández, Borges, Homero, Arlt, Garcilaso, Damon Runyon, Cocteau (que me hizo entrar de cabeza en la literatura contemporánea), Virginia Woolf, Keats (pero este es terreno sagrado, numinoso, y ruego al linotipista que no escriba luminoso), Lautréamont, S. S. Van Dine, Pedro Salinas, Rimbaud, Ricardo E. Molinari, Edgar A. Poe, Lucio V. Mansilla, Mallarmé, Raymond Roussel, el Hugo Wast de Alegre y Desierto de piedra, y el Charles Dickens de Pickwick Club...
No, no y no, en la voz de Julio Cortázar

Fragmento de la entrevista de Soler Serrano a Julio Cortázar para TVE

martes, 11 de febrero de 2014

Literatura y jazz/ 18 - La vuelta al piano de Thelonious Monk - Julio Cortázar - Argentina


Concierto del cuarteto de Thelonious Monk 
en Ginebra, marzo de 1966

    En Ginebra de día está la oficina de las Naciones Unidas pero de noche hay que vivir y entonces de golpe un afiche en todas partes con noticias de Thelonious Monk y Charles Rouse, es fácil comprender la carrera al Victoria Hall para fila cinco al centro, los tragos propiciatorios en el bar de la esquina, las hormigas de la alegría, las veintiuna que son interminablemente las diecinueve y treinta, las veinte, las veinte y cuatro, el tercer whisky, Claude Tarnaud que propone una fondue, su mujer y la mía que se miran consternadas pero después se comen la mayor parte, especialmente el final que siempre es lo mejor de la fondue, el vino blanco que agita sus patitas en las copas, el mundo a la espalda y Thelonious semejante al cometa que exactamente dentro de cinco minutos se llevará un pedazo de la tierra como en Héctor Servadac, en todo caso un pedazo de Ginebra con la estatua de Calvino y los cronómetros de Vacheron & Constantin.
   Ahora se apagan las luces, nos miramos todavía con ese ligero temblor de despedida que nos gana siempre al empezar un concierto (cruzaremos un río, habrá otro tiempo, el óbolo está listo) y ya el contrabajo levanta su instrumento y lo sondea, brevemente la escobilla recorre el aire del timbal como un escalofrío, y desde el fondo, dando una vuelta por completo innecesaria, un oso con un birrete entre turco y solideo se encamina hacia el piano poniendo un pie delante de otro con un cuidado que hace pensar en minas abandonadas o en esos cultivos de flores de los déspotas sasánidas en que cada flor hollada era una lenta muerte de jardinero. Cuando Thelonious se sienta al piano toda la sala se sienta con él y produce un murmullo colectivo del tamaño exacto del alivio, porque el recorrido tangencial de Thelonious por el escenario tiene algo de riesgoso cabotaje fenicio con probables varamientos en las sirtes, y cuando la nave de oscura miel y barbado capitán llega a puerto, la recibe el muelle masónico del Victoria Hall con un suspiro como de alas apaciguadas, de tajamares cumplidos. Entonces es Pannonica, o Blue Monk, tres sombras como espigas rodean al oso investigando las colmenas del teclado, las burdas zarpas bondadosas yendo y viniendo entre abejas desconcertadas y hexágonos de sonido, ha pasado apenas un minuto y ya estamos en la noche fuera del tiempo, la noche primitiva y delicada de Thelonious Monk.
    Pero eso no se explica: A rose is a rose is a rose. Se está en una tregua, hay intercesor, quizá en alguna esfera nos redimen. Y luego, cuando Charles Rouse da un paso hacia el micrófono y su saxo dibuja imperiosamente las razones por las que está ahí, Thelonious deja caer las manos, escucha un instante, posa todavía un leve acorde con la izquierda, y el oso se levanta hamacándose, harto de miel o buscando un musgo propicio a la modorra, saliéndose del taburete se apoya en el borde del piano marcando el ritmo con un zapato y el birrete, los dedos van resbalando por el piano, primero al borde mismo del teclado donde podría haber un cenicero y una cerveza pero no hay más que Steinway & Sons, y luego inician imperceptiblemente un safari de dedos por el borde de la caja del piano mientras el oso se hamaca cadencioso porque Rouse y el contrabajo y el percusionista están enredados en el misterio mismo de su trinidad y Thelonious viaja vertiginoso sin moverse, pasando de centímetro en centímetro rumbo a la cola del piano a la que no llegará, se sabe que no llegará porque para llegar le haría falta más tiempo que a Phileas Fogg, más trineos de vela, rápidos de miel de abeto, elefantes y trenes endurecidos por la velocidad para salvar el abismo de un puente roto, de manera que Thelonious viaja a su manera, apoyándose en un pie y luego en otro sin salirse del lugar, cabeceando en el puente de su Pequod varado en un teatro, y cada tanto moviendo los dedos para ganar un centímetro o mil millas, quedándose otra vez quieto y como precavido, tomando la altura con un sextante de humo y renunciando a seguir adelante y llegar al extremo de la caja del piano, hasta que la mano abandona el borde, el oso gira paulatino y todo podría ocurrir en ese instante en que le falta el apoyo, en que flota como un alción sobre el ritmo donde Charles Rouse está echando las últimas vehementes largas admirables pinceladas de violeta y de rojo, sentimos el vacío de Thelonious apartado del borde del piano, el interminable diástole de un solo inmenso corazón donde laten todas nuestras sangres, y exactamente entonces su otra mano se toma del piano, el oso se balancea amablemente y regresa nube a nube hacia el teclado, lo mira como por primera vez, pasea por el aire los dedos indecisos, los deja caer y estamos salvados, hay Thelonious capitán, hay rumbo por un rato, y el gesto de Rouse al retroceder mientras desprende el saxo del soporte tiene algo de entrega de poderes, de legado que devuelve al Dogo las llaves de la serenísima.
De La vuelta al día en ochenta mundos
Round About Midnight - Thelonious Monk Quartet 
Thelonious Monk - Piano 
Charlie Rouse - Saxo tenor 
Larry Gales - Contrabajo 
Ben Riley - Batería 
(Grabado en Noruega en 1966)

