Chet Baker - Like Someone In Love

sábado, 29 de junio de 2019

jueves, 27 de junio de 2019

Literatura y jazz/ 96 - Mil novecientos cuarenta y cuatro - Antonio Martínez Sarrión - España


Homenaje a Patrick Modiano
En la sucia paleta del verano
se desleía el azul raspado de septiembre
y un régimen de lluvias imprevistas
al cabo circundó de sombras a las sombras,
hizo volar flexibles, sorprendió en un recodo
a los arteramente rezagados
con sus conminaciones imperiosas.
Ni una hoja gastada de los parques,
ni un mínimo balance de los años
de delaciones y mercado negro
les fue dado salvar en las guardas de un libro
ya atacado con saña por las aguas fecales.
Alguien tarareó,
arrojando después con rabia la colilla,
tres compases de Django
antes de padecer sevicias resistentes
que adelantaban la depuración.
La lejanía perlada de la avenida Kléber
desembocaba chaquetones caqui.
Inéditos arreglos del be-bop
ascendían como globos de los carros de guerra
y el destino, cual gárgola soldada a los pináculos,
reclutaba testigos, prometía venganzas sumarísimas,
con toda la fanfarria de un final de milenio.
Django Reinhardt - Selección 1944 del programa A la hora del jazz de la radio Usach (Universidad de Santiago de Chile), conducido por el comentarista y crítico de jazz Hamilton Vela

sábado, 22 de junio de 2019

Secreto a la caída de la tarde - Eduardo Galeano - Uruguay


Él se me vino al galope, en un alazán que no le conocía. Después el alazán se alzó en dos patas y se desapareció y mi hermano también se desapareció. Yo hacía tiempo que lo venía llamando a él y él no venía. Lo llamaba y no lo encontraba. Y ayer me fui al monte y vino y me habló como antes, pero al oído.

Yo le cuido las cosas que dejó. Las escondí para que nadie se las toque. La honda, la caña de pescar, el tambor, el revólver de madera, los clavitos para hacer anzuelos. Lo tengo todo escondido y él cuando viene me pregunta. Yo tengo miedo de la gente que pasa y prefiero no salir. Vuelvo del rastrojo o de carpir la huerta y me quedo acá encerrado, en lo oscuro, cuidándole las cosas. Cuando encienden la lámpara de querosén, cierro los ojos pero los dejo un poquito abiertos, y la lámpara es una línea brillante y toda peluda de luz. Y a veces converso con mi amigo perro, que no sabe hablar. Converso, para no dormirme. No quiero dormirme. Siempre que me duermo, me muero.

Ya va para cinco años largos que al Mingo se le vino encima aquel camión en la carretera. Él estaba pastoreando las dos vacas que teníamos. Yo lo hubiera defendido a mi hermano, si hubiera estado allí y con mi espada amarilla. Y fue ahí que me quedé sin ganas de jugar para más nunca. Me quedé sin más ganas de nada. Porque con el Mingo siempre andábamos al mediodía, como lagartos, y nos íbamos a pescar y a cazar pajaritos. Pero después, ya no jugué más. Se me quitó el gusto.

Para mí que le hicieron el mal de ojo. Alguno que vino y lo miró mal justo cuando el Mingo estaba con la panza vacía y después vino el camión y lo aplastó. A los rusos el mal de ojo no les viene, me contaron. Es que los de aquí de Pueblo Escondido, la gente grande, tienen la vista muy fuerte. Demasiado. Aquí toda la gente grande es mala. Los grandes pegan. Me pegan cuando yo digo que con el Mingo puedo conversar todavía cuando quiero. Ni siquiera me dejan que lo nombre.

