Cuando nací las esferas y los planetas
se desviaron de sus órbitas.
Si vendiera velas, el Sol no se pondría hasta
el día de mi muerte.
De nada me sirve buscar el éxito porque
se me han torcido los astros.
Si vendiera mortajas, la gente no se moriría.
Si pusiera mi mano en un horno, se apagaría
y nadie lo podría volver a encender.
Si fuera a buscar agua al mar, se secaría,
incluso aunque estuviera lloviendo.
Si vendiera armas, los enemigos harían la paz
y no habría guerra.
Hoy se acercan a las urnas nuestros hermanos catalanes. Dedicaremos estos poemas a los nacionalistas, que no se sabe muy bien qué quieren conseguir, y también -y especialmente- a los no nacionalistas.
Amigos. Nadie más. El resto es selva
A mis amigos les adeudo la ternura
y las palabras de aliento
y el abrazo
el compartir con todos ellos la factura
que nos presenta la vida paso a paso
a mis amigos les adeudo la paciencia
de tolerarme las espinas más agudas
los arrebatos del humor.
La negligencia
las vanidades
los temores
y las dudas
Un barco frágil de papel
parece a veces la amistad
pero jamás puede con él
la más violenta tempestad,
porque ese barco de papel
tiene aferrado a su timón
por capitán y timonel
un corazón…
A mis amigos les adeudo algún enfado
que pertubara alguna vez
nuestra armonía
sabemos todos que no puede ser pecado
el discutir alguna vez por…
A mis amigos legaré cuando me muera
mi devoción en un acorde de guitarra
entre los versos olvidados de un poema
mi pobre alma incorregible de cigarra.
Pa amb tomàquet Déu ens dó ser catalans per menjar bon pa amb tomàquet amb un raig d’oli discret i un pols de sal si fa falta; pa de pagès si pot ser, que és més saborós que els altres, i tomàquet ben madur, però que no ho sigui massa. Déu ens dó un tall de pernil o llonganissa ben ampla perquè acompanyin el pa ben sucadet amb tomàquet; pernil de bon mastegar, llonganissa de la Plana, que els osonencs en això tenim molta nomenada. Déu ens dó tot el que he dit i bons amics a la taula per comparitr el que mengem i fer petar la xerrada que conversar amb els amics sempre sol despertar gana i el menjar, si és compartit, resulta més agradable.
Pan con tomate
Dios nos dio ser catalanes
para comer buen pa amb tomàquet
con un chorro de aceite discreto
y un pellizco de sal si hace falta;
pan de payés si puede ser,
que es mas sabroso que los otros,
y tomate bien maduro,
pero que no lo sea demasiado.
Dios nos dé un trozo de jamón
o longaniza bien ancha
para que acompañen al pan
bien untadito con tomate;
jamón de buen masticar,
longaniza de la Plana1,
que los osonenses en esto
tenemos mucho renombre.
Dios nos dé todo lo que he dicho
y buenos amigos en la mesa
para compartir lo que comemos
y fer petar la xerrada2,
que conversar con los amigos
siempre suele despertar apetito
y el comer, si es compartido,
resulta más saludable.
1 La Plana se refiera a la Plana (llano) de Vic, la comarca donde nació y vivió el poeta y donde crían muchos cerdos y hacen muchas longanizas y embutidos. Los osonenses son los habitantes de esta comarca, porque ya así se llamaban en la época romana y toda la comarca también se llama Osona.
