Cuando sujeto al corazón la espada,
cuando aguanto en el alma la gotera,
cuando por las ventanas
un nuevo día tuyo me penetra,
soy y estoy en la luz que me produce,
vivo en la sombra que me determina,
duermo y despierto en tu esencial aurora:
dulce como las uvas, y terrible,
conductor del azúcar y el castigo,
empapado en esperma de tu especie,
amamantado en sangre de tu herencia.
2 comentarios:
Qué decir ya de don Pablo, autoridad de la palabra, qué duda cabe...
Mientras releía se me ocurría qué tal quedaría contrapuntear su América con la de Ginsberg? Por qué no?
Exacto, por qué no? Eso está hecho... para mañana.
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