Toko-Waly, tío mío, ¿te acuerdas de las noches de antaño
cuando posaba mi cabeza en tu paciente espalda?
¿O dándome la mano, tu mano me guiaba por tinieblas y signos?
Los campos son flores de gusanos relucientes; las estrellas se posan
en la hierba en los árboles.
El silencio alrededor,
sólo el runruneo del perfume de los matorrales, colmenas
de abeja que dominan la endeble vibración de los grillos,
el tam-tam velado de la respiración a lo lejos de la noche.
Tú, Toko-waly, tú escuchas lo inaudible,
y me explicas los signos de los antepasados en la serenidad marina
de las constelaciones:
el Toro, el Escorpión, el Leopardo, el Elefante, los peces familiares
y la pompa láctea de los Espíritus por el cerco celeste
que nunca termina.
Pero he ahí la inteligencia de la diosa Luna y
los velos de las tinieblas caen.
Noche de África, mi noche negra, mística y clara, negra y brillante.
Tú reposas con la tierra misma, tú eres la tierra y las colinas armoniosas.
¡Oh, belleza clásica que no es ángulo, sino línea elástica, elegante, esbelta!
¡Oh, rostro clásico desde la frente combada hasta el bosque de aromas.
Y los grandes ojos oblicuos hasta la bahía graciosa del mentón.
Y el impulso fogoso de las colinas gemelas!
¡Oh, curvas de dulzura, rostro melodioso!
¡Oh, mi Leona, mi Belleza negra, mi Noche negra, mi Negra, mi Desnuda!
¡Ah!, cuántas veces has hecho latir mi corazón como el
leopardo indómito en su estrecha jaula.
Noche que me libera de las razones, de los salones, de los sofismas,
de las piruetas, de los pretextos, de los odios calculados,
de las matanzas humanizadas.
Noche que funde todas mis contradicciones, todas las contradicciones
en la unidad de la primera negritud.
2 comentarios:
Poesía al desnudo.
Es más, salida directamente de la naturaleza.
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