y ha hecho su faena
y ha leído su lectura
y ha escrito lo suyo—
uno baja a la calle y va al puesto de hot-dogs,
a una cuadra de aquí en la otra acera.
Una tarde sofocante en el Harlem del Este en el siglo veinte.
Muchas de las ventanas tienen cartones,
salen unas ratas de un saco—
y con la cola de fuera, en un puerco garage,
un largo Cadillac brillante;
junto a la puerta de vidrio de la clínica para drogadictos
un hombre que quisiera quebrarte el espinazo.
Pero también hay una mujer morena con una niña de
vestidito rosado.
Salchichas salchichas crepitan en la plancha
donde se inclina el vendedor de hot-dogs
nada en el mostrador
más que los dos aparatos de siempre,
el de jugo de uvas, vacío, y el de jugo de naranja, vacío,
y entre los dos aparatos yo me enfrento con él.
Se acerca un muchacho negro, mira los hot-dogs, y sigue
su camino.
Yo observo al hombre que está vertiendo
en la forma acostumbrada
morado encendido donde dice NARANJA
anaranjado donde dice UVA,
el jugo de uva en el aparato que dice NARANJA
el jugo de naranja en el de UVA.
Sólo la palabra grandota y clara, inconfundible, en cada
aparato.
Yo le pregunto: ¿Cómo podemos seguir leyendo
y encontrarle sentido a lo que leemos?
—¿Cómo pueden ellos escribir y creer en lo que escriben,
los jóvenes de la acera de enfrente,
mientras tú echas uva en NARANJA
y naranja donde dice UVA?—
(¿Cómo vamos nosotros a creer lo que leemos y escribimos
y oímos y decimos y hacemos?)
Él mira a los dos aparatos y sonríe
y se encoje de hombros y sonríe y echa más.
Podría ser violencia y no violencia
podría ser blanco y negro hombre y mujer
podría ser guerra y paz o cualquier
sistema binario, amor y odio, amigo, enemigo.
Sí y no, ser y no ser, lo que hacemos y lo que no hacemos.
En una esquina del Harlem del Este
basura, lectura, una amplia sonrisa, estupro,
olvido, una calle caliente de crimen,
miseria, esperanza marchita,
un hombre sigue echando uva en NARANJA
y naranja donde dice UVA,
echando naranja en UVA y uva en NARANJA para siempre.
Traducción de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal
2 comentarios:
Por qué no. Todo es también una forma de nada. Infierno celestial y cielo infernal. Luz oscura y sombras encendidas. Cada cosa toma su lugar. El espíritu del Harlem suena así, nunca va a desarmonizar...
Este poema es puro Harlem, o la imagen que nos han ido transmitiendo películas y escritos sobre el barrio maldito/bendito de Nueva York.
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