Para Albert Hofmann
Una gota del caldode la abundancia,
de la cuba del mundo, del espíritu
del vino del Grial precipitado
en una uva, no, en una pepita
de una pepita.
Es una sola gota de apretado
rocío pero en ella
está el sol con su rosa de estallido,
el cedazo en turbión de la intemperie;
y en esa gota pura desembocan
los caudalosos ríos
de la tierra, las savias
de salvias y yuremas y beleños,
el recio jugo de la damajuana
del cactus cimarrón,
el aceite que enciende el candelabro
del estramonio, la saliva
abrasadora de la belladona
y el fermento del sueño, su hondo lúpulo.
Y allí puja el espíritu que amasa
La espora del portento.
El que fragua tronante en el caldero
Su conjuro de miel y profecía.
El que en la selva oscura nos enseña
Por boca de anaconda
Desde la amarga liana de los muertos.
De Fuego de rueda, 2006
4 comentarios:
Vorágine espiritual de sensaciones (entre ellas las alucinaciones), con qué vital euforia escribe y describe el accionar de sus sentidos... la vida como un trago de eternidad...
Pedazo de Poeta, Velasco, aunque a veces no sea fácil entenderlo. En este caso sí. Como dices, vorágine de sensaciones, incluso alucinaciones: no por nada le dedicó el poema a Albert Hofmann, el apóstol del LSD.
Sí, después de leer "Acerca de las heridas de los héroes", otro extra-ordinario poema suyo (que tienes aquí en el Crepúsculo) le escribí:
Velasco poeta, de esos que también son profetas
Capaces de describir lo que no se ve
Y de hacerte ver lo que aún está por verse
De ese tipo de poetas, sí.
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