sábado, 8 de febrero de 2014

Literatura y jazz/ 17 - Fragmento de La vuelta al día en ochenta mundos - Julio Cortázar - Argentina


Comienzo de La vuelta al día en ochenta mundos

    A mi tocayo le debo el título de este libro y a Lester Young la libertad de alterarlo sin ofender la saga planetaria de Phileas Fogg, Esq. Una noche en que Lester llenaba de humo y lluvia la melodía de Three Little Words, sentí más que nunca lo que hace a los grandes del jazz, esa invención que sigue siendo fiel al tema que combate y transforma e irisa. ¿Quién olvidará jamás la entrada imperial de Charlie Parker en Lady, be good? Ahora Lester escogía el perfil, casi la ausencia del tema, evocándolo como quizá la antimateria evoca la materia, y yo pensé en Mallarmé y en Kid Azteca, un boxeador que conocí en Buenos Aires hacia los años cuarenta y que frente al caos santafesino del adversario de esa noche armaba una ausencia perfecta a base de imperceptibles esquives, dibujando una lección de huecos donde iban a deshilacharse las patéticas andanadas de ocho onzas. Sucede además que por el jazz salgo siempre a lo abierto, me libro del cangrejo de lo idéntico para ganar esponja y simultaneidad porosa, una participación que en esa noche de Lester era un ir y venir de pedazos de estrellas, de anagramas y palindromas que en algún momento me trajeron inexplicablemente el recuerdo de mi tocayo y de golpe fueron Passepartout y la bella Aouda, fue la vuelta al día en ochenta mundos porque a mí me funciona la analogía como a Lester el esquema melódico que lo lanzaba al reverso de la alfombra donde los mismos hilos y los mismos colores se tramaban de otra manera.
[...]
De La vuelta al día en ochenta mundos
Julio Cortázar

