Chet Baker - Like Someone In Love

domingo, 1 de febrero de 2015

Elegías de Duino/ 1 - Rainer Maria Rilke - República Checa (Imperio Austrohúngaro)


DIE ERSTE ELEGIE

Wer, wenn ich schriee, hörte mich denn aus der Engel
Ordnungen? und gesetzt selbst, es nähme
einer mich plötzlich ans Herz: ich verginge von seinem
stärkeren Dasein. Denn das Schöne ist nichts
als des Schrecklichen Anfang, den wir noch grade ertragen,
und wir bewundern es so, weil es gelassen verschmäht,
uns zu zerstören. Ein jeder Engel ist schrecklich.
Und so verhalt ich mich denn und verschlucke den Lockruf
dunkelen Schluchzens. Ach, wen vermögen
wir denn zu brauchen? Engel nicht, Menschen nicht,
und die findigen Tiere merken es schon,
daß wir nicht sehr verläßlich zu Haus sind
in der gedeuteten Welt. Es bleibt uns vielleicht
irgend ein Baum an dem Abhang, daß wir ihn täglich
wiedersähen; es bleibt uns die Straße von gestern
und das verzogene Treusein einer Gewohnheit,
der es bei uns gefiel, und so blieb sie und ging nicht.
O und die Nacht, die Nacht, wenn der Wind voller Weltraum
uns am Angesicht zehrt –, wem bliebe sie nicht, die ersehnte,
sanft enttäuschende, welche dem einzelnen Herzen
mühsam bevorsteht. Ist sie den Liebenden leichter?
Ach, sie verdecken sich nur mit einander ihr Los.
Weißt du's noch nicht? Wirf aus den Armen die Leere
zu den Räumen hinzu, die wir atmen; vielleicht daß die Vögel
die erweiterte Luft fühlen mit innigerm Flug.

Ja, die Frühlinge brauchten dich wohl. Es muteten manche
Sterne dir zu, daß du sie spürtest. Es hob
sich eine Woge heran im Vergangenen, oder
da du vorüberkamst am geöffneten Fenster,
gab eine Geige sich hin. Das alles war Auftrag.
Aber bewältigtest du's? Warst du nicht immer
noch von Erwartung zerstreut, als kündigte alles
eine Geliebte dir an? (Wo willst du sie bergen,
da doch die großen fremden Gedanken bei dir
aus und ein gehn und öfters bleiben bei Nacht.)
Sehnt es dich aber, so singe die Liebenden; lange
noch nicht unsterblich genug ist ihr berühmtes Gefühl.
Jene, du neidest sie fast, Verlassenen, die du
so viel liebender fandst als die Gestillten. Beginn
immer von neuem die nie zu erreichende Preisung;
denk: es erhält sich der Held, selbst der Untergang war ihm
nur ein Vorwand, zu sein: seine letzte Geburt.
Aber die Liebenden nimmt die erschöpfte Natur
in sich zurück, als wären nicht zweimal die Kräfte,
dieses zu leisten. Hast du der Gaspara Stampa
denn genügend gedacht, daß irgend ein Mädchen,
dem der Geliebte entging, am gesteigerten Beispiel
dieser Liebenden fühlt: daß ich würde wie sie?
Sollen nicht endlich uns diese ältesten Schmerzen
fruchtbarer werden? Ist es nicht Zeit, daß wir liebend
uns vom Geliebten befrein und es bebend bestehn:
wie der Pfeil die Sehne besteht, um gesammelt im Absprung
mehr zu sein als er selbst. Denn Bleiben ist nirgends.