Yo no puedo hablar nunca de él, por eso. Aquí en Pueblo Escondido no hablo yo. Cuando pasó aquello, yo agarré y me puse una careta que el Mingo me hizo para el carnaval, que era una máscara de diablo con los cuernos de trapo y barba de verdad y me la puse para que nadie sepa quién soy y me tiré con la bicicleta del turco Iván a toda velocidad por la barranca, para reventarme allá abajo contra la basura. Pero me fue mal y caí bien. Y me pegaron. Y me pasé la noche temblando y a la mañana me desperté todo meado y me metieron en un tonel de agua helada. Me dejaron en el agua helada y yo no lloré ni pedí que me saquen. Y la primera vez que apareció mi hermano, agarré y fui y se lo dije.

Yo le contaba todo. Le conté que andábamos comiendo naranjas verdes porque no había otra cosa. Y entonces mamá vendió las vacas y un día me dio plata para ir a comprar azúcar para en llenarnos bien llena la barriga, porque cuando uno come poco, la barriga se cierra y se queda chiquita y hay que hincharla para después poder ponerle comida. Y yo metí la plata en el bolsillo de atrás, que estaba agujereado, y esa vez también me pegaron.

Cuando me voy al monte a esperar al Mingo, tengo miedo que me descubra la gente. Y tengo miedo de los caranchos. También tengo miedo de los pozos, porque hay muchas trampas en el campo y el Diablo tiene la casa en el fondo de la tierra. Hay que tener cuidado de no caerse en el fondo del mundo, que es muy muy hondo. Y también le tengo miedo a la tormenta. Me caen las primeras gotas gordas de la lluvia y ya me salgo disparando. A la tormenta le tengo miedo porque es tan blanca.

Estando mi hermano, es diferente. Estando él, yo no le tengo miedo a nada.

Ayer me trepé al brazo del árbol y me quedé fumando y esperando. Yo estaba seguro de que no me iba a fallar. Y el Mingo se apareció a caballo, en el centro justo de una inmensa nube de polvo, cuando ya quedaba poco sol en el cielo. Y él me pidió que me acercara, me hizo señas con un brazo, y me bajé y ahí abajo de un espinillo me habló en secreto. En el aire del monte se sentía el olorcito de las naranjas maduras. No se bajó del alazán. Se agachó, no más. Y me dijo que yo voy a tener plata y voy a agarrar y me voy a comprar un camión y lo voy a llenar todo de chala y barba de choclo para tener para fumar para siempre. Y me voy a ir. Y me voy a ir al mar.

El Mingo me dijo que pasando el horizonte está el mar y que yo nací para irme. Para irme, nací yo. Agarras el camión y te vas, me dijo. Y al que no le guste lo pisas con el camión. Así que me voy. Al mar, me voy. Y me llevo todas las cosas de mi hermano. Me monto en mi camión y hasta el mar no paro. Yo al mar sí que no le tengo miedo. El mar me estaba esperando y yo no sabía. ¿Cómo será? ¿Cómo será el mar?, le pregunté a mi hermano. ¿Cómo será mucha agua junta? ¿Y el mar respira? ¿Y contesta cuando le preguntan? ¡Tanta agua que tiene el mar! ¿Y no se le escapa?
De Vagamundo y otros relatos, 1973

jueves, 20 de junio de 2019

Poesía y verdad - Antonio Cabrera - España


A Carlos Marzal
En la naturaleza no hay nada melancólico, 
aseguraba Coleridge.

                                He salido a mirar
entre las nubes mansas
una luz semejante a la luz triste
que escriben los poetas.
El resplandor solemne y repetido
del ocaso cubriendo el naranjal
es todo lo que había. Se ocultaba
el sol que tantas veces han descrito
los poemas que niegan lo que sostuvo Coleridge,
pero cuya silueta inofensiva y noble
he podido observar, y no era un apagado
cristal de pesadumbre.

Luego he puesto mis ojos
en algunas presencias más sencillas,
por si estuviera en ellas el hálito extinguido
que ensombrece las cosas esenciales
de la naturaleza, que les otorga un don
oscuro, una verdad umbrosa, ya cantada:
ni en la vegetación humilde, ni en los brazos
inmóviles del árbol,
ni en las piedras –que son el tiempo puro–,
ni en la casa ruinosa donde anidan los pájaros,
he visto en su dominio
a la melancolía.

