Te has sentado en mis sillas, perfumando mi pieza.
Llovían mis propios años sobre mi pelo cano.
Discretamente heme revolcado en tristeza.
Sagrada es la inocencia con su olor a verano,
y con su olor a mundo sagrada es la belleza.
Vienen toros de nieve lamiéndome la mano;
y el Tiempo, en la ventana aplasta su cabeza.
Delicada catástrofe; desgracia taciturna.
La escasa fe maltrecha que queda se embadurna
en interrogaciones sin futuro ni afán.
Y me he quedado solo, sin sombra, mortecino,
rebuscando calor en mi aterido vino.
La vida nos engaña, las cosas se nos van.
6 comentarios:
Me gusta el poema tanto como el cuadro, que ya es decir, y viceversa.
Gran poeta, Félix Grande, uno de mis preferidos (creo que ya lo he dicho alguna, pero no me importa repetirme).
Vez. Alguna... vez
Pues yo me repito también. Me gusta muchísimo, de los que más.
Qué coherencia tiene su obra. Ojalá contagiara. Félix Grande tiene un sonido propio. Leerlo es escucharlo. Y eso que jamás oí su voz.
Un sonido propio, efectivamente.
Publicar un comentario