2 Expresión muy típica que quiere decir "hablar distendidamente".
la poesía
debe ser hecha por todos
y no por uno, dijo
esas cosas solamente las puede decir un francés
rengo
que nadie sabe qué hizo en la comuna de parís
nadie sabe si se murió o no pudo
todos se acuerdan de cuando tocaba el piano
hasta altas horas del almita
molestando a los vecinos que después tenían que ir a trabajar
y se iban de la pensión mal dormidos
pensando en la madre del pianoeta o poenista
hablando pestes de ella cada vez que tropezaban con las piedras
o los fríos de las calles de parís
lo peor es que tenían un acorde en la cabeza
y no se lo podían sacar
se la pasaban fundiendo hierro soplando vidrio
y no se podían sacar el acorde del rengo
el rengo les había hecho un acorde en la cabeza
y por allí pasaban furias, mañanitas, agüeros
una vez a un ferroviario le paso un pajarito por ahí
el pajarito volaba al futuro con un papel que decía futuro en el [pico
la cuestión es que los vecinos del rengo
tenían cara de piano en la mitad del atardecer
caían músicas de ellos o teclas de oro
donde empezaba el horizonte
una mujer bellísima cantaba
en la cabeza de los vecinos del rengo
que en realidad no era francés
más bien era uruguayo
solamente a un uruguayo se le puede ocurrir
que la poesía debe ser hecha por todos
y no por uno
que es como decir que la tierra
es de todos y no solamente de uno
que el sol no es de uno
que el amor es de todos y de nadie
como el aire
y la muerte es de todos
y la vida
no tiene dueño conocido
vos no eras rengo
l’autréamont
lo que pasó es que dejaste Uruguay
se te cayó un pedazo que
toca el piano y no deja dormir
1 Qiu Pu es un distrito de la provincia de Anhui. El poeta vivió allí por algún tiempo y escribió 17 baladas, de las que presentamos aquí dos.
Ante el espejo
Mide mil varas mi cabello cano.
Y mis tristezas miden otro tanto.
Me miro en el espejo cristalino,
y no me explico por qué está escarchado.
De noche Agua diáfana... luna clara... En el resplandor de la luna, vuela una garza. ¡Escuchad! Las doncellas recolectoras de castañas de agua, inundando de canciones la senda, retornan a casa.
Como apertura de las fiestas de San Mateo, se celebró el viernes en el Teatro Principal de Reinosa la ceremonia de entrega de premios de las Justas Literarias.
Resultó ganador del LI Premio Nacional de Poesía el poeta extremeño Ramón Pérez Parejo, por su poemario Labios, bazares, galerías. Parejo recibió la Flor Natural de manos de la reina de las fiestas, Sandra García Saiz. El premio tiene una dotación económica de 3000 euros. Como poemas finalistas del certamen convocado por el Ayuntamiento de la ciudad, al que concurrieron un total de 186 poesías, se designaron las composiciones Seis miradas para un viaje solo, Soliloquios y Panes y peces.
Por su parte, el alicantino Manuel Ramón Moya Bascuñana recibió el XLIII Premio Nacional de Cuentos José Calderón Escalada, por el relato El hombre tranquilo.
Ramón Pérez Parejo, profesor, poeta y ensayista,es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Extremadura y Máster en Enseñanza de Español como Lengua Extranjera por la Universidad Antonio de Nebrija de Madrid. Actualmente es profesor de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Facultad de Formación del Profesorado de la Universidad de Extremadura (Cáceres). Como poeta, ha ganado varios certámenes literarios, entre los que destaca el Premio Ángel González de Oviedo en 1997.
Manuel Ramón Moya Bascuñana es licenciado en Geografía e Historia y poseedor, entre otros premios de poesía, del Premio Nacional Miguel Hernández de 1997, el Esperanza Spinola de 2001, el Hispanoamericano Juan Ramón Jiménez de 2002, el Julio Tovar de 2003, el Mariano Roldán de 2004, el Flor de Jara de 2006, el Juan Bernier de 2013, el Fernando de Herrera de 2014 y el Ciudad de las Palmas de 2015. En narrativa ha obtenido también diversos premios, entre ellos el VIII Premio de Artículos Periodísticos Luis García Berlanga de 2006, el Certamen de Cuentos Santoña, la mar de 2007, el Premio de Cuentos Ciudad de Elda de 2008, el Premio Internacional de Cuentos Guardo de 2009, el Premio de Relatos Villa de Navia de 2014 y el Premio de Relatos Gerarld Brenan de 2015.
Me quedé con ella a solas, sin más tercero que el vino,
mientras el ala de la tiniebla nocturna se abría suavemente.