Stimmen, Stimmen. Höre, mein Herz, wie sonst nur
Heilige hörten: daß sie der riesige Ruf
aufhob vom Boden; sie aber knieten,
Unmögliche, weiter und achtetens nicht:
So waren sie hörend. Nicht, daß du Gottes ertrügest
die Stimme, bei weitem. Aber das Wehende höre,
die ununterbrochene Nachricht, die aus Stille sich bildet.
Es rauscht jetzt von jenen jungen Toten zu dir.
Wo immer du eintratst, redete nicht in Kirchen
zu Rom und Neapel ruhig ihr Schicksal dich an?
Oder es trug eine Inschrift sich erhaben dir auf,
wie neulich die Tafel in Santa Maria Formosa.
Was sie mir wollen? leise soll ich des Unrechts
Anschein abtun, der ihrer Geister
reine Bewegung manchmal ein wenig behindert.

Freilich ist es seltsam, die Erde nicht mehr zu bewohnen,
kaum erlernte Gebräuche nicht mehr zu üben,
Rosen, und andern eigens versprechenden Dingen
nicht die Bedeutung menschlicher Zukunft zu geben;
das, was man war in unendlich ängstlichen Händen,
nicht mehr zu sein, und selbst den eigenen Namen
wegzulassen wie ein zerbrochenes Spielzeug.
Seltsam, die Wünsche nicht weiter zu wünschen. Seltsam,
alles, was sich bezog, so lose im Raume
flattern zu sehen. Und das Totsein ist mühsam
und voller Nachholn, daß man allmählich ein wenig
Ewigkeit spürt. – Aber Lebendige machen
alle den Fehler, daß sie zu stark unterscheiden.
Engel (sagt man) wüßten oft nicht, ob sie unter
Lebenden gehn oder Toten. Die ewige Strömung
reißt durch beide Bereiche alle Alter
immer mit sich und übertönt sie in beiden.

Schließlich brauchen sie uns nicht mehr, die Früheentrückten,
man entwöhnt sich des Irdischen sanft, wie man den Brüsten
milde der Mutter entwächst. Aber wir, die so große
Geheimnisse brauchen, denen aus Trauer so oft
seliger Fortschritt entspringt –: könnten wir sein ohne sie?
Ist die Sage umsonst, daß einst in der Klage um Linos
wagende erste Musik dürre Erstarrung durchdrang;
daß erst im erschrockenen Raum, dem ein beinah göttlicher Jüngling
plötzlich für immer enttrat, das Leere in jene
Schwingung geriet, die uns jetzt hinreißt und tröstet und hilft.


PRIMERA ELEGÍA*

¿Quién, si yo gritara, me escucharía
en los órdenes celestes? Y si un ángel1
de pronto me ciñera contra su corazón,
la fuerza de su ser me anularía;
porque la belleza no es sino la iniciación
de lo terrible: un algo que nosotros
podemos admirar y soportar
tan sólo en la medida en que se aviene,
desdeñoso, a existir sin destruirnos.
Todo ángel es terrible. Así yo, ahora,
me reprimo y sepulto en mi pecho
el oscuro sollozo de mi grito de reclamo.
¿A quién podemos recurrir?
Ni a los hombres ni a los ángeles.
Incluso las bestias, astutas, se percatan
de que es torpe e inseguro nuestro paso
que yerra por un mundo interpretado.
Tal vez, quién sabe, pudiera socorrernos
ese árbol que en la solitaria ladera
contemplamos diariamente,
o el camino de ayer y la remisa
lealtad de una costumbre que habituada
a nosotros, prosigue a nuestra vera.
¡Oh, y la noche, la noche...! Cuando el viento
lleno de espacios cósmicos nos roe
las mejillas, ¿a quién no se dará
esa sutil desilusionadora,
esa anhelada presencia ineludible
que ha de arrostrar por fuerza el corazón
solitario? ¿Acaso será menos penosa
para los amantes?
Con su presencia ¡ay! se encubren uno al otro
su destino. ¿Lo ignoras todavía?
Arroja ya el vacío que ciñes con tus brazos
al vacío del viento que respiras.
Tal vez las aves en su vuelo íntimo
sientan en toda su amplitud el aire.