Three Little Words (Bert Kalmar / Harry Ruby) - Lester Young

jueves, 6 de febrero de 2014

Sevilla (Acuarela) - Fernando Ortiz - España


A Antonio Sánchez

Un patio. En su soledad
se oye de la luz un roce.
Arriba, la claridad;
abajo, el íntimo goce.
Albahacas, gitanillas,
plantas y flores sencillas
pintan y aroman la cal.
Una alta torre y un río,
un revuelto caserío.
Y la Epístola moral.
De Postdata, 1999
Fernando Ortiz

    Se nos siguen muriendo los poetas. Fernando Ortiz, poeta, ensayista y articulista sevillano, murió el 29 de Enero a los 67 años. Descanse.
    Con ocasión de la muerte del poeta Rafael Montesinos dejó escrito:
Rafael, si te fuiste, por qué lo hiciste antes./ No hay ya con quien hablar ni estamos para bromas./ Y maldita la gracia que tienen los adioses.
    La poesía es, sobre todo, una cuestión de tiempo, decía Fernando Ortiz.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Literatura y jazz/ 16 - Lucas, sus pianistas - Julio Cortázar - Argentina

Earl Hines, Berlín 1965 - Max Jacoby
    Larga es la lista como largo el teclado, blancas y negras, marfil y caoba; vida de tonos y semitonos, de pedales fuertes y sordinas. Como el gato sobre el teclado, cursi delicia de los años treinta, el recuerdo apoya un poco al azar y la música salta de aquí y de allá, ayeres remotos y hoyes de esta mañana (tan cierto, porque Lucas escribe mientras un pianista toca para él desde un disco que rechina y burbujea como si le costara vencer cuarenta años, saltar al aire aún no nacido el día en que grabó Blues in Thirds).
    Larga es la lista, Jelly Roll Morton y Wilhelm Backhaus, Monique Haas y Arthur Rubinstein, Bud Powell y Dinu Lipati. Las desmesuradas manos de Alexander Brailovsky, las pequeñitas de Clara Haskil, esa manera de escucharse a sí misma de Margarita Fernández, la espléndida irrupción de Friedrich Gulda en los hábitos porteños del cuarenta, Walter Gieseking, Georges Arvanitas, el ignorado pianista de un bar de Kampala, don Sebastián Piana y sus milongas, Maurizio Pollini y Marian McPartland, entre olvidos no perdonables y razones para cerrar una nomenclatura que acabaría en cansancio, Schnabel, Ingrid Haebler, las noches de Solomon, el bar de Ronnie Scott, en Londres, donde alguien que volvía al piano estuvo a punto de volcar un vaso de cerveza en el pelo de la mujer de Lucas, y ese alguien era Thelonious, Thelonious Sphere, Thelonious Sphere Monk.
    A la hora de su muerte, si hay tiempo y lucidez, Lucas pedirá escuchar dos cosas, el último quinteto de Mozart y un cierto solo de piano sobre el tema de I ain't got nobody. Si siente que el tiempo no alcanza, pedirá solamente el disco de piano. Larga es la lista, pero él ya ha elegido. Desde el fondo del tiempo, Earl Hines lo acompañará.
De Un tal Lucas
Blues in Thirds - Earl 'Fatha' Hines

I Ain't Got Nobody - Earl 'Fatha' Hines

Otra entrada recuperada para la serie.