Así que he regresado adonde estaba,
persuadido, sereno, y a la vez
envuelto enteramente en la nueva ignorancia
que esta certeza teje, porque he visto
que nada es melancólico en la naturaleza
mientras no la pensamos.
                                       Quien la contempla tiene,
acaso como Coleridge,
el sólo afán de ser testigo mudo
de su mudo fragor,
                             pero al considerarla,
al detener su luz,
se abre allí, sin remedio, en la conciencia,
la exhausta flor mental de la melancolía.
De En la estación perpetua, 2000

martes, 18 de junio de 2019

Microrrelatos/ 35 - El indignado - Eduardo Galeano - Uruguay


Abril

21

El indignado

Ocurrió en España, en un pueblo de La Rioja, en el anochecer de hoy del año 2011, durante la procesión de la Semana Santa.

Una multitud acompañaba, callada, el paso de Jesucristo y los soldados romanos que lo iban castigando a latigazos.

Y una voz rompió el silencio.

Montado en los hombros de su padre, Marcos Rabasco gritó al azotado:

—¡Defiéndete! ¡Defiéndete!

Marcos tenía dos años, cuatro meses y veintiún días de edad.
De Los hijos de los días, 2011

domingo, 16 de junio de 2019

FGL en Columbia University - Hilario Barrero - España


                                    Un rayo destruyó
la esfera en que te apoyas,
sólo queda la base
por donde juegan niños que no te conocieron
y meditan lagartos prisioneros de plomo.
El campus, a finales de curso,
es un río de cuerpos
que con el torso herido
estudian en el césped luminoso.
Pasan cometas tristes suspendidas de lluvia
y pájaros alegres aprobados de viento.
La luz moja tu cara en luna llena,
pelo liso con un brillo cansado,
tus manos enlazadas reposando en tus muslos,
pantalones bombachos
y dos escarabajos en tus ojos
mirando la retina de la tarde.
Sonríe, Federico, no te muevas.
Aunque se queda inmóvil,
la imagen sale turbia.
Se distingue una mano clarísima y helada
que se posa con fuerza en otra mano en fuego.
La lente invierte la foto de Manhattan
y Harlem se amotina
en la cámara oscura de la noche.

viernes, 14 de junio de 2019

Te escribo en el reverso de tarjetas postales... - Jaime Priede - España


Te escribo en el reverso de tarjetas postales
que poco a poco voy dejando sin franquear.
Viajero por mi propia vida.
Nadie del otro lado.
Escribo poemas de amor para saber algo de mí,
Por ejemplo:
“No sé qué sembró la sabiduría
en tus ojos
pero olvidé a tu lado las ganas de reír.
Será un gran regato blanco
A los pies de tu próximo amante,
y terminarás por buscar mi olor
en el amanecer de los jardines puros
donde se quema la ira.
No habrá más mensajes de las orillas cálidas
que buscan las yemas de mis dedos.
Llevo demasiado tiempo asomado a esta ventana
para estar acostumbrado a una habitación vacía”.
Como si hiciera una tabla de gimnasia antes de tomar la calle.
De El coleccionista de tarjetas postales, 2000

martes, 11 de junio de 2019

Miedo - Raymond Carver - Estados Unidos


Fear

Fear of seeing a police car pull into the drive.
Fear of falling asleep at night.
Fear of not falling asleep.
Fear of the past rising up.
Fear of the present taking flight.
Fear of the telephone that rings in the dead of night.
Fear of electrical storms.
Fear of the cleaning woman who has a spot on her cheek!
Fear of dogs I've been told won't bite.
Fear of anxiety!

