Mis antepasados inventaron la Vía Láctea,
dieron a esa intemperie el nombre de la necesidad,
al hambre le llamaron muralla del hambre,
a la pobreza le pusieron el nombre de todo lo que no es extraño a la pobreza.
Poco es lo que puede hacer un hombre con el pensamiento del hambre,
apenas dibujar un pez en el polvo de los caminos,
apenas atravesar el mar en una cruz de palo.
Mis antepasados cruzaron el mar sobre una cruz de palo,
pero no pidieron audiencia,
así que vagaron por los legajos
como los erizos y los lagartos vagan por los senderos de las aldeas.
Y llegaron a los arenales,
en los arenales la tierra es brillante como escamas de pez,
la vida en los arenales sólo tiene largos días de lluvia y luego largos días de viento.
Poco es lo que puede hacer un hombre que solo ha tenido en la vida estas cosas,
apenas quedarse dormido recostado en el pensamiento del hambre
mientras oye la conversación de los gorriones en el granero,
apenas sembrar leña de flor en la sábana de los huertos,
andar descalzo sobre la tierra brillante
y no enterrar en ella a sus hijos.
Mis antepasados inventaron la Vía Láctea,
dieron a esa intemperie el nombre de la necesidad,
atravesaron el mar sobre una cruz de palo.
Entonces pusieron nombre al hambre para que el amo del hambre
se llamara dueño de la casa del hambre
y vagaron por los caminos
como los erizos y los lagartos vagan por los senderos de las aldeas.
Poco es lo que puede hacer un hombre con las migas de la piedad,
comer pan mojado los días de lluvia a los que luego seguirán largos días de viento
y hablar de la necesidad,
hablar de la necesidad como se habla en las aldeas
de todas las cosas pequeñas que se pueden envolver con cuidado en un pañuelo.
"Los premios carecen de importancia, sobre todo cuando pienso en tantos amigos cuya obra está a años luz de la propia y que se han ido al paraíso de la utopía sin reconocimientos, como José Miguel Ullán, Rafael Estrada o Antonio Pereira, por citar solo a algunos. "Es lo que acaba de decir Juan Carlos Mestre, flamante ganador del Premio Nacional de Poesía 2008, otorgado por El Ministerio de Cultura, por su poemario La casa roja.
Mestre, autor de La poesía ha caído en desgracia, con el que obtuvo en 1992 el premio Jaime Gil de Biedma, y de La tumba de Keats, premio Jaén de poesía, ha señalado también que "los premios son fruto de la generosidad o de la equivocación". Es demasiado modesto.
Considerado un artista global por el poeta Antonio Gamoneda, el nuevo Premio Nacional de Poesía también ha acompañado con sus grabados poemas del propio Gamoneda, así como de Diego Valverde, de Miguel Ángel Muñoz Sanjuán, de Gonzalo Rojas o de Jorge Riechmann, entre otros.
Su colaboración con otros creadores y músicos como Amancio Prada, Luis Delgado o José Zárate, ha sido recogida en varias grabaciones discográficas y de esa colaboración han surgido libros como Piedra de Alma, con José María Parreño; Crónica de amor de una muchacha albina, con Rafael Pérez Estrada; Emboscados, con Amancio Prada; Bestiario apócrifo, con Álvaro Delgado; Enea y los gatos, con Javier Fernández de Molina; El Adepto, con Bruno Ceccobelli, y Arde la oscuridad, con Alfredo Erias.
El jurado que ha fallado el premio estuvo presidido por el director general del Libro, Rogelio Blanco, e integrado por Darío Xohan Cabana, Sebastián García Trujillo, Alex Susanna, Jose Carlos Quiroga, Dionisia García Sánchez, Teresa Sanz y Elena Medel, además de Joan Margarit y Olvido García Valdés, autores galardonados en la dos últimas ediciones.
dieron a esa intemperie el nombre de la necesidad,
al hambre le llamaron muralla del hambre,
a la pobreza le pusieron el nombre de todo lo que no es extraño a la pobreza.
Poco es lo que puede hacer un hombre con el pensamiento del hambre,
apenas dibujar un pez en el polvo de los caminos,
apenas atravesar el mar en una cruz de palo.
Mis antepasados cruzaron el mar sobre una cruz de palo,
pero no pidieron audiencia,
así que vagaron por los legajos
como los erizos y los lagartos vagan por los senderos de las aldeas.
Y llegaron a los arenales,
en los arenales la tierra es brillante como escamas de pez,
la vida en los arenales sólo tiene largos días de lluvia y luego largos días de viento.
Poco es lo que puede hacer un hombre que solo ha tenido en la vida estas cosas,
apenas quedarse dormido recostado en el pensamiento del hambre
mientras oye la conversación de los gorriones en el granero,
apenas sembrar leña de flor en la sábana de los huertos,
andar descalzo sobre la tierra brillante
y no enterrar en ella a sus hijos.
Mis antepasados inventaron la Vía Láctea,
dieron a esa intemperie el nombre de la necesidad,
atravesaron el mar sobre una cruz de palo.
Entonces pusieron nombre al hambre para que el amo del hambre
se llamara dueño de la casa del hambre
y vagaron por los caminos
como los erizos y los lagartos vagan por los senderos de las aldeas.
Poco es lo que puede hacer un hombre con las migas de la piedad,
comer pan mojado los días de lluvia a los que luego seguirán largos días de viento
y hablar de la necesidad,
hablar de la necesidad como se habla en las aldeas
de todas las cosas pequeñas que se pueden envolver con cuidado en un pañuelo.
"Los premios carecen de importancia, sobre todo cuando pienso en tantos amigos cuya obra está a años luz de la propia y que se han ido al paraíso de la utopía sin reconocimientos, como José Miguel Ullán, Rafael Estrada o Antonio Pereira, por citar solo a algunos. "Es lo que acaba de decir Juan Carlos Mestre, flamante ganador del Premio Nacional de Poesía 2008, otorgado por El Ministerio de Cultura, por su poemario La casa roja.
Mestre, autor de La poesía ha caído en desgracia, con el que obtuvo en 1992 el premio Jaime Gil de Biedma, y de La tumba de Keats, premio Jaén de poesía, ha señalado también que "los premios son fruto de la generosidad o de la equivocación". Es demasiado modesto.
Considerado un artista global por el poeta Antonio Gamoneda, el nuevo Premio Nacional de Poesía también ha acompañado con sus grabados poemas del propio Gamoneda, así como de Diego Valverde, de Miguel Ángel Muñoz Sanjuán, de Gonzalo Rojas o de Jorge Riechmann, entre otros.
Su colaboración con otros creadores y músicos como Amancio Prada, Luis Delgado o José Zárate, ha sido recogida en varias grabaciones discográficas y de esa colaboración han surgido libros como Piedra de Alma, con José María Parreño; Crónica de amor de una muchacha albina, con Rafael Pérez Estrada; Emboscados, con Amancio Prada; Bestiario apócrifo, con Álvaro Delgado; Enea y los gatos, con Javier Fernández de Molina; El Adepto, con Bruno Ceccobelli, y Arde la oscuridad, con Alfredo Erias.
El jurado que ha fallado el premio estuvo presidido por el director general del Libro, Rogelio Blanco, e integrado por Darío Xohan Cabana, Sebastián García Trujillo, Alex Susanna, Jose Carlos Quiroga, Dionisia García Sánchez, Teresa Sanz y Elena Medel, además de Joan Margarit y Olvido García Valdés, autores galardonados en la dos últimas ediciones.
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