LA fiebre, ese fuego secreto que mi madre buscaba en sí, que buscaba en mí, como luego me lo buscaba yo mismo, como lo busco ahora en mi hijo.
La fiebre, la llama quieta que crece por la sangre, ese miedo que me asusta como nada, ese quemarse el cuerpo y la vida en un incendio lento y mudo. La fiebre, porqué la fiebre, de dónde, y sus crepúsculos internos agrandándose hasta los ojos, torturando las sienes, haciendo restallar las manos.
La fiebre del hijo, el fuego en que me arde, la hoguera inexistente en que se quema, el abismo rojo donde le pierdo. La fiebre y el horror. Cómo se puede vivir en el horror. Se puede. La muerte en torno, la fiebre ondeando sus fatigadas banderas, el miedo. Pero se puede vivir -y esto es lo atroz- en la entrada misma del horror. También el horror puede llegar a ser de alguna manera confortable. Tener a un ser en la muerte es tenerlo ya seguro, a salvo, fijo, como una estrella, libre de todos los peligros, más allá de todas las riadas de la vida.
Comprar una lámpara, un día se sale a comprar una lámpara, tenemos que comprar una lámpara, y se vuelve a casa con la fiebre, con el mal, con el miedo. Esas cosas de que se hace la vida. [...]
PERO el niño es sagrado. La vida se sacraliza en los niños, tiene su instante celeste y único en la carne dorada del hijo. Hay una acumulación de pureza, una aglomeración de tiempo y presente en el cuerpo desnudo del niño, en su vida desnuda, una decantación de la luz y de la palabra, y por eso la vida es sacrílega cuando profana al niño, cuando atenta contra él. La vida es suicida y necia cuando se encarniza contra el niño, se niega a sí misma, y el mal de los niños tiene todo el horror de una profanación. Un niño enfermo es una blasfemia que profiere la vida. Por el mal de los niños descubrimos que "la vida no es noble, ni buena, ni sagrada". Descubrimos lo que la vida tiene de alimaña ciega, de cebarse en sí misma. Casi todos los movimientos del universo son estúpidos, y el atentado contra la vida del niño es una destrucción de la única sacralidad de la existencia. La biología es blasfematoria. La sacralidad del niño es algo que alumbra milagrosamente en el universo, pero el légamo original acaba siempre por decir su palabra horrible contra la vida. Un niño enfermo es la visualización del suicidio incesante de la especie, es, más que un crimen, una profanación, y después de esto sólo queda la mera rutina vegetativa, abolida toda posibilidad de ascensión del hombre a sí mismo.
La fiebre, la llama quieta que crece por la sangre, ese miedo que me asusta como nada, ese quemarse el cuerpo y la vida en un incendio lento y mudo. La fiebre, porqué la fiebre, de dónde, y sus crepúsculos internos agrandándose hasta los ojos, torturando las sienes, haciendo restallar las manos.
La fiebre del hijo, el fuego en que me arde, la hoguera inexistente en que se quema, el abismo rojo donde le pierdo. La fiebre y el horror. Cómo se puede vivir en el horror. Se puede. La muerte en torno, la fiebre ondeando sus fatigadas banderas, el miedo. Pero se puede vivir -y esto es lo atroz- en la entrada misma del horror. También el horror puede llegar a ser de alguna manera confortable. Tener a un ser en la muerte es tenerlo ya seguro, a salvo, fijo, como una estrella, libre de todos los peligros, más allá de todas las riadas de la vida.
Comprar una lámpara, un día se sale a comprar una lámpara, tenemos que comprar una lámpara, y se vuelve a casa con la fiebre, con el mal, con el miedo. Esas cosas de que se hace la vida. [...]
PERO el niño es sagrado. La vida se sacraliza en los niños, tiene su instante celeste y único en la carne dorada del hijo. Hay una acumulación de pureza, una aglomeración de tiempo y presente en el cuerpo desnudo del niño, en su vida desnuda, una decantación de la luz y de la palabra, y por eso la vida es sacrílega cuando profana al niño, cuando atenta contra él. La vida es suicida y necia cuando se encarniza contra el niño, se niega a sí misma, y el mal de los niños tiene todo el horror de una profanación. Un niño enfermo es una blasfemia que profiere la vida. Por el mal de los niños descubrimos que "la vida no es noble, ni buena, ni sagrada". Descubrimos lo que la vida tiene de alimaña ciega, de cebarse en sí misma. Casi todos los movimientos del universo son estúpidos, y el atentado contra la vida del niño es una destrucción de la única sacralidad de la existencia. La biología es blasfematoria. La sacralidad del niño es algo que alumbra milagrosamente en el universo, pero el légamo original acaba siempre por decir su palabra horrible contra la vida. Un niño enfermo es la visualización del suicidio incesante de la especie, es, más que un crimen, una profanación, y después de esto sólo queda la mera rutina vegetativa, abolida toda posibilidad de ascensión del hombre a sí mismo.
10 comentarios:
"La biología es blasfematoria".
Por eso hay gente que tiene fe, y otros se aprovechan de ello...
Un niño enfermo es la visualización del suicidio incesante de la especie, es, más que un crimen, una profanación, y después de esto sólo queda la mera rutina vegetativa, abolida toda posibilidad de ascensión del hombre a sí mismo.
Umbral es tan grande que hasta lograr mostrar su ira repleta de ternura. Grande entre los más grandes.
Ya lo tengo, y con prólogo de Félix Grande...
"...Pero solo a un sirviente de la palabra poética, solo a un esclavo de la misericordia del lenguaje en que se calma el terror de la tribu, le es expiatorio de transformar el sufrimiento más ininteligible del mundo en una ensangrentada explosión de "belleza convulsa" y en un resuello de pasmosa piedad..."
"..."Estaba tan aturdido de dolor que no se daba cuenta de que escribía un monumento a la literatura..."
(le es ofrecido el don expiatorio)
Hablando de gandres... Félix, un poeta enorme, y qué razón tiene: "Estaba tan aturdido de dolor que no se daba cuenta de que escribía un monumento a la literatura..."
No puedo entrar a leer Gilgamesh... y ganas no me faltan.
Tranquilo, ha sido la enésima metedura de pata de quien suscribe. Saldrá más adelante.
Todo bien. La espero...
De todas maneras, hay en el blog dos capítulos del Poema que salieron hace tiempo.
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