Fear of having to identify the body of a dead friend.
Fear of running out of money.
Fear of having too much, though people will not believe this.
Fear of psychological profiles.
Fear of being late and fear of arriving before anyone else.
Fear of my children's handwriting on envelopes.
Fear they'll die before I do, and I'll feel guilty.
Fear of having to live with my mother in her old age, and mine.
Fear of confusion.
Fear this day will end on an unhappy note.
Fear of waking up to find you gone.
Fear of not loving and fear of not loving enough.
Fear that what I love will prove lethal to those I love.
Fear of death.
Fear of living too long.
Fear of death.

I've said that.


Miedo

Miedo a ver un coche de la policía acercarse a mi puerta.
Miedo a dormirme por la noche.
Miedo a no dormirme.
Miedo al pasado resucitando.
Miedo al presente echando a volar.
Miedo al teléfono que suena en la quietud de la noche.
Miedo a las tormentas eléctricas.
¡Miedo a la limpiadora que tiene una mancha en la mejilla!
Miedo a los perros que me han dicho que no muerden.
Miedo a la ansiedad.

Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo a quedarme sin dinero.
Miedo a tener demasiado, aunque la gente no creerá esto.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y miedo a llegar antes que nadie.
Miedo a la letra de mis hijos en los sobres.
Miedo a que mueran antes que yo y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre cuando ella sea vieja, y yo también.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día acabe con una nota infeliz.
Miedo a llegar y encontrarme con que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar lo suficiente.
Miedo de que lo que yo amo resulte letal para los que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado.
Miedo a la muerte.

Ya he dicho eso.
De Todos nosotros, 1996
Traducción de Jaime Priede

domingo, 9 de junio de 2019

Annabel Lee - Edgar Allan Poe - Estados Unidos


Annabel Lee

It was many and many a year ago,
In a kingdom by the sea,
That a maiden there lived whom you may know
By the name of Annabel Lee;
And this maiden she lived with no other thought
Than to love and be loved by me.

I was a child and she was a child,
In this kingdom by the sea:
But we loved with a love that was more than love—
I and my Annabel Lee;
With a love that the winged seraphs of heaven
Coveted her and me.

And this was the reason that, long ago,
In this kingdom by the sea,
A wind blew out of a cloud, chilling
My beautiful Annabel Lee;
So that her highborn kinsman came
And bore her away from me,
To shut her up in a sepulchre
In this kingdom by the sea.

The angels, not half so happy in heaven,
Went envying her and me—
Yes!—that was the reason (as all men know,
In this kingdom by the sea)
That the wind came out of the cloud by night,
Chilling and killing my Annabel Lee.

But our love it was stronger by far than the love
Of those who were older than we—
Of many far wiser than we—
And neither the angels in heaven above,
Nor the demons down under the sea,
Can ever dissever my soul from the soul
Of the beautiful Annabel Lee:

For the moon never beams, without bringing me dreams
Of the beautiful Annabel Lee;
And the stars never rise, but I feel the bright eyes
Of the beautiful Annabel Lee;
And so, all the night-tide, I lie down by the side
Of my darling—my darling—my life and my bride,
In the sepulchre there by the sea,
In her tomb by the sounding sea.


Annabel Lee

Fue hace ya muchos, muchos años,
en un reino junto al mar,
habitaba una doncella a quien tal vez conozcan
por el nombre de Annabel Lee;
y esta dama vivía sin otro deseo
que el de amarme, y de ser amada por mí.

Yo era un niño, y ella una niña
en aquel reino junto al mar;
Nos amamos con una pasión más grande que el amor,
Yo y mi Annabel Lee;
con tal ternura, que los alados serafines
lloraban rencor desde las alturas.

Y por esta razón, hace mucho, mucho tiempo,
en aquel reino junto al mar,
un viento sopló de una nube,
helando a mi hermosa Annabel Lee;
sombríos ancestros llegaron de pronto,
y la arrastraron muy lejos de mi,
hasta encerrarla en un oscuro sepulcro,
en aquel reino junto al mar.