Sí,
las primaveras te necesitaban.
Infinitas estrellas esperaron
que tú las contemplaras. Tal vez en el pasado
viste elevarse una ola henchida o desde una ventana abierta
la sonoridad de un violín se te entregó.
Todo era mensaje.
Pero dime, ¿supiste tú abarcarlo?
¿No te hallabas disperso, perdido en tu esperanza,
como si todo y siempre te anunciase
una amada? (Dí, ¿cómo podrías esconderla,
y dónde, si los grandes y extraños pensamientos
que pasan por tu ser quedan contigo
y perduran en tu noche?) Mas si aún sientes nostalgia,
canta a los enamorados:
nadie inmortalizó con adecuada
largueza su afamado sentimiento.
Sí, canta
a las abandonadas que tú encuentras,
casi envidiándolas, más amorosas
que las correspondidas satisfechas.
Comienza una vez más la jamás lograda
loa. Y piensa: el héroe se mantiene sin cesar
a tal punto que su propia muerte
sólo es un pretexto para su nacer definitivo.
Pero ¡ay! a los amantes,
fatigada, la naturaleza
los recobra en su seno, ya sin fuerzas
para crearlos nuevamente.
¿Acaso
conseguiste exaltar cumplidamente
la pasión de Gaspara Stampa2,
de tal modo que alguna abandonada,
emulando su ejemplo,
dijera: -"Si yo fuese como ella..."?
Estas antiguas amarguras
¿no debieran sernos más fecundas?
¿No es ya hora de que amando nos libremos
de la persona amada, reprimiéndonos
trémulamente como la flecha se afirma
en la cuerda del arco para ser en el salto
más de lo que fue?
Pues no hay que detenerse.

¡Voces, voces! Escucha, corazón,
como sólo los santos escucharon,
los santos a quienes la inmensa llamada levantó
de la tierra sin que ellos, imposibles,
dejaran de seguir absortos, de rodillas,
sin atender a nada, consagrados a oir.
Y no es que puedas soportar la voz
de Dios, no; pero escucha el lastimero
soplo del espacio:
ese ininterrumpido mensaje que se forma
del silencio y que vive hacia ti, murmurando,
desde los que murieron jóvenes.
Donde quiera que entraras, en los templos
de Roma y Nápoles, ¿no te decían,
serenos, su destino? ¿O en cualquier epitafio,
como recientemente
-allí en Santa María Formosa3- aquella lápida?
¿Qué desean de mí? Sí, he de borrar quedamente
de ellos esa apariencia de injusticia
que, a veces, cohibe
el puro movimiento de su espíritu.

Ciertamente es extraño no habitar ya la tierra,
no seguir practicando unas costumbres
apenas aprendidas;
no dar, no atribuir significados
de futura realidad humana ni a las rosas
ni a esas cosas que son ofrecimientos
sin fin. No ser lo que se era
en la infinita angustia de esas manos;
tener que desprenderse hasta del propio nombre,
como quien lanza, lejos de sí, un juguete roto.
Extraño es no volver a desear
los deseos. Extraño es ver, deshecho,
disperso en el espacio todo aquello
que estuvo unido.
Y es penoso estar muerto,
y muy arduo recobrar, poco a poco,
un asomo de eternidad.
Pero todos los vivos cometen el error
de querer distinguir con excesiva
nitidez. Los ángeles -se dice-
ignoran a veces si están entre los vivos
quizás, o entre los muertos. El eterno
torrente arrastra las edades todas
por ambos reinos y sobrepone en ellos
la fuerza de su voz.

