estimada señora Bauchot,
esta noche he visto el río de las anguilas
he estado en Jaipur y en Delhi
he visto las anguilas en la rue du Dragon en París,
y mientras cosas así me ocurran (hablo de mí por fuerza, pero estoy hablando de todos los que salen a lo abierto) o mientras me habite la certeza de que pueden ocurrirme,
no está todo perdido porque
señora Bauchot, estimada señora Bauchot, le estoy escribiendo sobre una raza que puebla el planeta y que la ciencia quiere servir, pero mire usted, señora Bauchot, su abuela fajaba a su bebé,
lo volvía una pequeña momia sollozante
porque el bebé quería moverse, jugar, tocarse el sexo, ser feliz con su piel y sus olores y la cosquilla del aire,
y mire hoy, señora Bauchot, ya usted creció más libre, y acaso su bebé desnudo juega ahora mismo sobre el cobertor y el pediatra lo aprueba satisfecho, todo va bien, señora Bauchot, sólo que el bebé sigue siendo el padre de ese adulto que usted y la señorita Callamand definen homo sapiens,
y lo que la ciencia le quitó al bebé la misma ciencia lo anuda en ese hombre que lee el diario y compra libros y quiere saber,
entonces, la enumeración la clasificación de las anguilas
y el fichero de estrellas nebulosas galaxias, vendaje de la ciencia:
quieto ahí, veinticuatro, sudoeste, proteína, isótopos marcados.
Libre el bebé y fajado el hombre, la pediatra de adultos, Dama Ciencia abre su consultorio, hay que evitar que el hombre se deforme por exceso de sueños, fajarle la visión, manearle1 el sexo, enseñarle a contar para que todo tenga un número. A la par la moral y la ciencia (no se asombre, señora, es tan frecuente) y por supuesto
la sociedad que sólo sobrevive
si sus células cumplen el programa.
Atentamente la saludo.
Esta carta infundirá en la señora Bauchot la horrenda sospecha de que los brontosaurios saben escribir, por eso una postdata gentil, no me entienda mal, querida señora, qué haríamos sin usted, sin Dama Ciencia, hablo en serio, muy en serio,
pero además está lo abierto, la noche pelirroja, las unidades de la desmedida, la calidad de payaso y de volatinero y de sonámbulo del ciudadano medio, el hecho de que nadie lo convencerá de que sus límites precisos son el ritmo de la ciudad más feliz o del campo más amable; la escuela hará lo suyo, y el ejército y los curas, pero eso que yo llamo anguila o vía láctea pernocta en una memoria racial, en un programa genético que no sospecha el profesor Fontaine...
[...]
1 Manear: poner maneas o maniotas a un animal; poner trabas (N. de J. N.)
18 comentarios:
Prosa del observatorio, es una auténtica maravilla que he tenido el placer de leer recientemente gracias a ti, y a tu biblioteca.
Pasan los años y cada vez más uno escucha la voz gangosa (sería la palabra?) de Julio diciendo (no leyendo, hay una diferencia) su melodioso texto. Es que escribía como hablaba. Como muy pocos pueden hacerlo. De ahí también su sincera coherencia, no?
"Prosa del observatorio", un librito de apenas 70 páginas, incluídas fotografias, y con textos a media página, pero con una prosa poética como nunca antes.
Efectivamente Cortázar hablaba como escribía, o viceversa, no hay más que leer la transcripción de las grabaciones de las clases de literatura que dio en Berkeley (gracias Gato por el préstamo), o también, por ejemplo, escuchar la famosa entrevista televisiva de Soler Serrano.
Sí, señor.
Bueno, bueno, qué maravilla.
Qué repaso.
Una auténtica gozada que hay que leer, y se de hecho se lee, irremediablemente de un tirón. Quizá haya otra forma de leerlo, pero yo no quiero conocerla.
¿qué pinta ese "se" ahí?
Sí hay otra forma... releerlo. A ver si lo tienen en la biblioteca pública, que me da que no.
Editorial LUMEN, S. A., nº 19 de su colección "Palabra Menor".
Aunque supondo que también lo tendrá Alfaguara dentro de su "Biblioteca Cortázar".
Ok.
¿Qué tendrá que ver una "d" con una "g"? O me gradúo la vista o tiro el teclado.
Vaya noche;)
No te quejes, eh. Que yo tengo el codo izquierdo fastidiado y prácticamente escribo con una mano.
No te quejes, eh. Que yo tengo el codo izquierdo fastidiado y prácticamente escribo con una mano.
Y encima doble, que tiene más mérito. ¿Por qué pasa eso?
Vaya usted a saber.
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