Las cosas suceden así,
sencillamente:
Vuelven del trabajo
con sabor de cal viva entre los dientes.
la esposa les contempla con costumbre.
-¿Quién dice amor, si la palabra estalla?-.
Y cogen del pan,
como si fuera barro y arena,
un puñado tan sólo.
(Es pan de pobres, desalado y negro
y triste como el silencio de la casa toda.)
Y se marchan.
La esposa les oye cerrar la puerta,
pero no dice nada. ¡Está tan cansada!
Prefiere aquella fría soledad
con olor de abandono.
Pudiera recordar su juventud y dormir,
pero ¿quién sueña o duerme?
Los pobres no recuerdan;
mueren como las piedras roídas de las murallas.
Ellos, en tanto, beben
un agrio vino con sabor de azufre;
y si ríen y gritan y golpean,
es porque -¡Dios, qué vida!-
da rabia beber sin alegría.
Acaso entonces lleguen hombres
de esos que velan por la paz de las familias,
y les hablen del dulce amor de las esposas
y del descanso junto al fuego,
escuchando, por la radio, una dulce canción,
mientras los niños buscan en el atlas
países coronados de yedras o corales...
Si esto sucede, gritan con más fuerza
y beben más vino agrio con sabor de azufre,
hasta que ya no saben dónde tienen los ojos,
ni por qué les duele el corazón.
Les arrojan con prisa.
La calle es larga, y en el firmamento
las estrellas relucen.
Regresan a la casa -¡oh dulce hogar!- llorando.
La esposa les contempla con costumbre.
-¿Quién dice amor, si la palabra estalla?-.
sencillamente:
Vuelven del trabajo
con sabor de cal viva entre los dientes.
la esposa les contempla con costumbre.
-¿Quién dice amor, si la palabra estalla?-.
Y cogen del pan,
como si fuera barro y arena,
un puñado tan sólo.
(Es pan de pobres, desalado y negro
y triste como el silencio de la casa toda.)
Y se marchan.
La esposa les oye cerrar la puerta,
pero no dice nada. ¡Está tan cansada!
Prefiere aquella fría soledad
con olor de abandono.
Pudiera recordar su juventud y dormir,
pero ¿quién sueña o duerme?
Los pobres no recuerdan;
mueren como las piedras roídas de las murallas.
Ellos, en tanto, beben
un agrio vino con sabor de azufre;
y si ríen y gritan y golpean,
es porque -¡Dios, qué vida!-
da rabia beber sin alegría.
Acaso entonces lleguen hombres
de esos que velan por la paz de las familias,
y les hablen del dulce amor de las esposas
y del descanso junto al fuego,
escuchando, por la radio, una dulce canción,
mientras los niños buscan en el atlas
países coronados de yedras o corales...
Si esto sucede, gritan con más fuerza
y beben más vino agrio con sabor de azufre,
hasta que ya no saben dónde tienen los ojos,
ni por qué les duele el corazón.
Les arrojan con prisa.
La calle es larga, y en el firmamento
las estrellas relucen.
Regresan a la casa -¡oh dulce hogar!- llorando.
La esposa les contempla con costumbre.
-¿Quién dice amor, si la palabra estalla?-.
Conocidísimo poema de Victoriano Crémer, poeta y periodista burgalés fallecido ayer en León a los 102 años. Luchador antifranquista desde posiciones anarcosindicalistas y fundador de la revista Espadaña, ha seguido publicando cada día su artículo en 'El Diario de León', en una sección titulada 'Crémer contra Crémer', incluso después de ingresar en el hospital, gracias a que dejaba siempre textos por adelantado.
"¿Cómo que tengo que quedarme ingresado? Oiga, yo tengo mucho trabajo", decía el lunes pasado a los estupefactos médicos y enfermeras del hospital.
Crémer, hijo de un trabajador de ferrocarriles del norte de España, ejerció durante su dilatada vida como vendedor de periódicos, mancebo de botica, tipógrafo, amanuense, locutor, poeta... y periodista autodidacta.
Cronista oficial de León, fue Premio Nacional de Poesía en 1963, Premio Castilla y León de las Letras en 1994, Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma en 2008, Medalla de Oro al Mérito del Trabajo en 2007, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2009...
"Morir es una costumbre que suele tener la gente (...) la cama vacía es lo que queda después de haber vivido", decía el poeta.
2 comentarios:
Me a gustado mucho.
Fuerte y triste a la vez, ya sabes que no entiendo nada de poesía pero al leer esto me a movido por dentro. Me encanta que algo me haga sentir cosas y el Victoriano parece que lo consigue.
Tendré que hacérmelo mirar.
Una persona, un poeta más, que desconocía. Y sin embargo no parece que fuera "alguien más", nadie lo es, es verdad, pero él, menos que nadie.
Impresiona la información que adjuntas a la poesía, Juan Nadie.
Tú sueles decir: Descanse.
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