13, DOMINGO
Jean Moréas, el parnasianismo, el simbolismo, el modernismo. Parecía que todo eso era la frontera floral que nos separaba del siglo XIX. Pero todo eso, a una luz de crepúsculo, no hacía sino forzar la verdad que un día hubo de escribir Einstein, científica y poéticamente: la luz del atardecer, fatigada de luchar contra el espacio, en su viaje hacia la nada, se descompone, se desintegra, se torna rojiza. A esa luz enferma y cansada estaban escribiendo y pintando los artistas de entre dos siglos, y sólo a esa luz podemos entenderlos hoy como puro siglo XX (me preocupa mucho precisar los imprecisos límites del siglo XX, o de mi siglo XX, en este libro).
Al otro lado de la luz, Pablo Neruda titulaba Crepusculario uno de sus primeros libros. Lo de "las viejas hélices del crepúsculo" era una verdad científica. Casi todas las verdades poéticas acaban siéndolo. Moréas y las púberes canéforas que nos ofrendan el acanto parecen una cosa del romanticismo tardío, exacerbado, floral y triunfal. Algo así como los últimos juegos florales del XIX.
Muy al contrario, se trataba de la primera celebración del siglo XX, aunque un filósofo mediterráneo, paisano de mar de Moréas el griego, dijera que en Moréas nada es exacto, salvo la medida de sus versos. ¿Y por qué exigirle exactitud a un poeta, que precisamente se ha elegido poeta para salvarse de la ley de pesos y medidas? En la luz enferma de Einstein, en esa luz fatigada de viaje contra el espacio y el tiempo, viene el simbolismo y el parnasianismo de Baudelaire, tintos no ya en sangre, sino en ladrillo lírico de un Universo que es una ruina. Los poetas intuían crepúsculos, y de toda aquella poesía/pintura crepuscular sólo nos salva, como se ha dicho en este libro, el azul/rosa de Picasso, que, en comunicación con la genialidad, como lo están todos los genios, quiere devolverle al mundo la primera mañana de la creación. [...]
Al otro lado de la luz, Pablo Neruda titulaba Crepusculario uno de sus primeros libros. Lo de "las viejas hélices del crepúsculo" era una verdad científica. Casi todas las verdades poéticas acaban siéndolo. Moréas y las púberes canéforas que nos ofrendan el acanto parecen una cosa del romanticismo tardío, exacerbado, floral y triunfal. Algo así como los últimos juegos florales del XIX.
Muy al contrario, se trataba de la primera celebración del siglo XX, aunque un filósofo mediterráneo, paisano de mar de Moréas el griego, dijera que en Moréas nada es exacto, salvo la medida de sus versos. ¿Y por qué exigirle exactitud a un poeta, que precisamente se ha elegido poeta para salvarse de la ley de pesos y medidas? En la luz enferma de Einstein, en esa luz fatigada de viaje contra el espacio y el tiempo, viene el simbolismo y el parnasianismo de Baudelaire, tintos no ya en sangre, sino en ladrillo lírico de un Universo que es una ruina. Los poetas intuían crepúsculos, y de toda aquella poesía/pintura crepuscular sólo nos salva, como se ha dicho en este libro, el azul/rosa de Picasso, que, en comunicación con la genialidad, como lo están todos los genios, quiere devolverle al mundo la primera mañana de la creación. [...]
De La belleza convulsa, 1986
9 comentarios:
Convulsa o no la literatura de Umbral es de una gran belleza. Otro gran escritor español que debería leer más.
Todo el libro es una maravilla. Habrá de seguido otros dos capítulos, y luego una serie de tres o cuatro post de otros autores relacionados con lo que escribe Umbral en este texto.
Otro grande del que me he desayunado gracias a tu sitio... Aunque pueda sonar reiterativo.
Es un grande.
Qué bueno, yo no soy un genio pero he intuido "la primera mañana de la creación" Y también la he visto reflejada, no solamente por genios.
Creo que habrá que leerlo entero, sin remedio.
Ya estás tardando.
Es que Umbral es una de mis debilidades. Desde que comenzó haciendo "columnas" en El País, creo que me habré perdido dos, como mucho. Yo abría el periódico por la última página, tanto en El País como en El Mundo, a ver si aprendía algo, y lo demás me importaba menos.
O directamente, nada...
Sí, a mí sí me importaba, pero menos.
Publicar un comentario