domingo, 2 de febrero de 2014

Literatura y jazz/ 15 - Fragmento de Rayuela (5) - Julio Cortázar - Argentina


Del lado de allá

Capítulo 18

    [...] Y la Maga estaba llorando, Guy había desaparecido, Etienne se iba detrás de Perico, y Gregorovius, Wong y Ronald miraban un disco que giraba lentamente, treinta y tres revoluciones y media por minuto, ni una más ni una menos, y en esas revoluciones Oscar's Blues, claro que por el mismo Oscar al piano, un tal Oscar Peterson, un tal pianista con algo de tigre y felpa, un tal pianista triste y gordo, un tipo al piano y la lluvia sobre la claraboya, en fin, literatura.
Oscar's Blues - Oscar Peterson
Oscar Peterson - Piano
Ray Brown - Contrabajo

sábado, 1 de febrero de 2014

Galerías / En este poema - Félix Grande - España

    
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    Obstruido por la herrumbre del tiempo, un conducto principia en la memoria y termina lustros atrás, en un origen diverso e indistinto. Unas veces es una risa de muchacha, una risa que se humedece a través de este túnel y llega como junto a un pañuelo; baldía. Otras veces es una puerta que se cierra empujando la nieve. O una cortina sucia de barro a la que el viento monótono no consigue agitar. A menudo, al fondo de este agujero de años, aparecen un rostro o una mano, y avanzan como un violín que se retira. Hay ocasiones en que el túnel es un infierno, y se acumulan imágenes y olores y ruidos de pasos, de una forma voraz: entonces suenan días yertos, como hielo resquebrajándose; y un horror de resurrecciones agonizantes asalta a la conciencia y le deja la edad desorientada, borracha, inservible.
    
    No se muere sólo una vez. Cualquiera lleva el peso de sus años sonando a tierra: cualquiera tropieza, perplejo, contra sus antiguas ruinas. Hay como una condición oceánica que de un modo vasto trae y lleva y confunde nuestras semanas entre el pertinaz oleaje; y comprime el pasado, y lo divide, y lo deforma. Y a veces, cuando lo restituye, cuando entre cenizas de emociones y fragmentos de rostros y esquirlas de propósitos abandonados lo restituye, trae también desde la lejanía alguna imagen del futuro: tu propio anciano arrastrando su falta de salud, o unos nietos atónitos manoseando tus inútiles fotografías.


En este poema
Otros envidian a los héroes
yo respeto mucho a los locos
Otros remedan a sus líderes
yo medito en los suicidados
Otros adoran el porvenir
yo leo estadísticas sobre la Bomba
Otros se entregan de bruces a un dios
yo aprieto los dientes y paso como puedo
Otros aparentan o tienen fortaleza
yo soy mi horror y mi disipación
Otros se llenan el pecho de himnos
casi hasta reventar de victorias
yo ausculo de la guerra y veo sólo
barro fémures y violaciones
Otros creen que el hombre es hermoso y delinque
yo creo que es inocente y sórdido
Otros creen que la cobardía y el coraje
están separados por una frontera
yo creo que el miedo y la agresión
tienen una frontera que a menudo los une
Otros envejecen entusiasmados
yo escucho la carcoma en mi juventud
Otros desearían morir sin darse cuenta
a mí me da exactamente lo mismo
Otros se hacen esclavos de su conducta
yo la busco sin fin entre mi terremoto
Otros llevan flores a sus antepasados
yo floto en el reloj con una cana negra

Ellos tienen razón      yo estorbo
Yo no deseo destruir      ellos están dispuestos
Ellos van a morir      yo también

En este poema hay carroña y angustia.

    Últimamente este blog va camino de convertirse, muy a su pesar, en un obituario. Félix Grande, uno de los mejores poetas españoles del siglo XX, renovador de la poesía en castellano, flamencólogo (él mismo tocaba la guitarra flamenca), falleció el jueves en Madrid a los 76 años. Descanse.

Tal como van las cosas, tal como va la herida, puede venir el fin desde cualquier lugar, pero caeré diciendo que era buena la vida y que valió la pena vivir y reventar (...) Ni este mundo ni yo tenemos ya remedio, pero caeré diciendo que era buena la vida (...) La adoro con cansancio, con horror, con amor.