IV
EL PASO DE LOS AÑOS
ELLA (un martes):
La melancolía no te sirve ya para nada:
sólo para escupir sobre el cesto de papeles,
sólo para escupir sobre el cesto de papeles,
lamentar el final de tu amada botella de ginebra
y decidirte a no ir más a ese sucio cine de Holesovice
donde te espera Zdena con la nariz helada como un perro.
Ahora te levantas tardísimo
y en el espejo tu lengua luce blanca y amarga,
tampoco esas rotundas marchas hitlerianas
sirven para azuzarte más el corazón matutino.
Es propio de una juventud como la tuya,
demasiado larga, quiero decir.
Ni el olvido es la tormenta que imaginaste:
tan solo un tenue velo de color amarillo
cayendo por su propio peso en el acuario de las orquídeas.
Tendrás una madurez común,
disputarás con tus hijos la lonja más gorda del steak familiar
y para poner sabor dramático en tu vida
te bastarán ciertos sábados con Beethoven y Bach.
Ésa es la gloria bíblica.
Cada quinientos años nace un hombre que escapa a esta ley.
Lo demás es cuestión de tu orgullo, espejismos.
YO:
Notable esfuerzo para acusarme
de tener citas con Zdena.
La estupidez y la falta de sueño
son las únicas causas de la vejez.
Con mi (lo acepto) irritante brillantez
y con saltar de la cama a las doce del día
pienso seguir siendo un muchacho por treinta años más.
Luego me derrumbaré (por respeto a mis hijos)
y mi epitafio será falso y piadoso:
"Entre los 26 y los 27 años,
etapa que se prolongó durante toda su vida,
fue el hombre más inteligente del mundo.
Después se casó".
3 comentarios:
"Entre los 26 y los 27 años,
etapa que se prolongó durante toda su vida,
fue el hombre más inteligente del mundo.
Después se casó"
Un resumen genial.
Pobrico!!
Y ella...
Genial texto.
Un abrazo.
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