con las manos sujetas a la espalda,
nos saluda al pasar, comprueba su reloj,
acude a su quehacer sin preguntarse
si va en su dirección y en su sentido.
No sabe que a su espalda se libra una batalla,
que su mano derecha
aferra sin piedad a la otra mano,
la retiene a su antojo por la fuerza,
prisionera, infeliz, sin voluntad.
Si un buen día la mano sometida
se niega a cooperar y en un descuido
reduce a su adversaria, se hace fuerte,
toma la iniciativa, arrebatando
el rumbo de los pasos, ya se atreve
a estrenar una vida renovada…
¿qué será de ese hombre inofensivo
cuando empiece a arrojarse a la aventura,
a derrochar las suelas y el impulso,
abandonándose al azar
del encuentro feliz, recolectando
a su paso semillas y canciones?
De Refutación de la elegía, 2006
2 comentarios:
Otro gran poema de Eduardo García... Al leerlo me resonaban los ecos de aquel poema de Benedetti de mi adolescencia: "uno tiene en sus manos el color de su día, rutina o estallido..."
El gran Benedetti, siempre dando en el clavo.
Publicar un comentario