un charco de agua clara
en donde se reflejen nuestros rasgos.
Una vez comprobada la suma transparencia,
su textura de imagen tocada por la gracia,
conviene aproximarse con sigilo
para no despertar sospecha alguna.
Observando la orilla
con la mirada limpia de temor
es preciso entregar el alma en la tarea
de vislumbrar el límite del agua,
la piel en que reposa.
Se despegan entonces los bordes con cuidado
empujando hacia arriba con una mano en tierra.
Cuando el charco esté listo bastará incorporarse,
dar un tirón en seco, vertical,
para abrir la trampilla de las aguas.
Para evitar intrusos
hay que dejar caer durante el salto
con delicada precisión
el charco en su abertura.
Nada impide al viajero
fugarse por el hueco hacia otra parte.
2 comentarios:
Me encantó. Son como instrucciones, como un modelo para armar de un charco de agua que se engulle a sí mismo...
"Para evitar intrusos
hay que dejar caer durante el salto
con delicada precisión
el charco en su abertura..."
Experto guía turístico resultó, además, el poeta frente a un espejo.
Para mí, la primera estrofa vale por todos los versos:
"Lo más urgente es encontrar
un charco de agua clara
en donde se reflejen nuestros rasgos."
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