donde se exhiben modas de señora.
Los sombreros de paja de Florencia,
levemente dorados, mas sin brillo,
entonan con el fuego de un pañuelo
diseñado en París,
sobre el que, esbelto,
rodeado por las piedras (como gotas
de sangre) de un collar
falso hasta el éxtasis,
se eleva -incómodo, exquisito, indiferente- un zapato,
un único zapato inconcebible:
abrumador ejemplo de belleza,
catedral entrevista sin distancia
cantando con su esbelta arquitectura
un mudo “gloria en las alturas” a la
mórbida, larga, afortunada y fuerte
pierna posible que de su horma surja.
Aunque por todas partes (no ahí solo)
la gracia de un color, el acabado
perfecto de una forma, o simplemente
la noble calidad de la materia,
reclaman la atención de los viandantes,
gritan, cantan, golpean sus sentidos.
No menos dulces fueron las canciones
que tentaron a Ulises en el curso
de su desesperante singladura,
pero iba atado al palo de la nave,
y la marinería, ensordecida
de forma artificial,
al no poder oír mantuvo el rumbo.
Mas la cuestión no es ésa:
íncubos o sirenas, ángeles
derribados o en activo, todos
esos objetos manufacturados, tantas
mercaderías y brillantes bienes,
¿se acercan
desde la lejanía de un mundo diferente,
más profundo y mejor
para mostrar su perfección de seres
colmados, plenos, casi eternos,
o vienen
a contemplar la vida a la intemperie,
la indefensión cercada a cielo abierto,
al apacible tránsito del hombre
a manera de grey
por su cañada?
Así las cosas,
así las mercancías:
indiferentes, ciegos símbolos
de la felicidad, seguros
al otro lado del cristal manchado
con el aliento y la avidez de ese
tropel informe y presuroso
que vacila, se para, mira y sigue
buscando nuevas grietas en el muro.
2 comentarios:
Al final la vida se reduce a tener que vérselas con las tentaciones que el consumismo te tiene preparado, como si fuéramos todos un poco Ulises maniatados ocupando nuestro puesto o papel protagónico principal de mero espectador ("la nata contra el vidrio" diría Discépolo) de esas vidrieras que contienen la vorágine de las cosas que te ofrecen para llenar tu felicidad mientras se te pasa la vida y cada tanto lo único que cambia son las modas que intercambian los objetos para que sigas siempre en la misma queriendo tener para ser para acceder y para pertenecer a la civilización del triunfo y la vana banalidad... Irrefutable oda al consumismo del gran Ángel González.
Ángel González estará para siempre en el Olimpo de los poetas.
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