Los ángeles, a medias felices en el Cielo,
nos envidiaron, a Ella a mí.
Sí, esa fue la razón (como los hombres saben,
en aquel reino junto al mar),
de que el viento soplase desde las nocturnas nubes,
helando y matando a mi Annabel Lee.

Pero nuestro amor era más fuerte, más intenso
que el de todos nuestros ancestros,
más grande que el de todos los sabios.
Y ningún ángel en su bóveda celeste,
ningún demonio debajo del océano,
podrá jamás separar mi alma
de mi hermosa Annabel Lee.

Pues la luna nunca brilla sin traerme el sueño
de mi bella compañera.
Y las estrellas nunca se elevan sin evocar
sus radiantes ojos.
Aún hoy, cuando en la noche danza la marea,
me acuesto junto a mi querida, a mi amada;
a mi vida y mi adorada,
en su sepulcro junto a las olas,
en su tumba junto al rugiente mar.
Annabel Lee (Santiago Auserón - Luis Auserón) - Radio Futura

Annabel Lee es, seguramente, el último poema de Edgar Allan Poe, compuesto en 1849 y publicado póstumamente en la edición de enero de 1850 del Sartain's Union Magazine, aunque una versión diferente apareció impresa un año antes junto al obituario de Poe en el Daily Tribune de Nueva York.

En el poema, el narrador describe su amor incondicional por Annabel Lee, iniciado muchos años antes en un "reino junto al mar" (kingdom by the sea). El amor entre ambos es tan absoluto, que incluso los ángeles se sienten celosos, y esa es la causa de la muerte de Annabel. Sin embargo, el amor continúa más allá de la muerte, y cada noche, solo y nostálgico, el narrador sueña con la chica, cree ver sus ojos en las estrellas, y se acuesta sobre su tumba junto al mar.

¿Pero, quién fue Annabel Lee?

En principio, una mujer joven, hermosa, enamorada, que falleció prematuramente. Muy probablemente la propia esposa de Poe, Virginia Clemm. Virginia Clemm tenía catorce años cuando contrajo matrimonio con E.A. Poe, que además era su primo. Al igual que Annabel Lee, Virginia Clemm era joven y estaba enamorada. Falleció dos años antes de la composición de Annabel Lee, lo que nos permite enmarcarla dentro del tópico de la muerte prematura de una mujer hermosa. La diferencia de edad, la extrema juventud de Virginia Clemm al contraer matrimonio con E.A. Poe, sumado al hecho de que era su sobrina, puede explicar los celos, o la ira, de los ángeles.

Annabel Lee inspiró claramente a Vladimir Nabokov su novela Lolita, de 1955, cuyo narrador se enamora de la muy joven Annabel Leigh, justamente en un "reino junto al mar". De hecho, el título original pensado por Nabokov para Lolita era El reino junto al mar.

Mucho más tarde, inspiraría a los hermanos Auserón (Radio Futura) para componer esa maravillosa canción que pueden ustedes volver a escuchar aquí.

viernes, 7 de junio de 2019

Odisea (III) - Carlos Pujol - España


Yo no inventé ninguna de esas cosas,
ni la guerra de Ilión ni los naufragios
de Ulises el ladino ni el amor
tenebroso de Circe;
ni aquel ir y venir entre gigantes,
sirenas y otros monstruos de la vida.
Todo lo oí cantar,
yo solo urdí la trama de palabras
a las que quise dar alas o música,
para decir que la aventura existe.
Mi nombre preferí que lo ignorarais;
contesté “Homero, el ciego”
si alguien quiso saber quién era yo.
“¿Sucedió lo que cuentas?”,
me preguntan siempre. Siempre respondo:
“Para mí es tan verdad como la luz”.
De Los aventureros, 1996

miércoles, 5 de junio de 2019

¿De qué modo te quiero? (Soneto 43 de La portuguesa) - Elizabeth Barrett Browning - Inglaterra


How Do I Love Thee?