Era una muchacha sin cuya vecindad perdería la vida.
¡Ay de ti! ¿Es que es pecado este anhelo de vivir?
Yo, ella, la copa, el vino blanco y la oscuridad
parecíamos tierra, lluvia, perla, oro y azabache.
Por tonto
por abusivo
por presuntuoso
por engañoso
por lo del gato y la liebre
por dárselas de imagen
lo han puesto de patitas en la calle
no a la imagen: a él
residuo de una imagen sin hogar
para que aprenda a ser
lo poco que es
y nada más.
Uno de los grandes temas de la poesía trovadoresca es el lamento por la separación. Este Comiat (Despedida) se muestra fiel a las convenciones corteses (los suspiros, la tristeza, la locura paliada por el deseo de cumplir con el "fino amor", el corazón que permanece junto a la amada), pero destaca por la capacidad de perfeccionar una tensión dramática en la que el dolor de la inminente partida puede llevar a la muerte por desesperación (com desesperats, antiguo eufemismo para aludir al suicidio) y que culmina con las anafóricas encomiendas de la quinta estrofa.
Sovint sospir, dona, per vós de luny
e, sospirant, va crexent ma follia
de vostr-amor, qu·enaysí fort me puny, que·m gira gauig en gran malancolia cant me recort del vostre departir c·a far me ve, de vostra bella vista e del comjat que pendray al partir, tant que tristor m'asaura y·m conquista. Certes, bé say que·m valgra més morir, com fech sent Peyr·o sent Johan Batista, a cruzel mort, qu·en aycest punt venir de veure tal cerimònia trista, que del pensar ne pert sauber e seny e vau com folls parlant en oradura ab mi meseys, e s·algú diu que·m seny, eu li respon rasó fora mesura. Mas fin·amor eras tan fort m'estreny, ans del partir no vull en tal pressura metre mos ulls, car no·m valdria seny, artz ne saber; mas pus qu·és ma ventura c·aysí forsat m'ay de vós a llonyar, lo comjat prench er per tota vegada del vostre cors, bell e llinde sens par, e lays mon cor en la vostra posada. O Déu!, e com poray de mort campar cant me veuray sols, ab pensa torbada, en un vexell de fust lay en la mar, absent de vós, lonyats d'esta·ncontrada? Mi recordan que·m seray tant llonyats del paýs dolç hon vostre cors habita, ladonchs morís sí com desesperats, malesín mi, fortuna y mala dita. A Déu coman, bella, vostres beutats, vostre capteny que tots mals foragita; a Déu coman a vós, que·l món honrats, c·al mig del cor portats Honor scrita; a Déu coman vostr·amorós sguart ab què·m trasqués lo cor, d'on se devisa; a Déu vos don eras, puix qu·eu me part de la mellor que may vestía camisa.
Tornada
Reyna d'onor, heu suy en tota part, o vius o mortz, vostres en tota guisa, e prech a Dieu que ja de mal no·m guart, s·ieu part l'amor c·ay ins mon cor asisa. _____________________________
Yo suspiro por vos en la distancia
y suspirando crece mi locura
de vuestro amor, que tan fuerte me hiere,
que convierte mi gozo en gran tristeza,
y cuando pienso en que he de mantenerme
de vuestra bella vista separado,
ante el adiós de nuestra despedida
la tristeza me asalta y me conquista.
Sé bien que me valdría más morir,
como San Pedro o cual San Juan Bautista,
de cruel muerte, que llegar al punto
de contemplar tan triste ceremonia,
porque al pensarlo pierdo la cabeza
y voy hablando solo como un loco,
y a quien me dice que recobre el juicio
le respondo palabras desquiciadas.
Pero ahora el fino amor me oprime tanto,
que no quiero, al partir, poner mis ojos
en pesadumbre tal, porque ni el juicio
ni el arte ni el saber me ayudarían;
pero es mi sino que de vos me aleje,
y, forzado, por siempre me despido
de vuestro cuerpo, de sin par belleza,
y dejo el corazón en vuestra estancia.