Pero, en fin, los urgidos prematuros
que se marcharon ya, no necesitan
de nosotros. Con lenta y paulatina
remisión va perdiéndose
la arraigada costumbre de lo terreno, como
se pierde hasta el apego que nos une
a los tiernos pechos de una madre.
Pero nosotros, que necesitamos
de tan grandes misterios;
nosotros, para quienes del duelo mismo
surge un  progreso bienhadado,
¿podríamos vivir sin ellos?
¿Es vana la leyenda según la cual, antaño,
en la lamentación por Linos4,
atrevida, la primigenia música
penetró la estéril rigidez de las esferas,
y entonces, en los ámbitos atónitos,
(que un efebo, un doncel casi divino,
abandonó de pronto y para siempre),
el vacío inició su vibración... -la misma
que aún nos arrebata, consuela y reconforta?
De Elegías de Duino, 1912-1922
Versión de Uwe Frisch

* Enviada a la Princesa Marie von Thurn und Taxis-Hohenlohe desde el castillo de Duino, en la costa del mar Adriático, el 21 de enero de 1912. 
1 "El ‘ángel' de las Elegías, escribió el propio Rilke en carta a Witold Hulewicz en 1925, no tiene nada que ver con el ángel del cielo cristiano (antes más bien con las representaciones angélicas del Islam)". Tampoco es una figura meramente estética o erótica, a la manera de muchos motivos angélicos-efébicos del arte moderno, como los de Cocteau. Rilke se imagina ángeles viriles y con barba, no púberes ni andróginos; dice en Los cuadernos de Malte Laurids Brigge: “Si es cierto que los ángeles son machos, se puede decir que tenía un acento macho en la voz: una virilidad resplandeciente”. 
Gaspara Stampa, aristócrata italiana nacida en Padua en 1523 y muerta en Venecia en 1554, dejó una colección de cerca de doscientos sonetos que hablan de su amor -inicialmente feliz y con posterioridad no correspondido- por Collatino di Collalto, príncipe de Trevi. 
3 En 1911 Rilke vio en esa iglesia de Venecia un altivo epitafio desengañado de un tal Hermann Wilhelm o Hermanus Gulielmus, de 1593. Entre otras cosas dice: “En vida viví para los demás; ahora, después de la muerte, no he perecido, sino que vivo en mármol frío para mí mismo”.
4 Linos, joven poeta contemporáneo de Orfeo cuya muerte, según el correspondiente mito griego, sumió a los circunstantes en tal estupor que éste último se vio precisado a inventar la música para reanimarlos, componiendo con ello la primera lamentación.

11 comentarios:

Sirgatopardo dijo...

Uno de los más grandes de las letras alemanas.

Juan Nadie dijo...

Sin duda. Un poco difícil de leer, pero una poética impresionante. Yo no sé aleman, pero la musicalidad de sus poemas, incluso traducidos, es deslumbrante.

marian dijo...

De acuerdo con los dos, pero te entra un desasosiego...

carlos perrotti dijo...

Mística melancolía. Para disfrutar su lectura y estudiar cómo construyó su elegía... "Extraño es no volver a desear los deseos. Extraño es ver, deshecho, disperso en el espacio todo aquello que estuvo unido." De estas tiene decenas.

Juan Nadie dijo...

Desasosiego y melancolía, sí.
A veces, ya digo, es difícil -o a mí me lo resulta- pero las notas ayudan un poco a entenderlo.

Menos mal que parece que os gusta, porque os pienso martirizar un poco: durante todo el mes de febrero y parte de marzo irán saliendo todas las elegías (10), intercaladas con la prosa poética de Umbral, que por cierto admiraba a Rilke, hablaba mucho de él en sus libros.

carlos perrotti dijo...

No puedo esperar... sobretodo lo que no tengo de Umbral.

Juan Nadie dijo...

Saldrá todo seguido. De Umbral daré unos cuantos estractos de "Mortal y rosa", que quizá hayas leído.

carlos perrotti dijo...

Hay un pdf incompleto en internet. Sólo eso. Lo que leí es conmocionante.

Juan Nadie dijo...

Y tanto. He tenido problemas para elegir los párrafos que mejor cuadrasen a lo que quería mostrar. Habría puesto todo el libro, pero eso sería excesivo.
Hay que leerlo completo.

marian dijo...

Diez de Rilke, estupendo, pero como nos dé un ataque de melancolía te vamos a pedir daños y perjuicios.

Juan Nadie dijo...

Pues prepárete, porque entre Rilke y Umbral nos vamos a enterar.