How do I love thee? Let me count the ways.
I love thee to the depth and breadth and height
My soul can reach, when feeling out of sight
For the ends of being and ideal grace.

I love thee to the level of every day's
Most quiet need, by sun and candle-light.
I love thee freely, as men strive for right.
I love thee purely, as they turn from praise.

I love thee with the passion put to use
In my old griefs, and with my childhood's faith.
I love thee with a love I seemed to lose

With my lost saints. I love thee with the breath,
Smiles, tears, of all my life; and, if God choose,
I shall but love thee better after death.


¿De qué modo te quiero?

¿De qué modo te quiero? Pues te quiero 
hasta el abismo y la región más alta 
a que puedo llegar cuando persigo 
los límites del Ser y el Ideal. 

Te quiero en el vivir más cotidiano, 
con el sol y a la luz de una candela. 
Con libertad, como se aspira al Bien; 
con la inocencia del que ansía gloria. 

Te quiero con la fiebre que antes puse 
en mi dolor y con mi fe de niña, 
con el amor que yo creí perder 

al perder a mis santos... Con las lágrimas 
y el sonreír de mi vida... Y si Dios quiere, 
te querré mucho más tras de la muerte. 
Versión de Carlos Pujol

lunes, 3 de junio de 2019

Encuentro nocturno - Robert Browning - Reino Unido


Meeting at Night 

I
The grey sea and the long black land;
And the yellow half-moon large and low;
And the startled little waves that leap
In fiery ringlets from their sleep,
As I gain the cove with pushing prow,
And quench its speed i' the slushy sand.

II
Then a mile of warm sea-scented beach;
Three fields to cross till a farm appears;
A tap at the pane, the quick sharp scratch
And blue spurt of a lighted match,
And a voice less loud, thro' its joys and fears,
Than the two hearts beating each to each!


Encuentro nocturno

I
El mar gris y la extensa tierra negra;
y la dorada media luna flotando bajo,
y las tímidas y asustadas olas que saltan
dormidas en ardientes círculos;
Mientras gano la costa en la ansiosa proa,
que sólo apaga su vigor en la arena fangosa.

II
Entonces surge una milla de perfumadas playas;
tres campos a la cruz de una granja aparecen;
un golpe en el cristal; un rasguño agudo y rápido,
las chispas azules de una lámpara que se enciende,
y una voz, aún más silenciosa, con sus alegrías y miedos,
que los dos corazones que se agitan en la noche.
Traducción de Carlos Pujol

sábado, 1 de junio de 2019

Browning resuelve ser poeta - Jorge Luis Borges - Argentina


Por estos rojos laberintos de Londres
descubro que he elegido
la más curiosa de las profesiones humanas,
salvo que todas, a su modo, lo son.
Como los alquimistas
que buscaron la piedra filosofal
en el azogue fugitivo,
haré que las comunes palabras
–naipes marcados del tahúr, moneda de la plebe–
rindan la magia que fue suya
cuando Thor era el numen y el estrépito,
el trueno y la plegaria.
En el dialecto de hoy
diré a mi vez las cosas eternas;
trataré de no ser indigno
del gran eco de Byron.
Este polvo que soy será invulnerable.
Si una mujer comparte mi amor
mi verso rozará la décima esfera de los cielos concéntricos;
si una mujer desdeña mi amor
haré de mi tristeza una música,
un alto río que siga resonando en el tiempo.
Viviré de olvidarme.
Seré la cara que entreveo y que olvido,
seré Judas que acepta
la divina misión de ser traidor,
seré Calibán en la ciénaga,
seré un soldado mercenario que muere
sin temor y sin fe,
seré Polícrates que ve con espanto
el anillo devuelto por el destino,
seré el amigo que me odia.
El persa me dará el ruiseñor y Roma la espada.
Máscaras, agonías, resurrecciones,
destejerán y tejerán mi suerte
y alguna vez seré Robert Browning.
De La rosa profunda, 1975