¿Cómo voy a librarme de la muerte,
oh Dios, cuando esté solo y conturbado
en alta mar, sobre una pobre nave,
de vos ausente y lejos de esta tierra?
Y cuando pienso que estaré tan lejos
de ese dulce país en que habitáis,
me moriría allí, desesperado,
maldiciéndome a mí y a mi desdicha.
A Dios vuestras beldades encomiendo,
vuestro porte, que todo mal ahuyenta.
A Dios os encomiendo, porque al mundo
mostráis honor en vuestro pecho impreso.
A Dios confío la amorosa vista
con que mi corazón arrebatasteis.
A Dios os fío, porque ya me alejo
de la mejor que nunca vistió prenda.
Tornada
Reina de honor, yo soy en todas partes,
o vivo o muerto, vuestro en cualquier modo,
y ruego a Dios que, si el amor expulso
del corazón, del mal ya no me guarde.
Volvamos a la música
de la playa
a escuchar Legata a un granello di sabbia1
pues es arena lo que llueve
en la luz de mis ojos,
nombres que como estrellas
o pezones o canicas
de vidrio brillan
en el recuerdo.
Desnudos
que lamen la saliva salada
de los labios, vientres
de mica, pechos
de piedra en la playa
del baile, el sol
de baquelita:
la maraña.
Llegó nadie.
Desde un mapa de la nada, llegó nadie.
Se agitaron las ramas, los rastrojos,
Y la luna de nácar
Brilló sobre el país de los lotófagos.
De la noche o la lluvia, llegó nadie.
Y abrió oscuros folios
Que hablaban de Odiseo el gran embaucador,
De Ulises, fundador de los regresos.
De los móviles mapas
Que reflejan en la hierba los caobos,
Llegó nadie.
Y si engullendo lotos se entra al olvido
Y entre ebrios lotófagos
Se olvida ese olvido,
Penélope quisiera entrar en esos predios.
Antiodisea
Ésta soy, Penélope, la insumisa
Que se niega a destejer lo ya tejido,
Una mujer sola
Que peina en las noches sus cabellos.
En el oleaje de mi negra cabellera
Siento que Ulises se aleja, se aleja sin remedio.
No vuelvas, viejo impostor,
No regreses a Ítaca,
A la derruida casa donde tu hijo
Y tu perro, tu arco y tu mujer
Se fatigan de esperas y vigilias.
Quédate a orillas del lecho de Calipso, Rey de la Nada.
Quédate engullendo lotos, habitando el olvido.
Palabras de Jorge Luis Borges ante los restos de Macedonio Fernández:
Un filósofo, un poeta y un novelista mueren en Macedonio Fernández, y esos términos, aplicados a él, recobran un sentido que no suelen tener en esta república.
Filósofo es, entre nosotros, el hombre versado en la historia de la filosofía, en la cronología de los debates y en las bifurcaciones de las escuelas; poeta es el hombre que ha aprendido las reglas de la métrica (o que las infringe, ostentosamente) y que sabe, también, que puede versificar su melancolía, pero no su envidia o su gula, aunque tales pasiones sean fundamentales en él; novelista es el artesano que nos propone cuatro o cinco personas (cuatro o cinco nombres) y los hace convivir, dormir, despertarse, almorzar y tomar el té hasta llenar el número exigido de páginas. A Macedonio, en cambio, como a los hindúes, las circunstancias y las fechas de la filosofía no le importaron, pero sí la filosofía. Fue filósofo, porque anhelaba saber quiénes somos (si es que alguien somos) y qué o quién es el universo. Fue poeta, porque sintió que la poesía es el procedimiento más fiel para transcribir la realidad. Macedonio, pienso, pudo haber escrito un Quijote cuyo protagonista diera con aventuras reales más portentosas que las que le prometieron sus libros. Fue novelista, porque sintió que cada yo es único, como lo es cada rostro, aunque razones metafísicas lo indujeron a negar el yo. Metafísicas o de índole emocional, porque he sospechado que negó el yo para ocultarlo de la muerte, para que, no existiendo, fuera innacesible a la muerte.
