no vayas, Pepe Hierro, a Cartagena.
Te hemos querido tanto, toma vino
o toma este chinchón carminativo.
Poeta carminativo, vuelve a casa,
mira que hay mucha tos por las esquinas,
mira que hay mucha luz en nuestro cielo.
No te mueras, poeta, yo te llevaré a Ávila,
y robarás el viento en la muralla,
probarás esas ostras del hotel,
de las que tú me dabas a probar,
como urgentes sonetos que han llegado
desde la luna hasta este pedregal.
Volvamos a por vino a aquella noche,
no te mueras, joder, amigo ronco,
tose tu enfermedad como un gran hombre,
tose tu soledad de gatopardo.
No te quedes sin voz
al costado sombrío de los buques,
no te entregues al duelo militar,
mira lo que te he escrito,
vive, Pepe,
no eres el que mejor tose en Cartagena.
Ayer se cumplió un año de la muerte de Umbral y casi seis de la de José Hierro. En otro lugar de esta bitácora se da cuenta de la próxima aparición -en otoño- de los poemas que Umbral fue escribiendo durante toda su vida y que nunca se atrevió a publicar, quizá porque entre sus amigos se contaban extraordinarios poetas. A uno de ellos, a Pepe Hierro en un momento difícil, está dedicado el poema que acaban de leer.
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