aquí, alejados hasta donde es posible del campo,
aquí donde los amos de la política
se ufanan del petróleo,
untados de óleo,
petróleo de sus pozos ladrones,
donde dinero y piedra y oraciones se combinan,
aquí en Washington, D. C.,
aquí donde los pecados se refinan y refinan,
aquí donde se imitan los mismos muros de Roma,
los templos y columnas del Imperio de Roma,
nos acordamos de los días en que los tigrillos mantenían
despierto
el campamento, y nos daban miedo,
cuando el puercoespín y el osito tierno agitaban la maleza,
y el viento más amistoso nos parecía frío y malcriado.
Nos acordamos del terror de las noches con hoguera,
de cómo esperábamos besar bien a la tierra,
a pesar del temor, y no esperábamos del todo en vano,
de cómo esperábamos días salvajes, limpios en el poder,
de cómo buscábamos la hermosa hora de las cabañas,
de cómo pensábamos gobernar,
llevando a los hombres a la cabaña de una escuela solitaria.
Nos acordamos de nuestro orgullo pionero americano,
de nuestro altivo desafiar que no ha muerto todavía
aquí, por así decirlo, en el centro de la ruidosa Roma,
en Washington D. C.
donde se imitan los mismos muros de Roma.
Traducción de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal
2 comentarios:
Nunca lo había leído, mejor es decir escuchado como suena, retumba diría, en instantáneas y memorias...
el centro de la ruidosa Roma,
en Washington D. C.
donde se imitan los mismos muros de Roma.
Seguimos siendo romanos, amigo, para lo bueno y para lo malo.
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