Toda su vida, Macedonio, por amor de la vida, fue temeroso de la muerte, salvo (me dicen) en las últimas horas, en que halló su coraje y la esperó con tranquila curiosidad.
Íntimos amigos de Macedonio fueron José Ingenieros, Ignacio del Mazo, Carlos Mendiondo, Julio Molina Vedia, Arturo Múscari y mi padre; hacia 1921, de vuelta de Suiza y de España, heredé esa amistad. La República Argentina me pareció un territorio insípido, que no era, ya, la pintoresca barbarie y que aún no era la cultura, pero hablé un par de veces con Macedonio y comprendí que ese hombre gris que, en una mediocre pensión del barrio de los Tribunales, descubría los problemas eternos como si fuera Tales de Mileto o Parménides, podía reemplazar infinitamente los siglos y los reinos de Europa. Yo pasaba los días leyendo a Mauthner o elaborando áridos y avaros poemas de la secta, de la equivocación, ultraísta; la certidumbre de que el sábado, en una confitería del Once, oiríamos a Macedonio explicar qué ausencia o qué ilusión es el yo, bastaba, lo recuerdo muy bien, para justificar las semanas. [...] Se habla de la irreverencia de Macedonio. Este pensaba que la plenitud del ser está aquí, ahora, en cada individuo; venerar lo lejano le parecía desdeñar o ignorar la divinidad inmediata; de ese recelo procedieron sus burlas contra viejas cosas ilustres.
Los historiadores de la mística judía hablan de un tipo de maestro, el Zaddik, cuya doctrina de la Ley es menos importante que el hecho de que él mismo es la Ley. Algo de Zaddik hubo en Macedonio. Yo por aquellos años lo imité, hasta la transcripción, hasta el apasionado y devoto plagio. Yo sentía: Macedonio es la metafísica, es la literatura. Quienes lo precedieron pueden resplandecer en la historia, pero eran borradores de Macedonio, versiones imperfectas y previas. No imitar ese canon hubiera sido una negligencia increíble.
Las mejores posibilidades de lo argentino -la lucidez, la modestia, la cortesía, la íntima pasión, la amistad genial- se realizaron en Macedonio Fernández, acaso con mayor plenitud que en otros contemporáneos famosos. Macedonio era criollo, con naturalidad y aun con inocencia, y precisamente por serlo, pudo bromear (como Estanislao del Campo, a quien tanto quería) sobre el gaucho y decir que éste era un entretenimiento para los caballos de las estancias.
Antes de ser escritas, las bromas y las especulaciones de Macedonio fueron orales. Yo he conocido la dicha de verlas surgir, al azar del diálogo, con una espontaneidad que acaso no guardan en la página escrita.
Definir a Macedonio Fernández parece una empresa imposible; es como definir el rojo en términos de otro color; entiendo que el epíteto genial, por lo que afirma y lo que excluye, es quizá el más preciso que puede hallarse. Macedonio perdurará en su obra y como centro de una cariñosa mitología. Una de las felicidades de mi vida es haber sido amigo de Macedonio, es haberlo visto vivir.
Qué niño irá a caballo pensativo
hacia el mar insondable
para contarnos una dura historia
de despojos guerreros y de hambre
como aquel mediodía que revive
aún hoy
bajo los cascos sollozantes.
Tal vez la vida sea para otros
asunto menos grave
música que escuchamos desplegada
dulcemente en el aire
larga espera en la seguridad
de que el tren llegará temprano o tarde.
Mas para mí no puede ser sino dolor
hecho a su imagen.
Mi porvenir y mi principio
son una misma escena inolvidable
el mar que emerge eternamente
al fondo de una calle
y un niño y un caballo derribados
tragados por el oleaje.
El sol enciende el Incensario,
que exhala un vapor violáceo.
Lejos una cascada
cuelga de la montaña.
En un vertiginoso vuelo
rueda mil pies hacia abajo.
¿Estará la Vía Láctea cayendo
Cada poema es único. En cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: ya lo llevaba dentro.