[...] Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche catorce, refirió:
Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que el segundo saaluk1 cogió un cuchillo que tenía escritas algunas palabras hebreas, trazó con él una circunferencia en cuyo interior escribió unos nombres y talismanes, pronunció unas palabras, leyó otras que no se entendían y después de un rato se oscureció todo el alcázar hasta el punto que creímos que el mundo se había desplomado encima de nosotros. De repente apareció el efrit2 en la peor de las figuras: sus manos parecían rastrillos; sus pies, columnas; sus ojos, un par de tizones echando chispas. Todos nos atemorizamos. La hija del rey le dijo:
-No eres bien recibido.
-¡Traidora! -respondió el efrit, que parecía un león-. ¿Cómo rompes el juramento? ¿No nos comprometimos a que ninguno de nosotros se interferiría en el camino del otro?
-¡Maldito! ¿Cuándo te hice tal juramento?
-¡Coge lo que te viene! -y en el acto se transformó en un león, abrió la boca y se lanzó sobre la joven; pero ésta cogió uno de sus cabellos, musitó algo encima de él y lo transformó en una espada afilladísima con la que dio tal mandoble al león que lo partió en dos mitades; la de la cabeza se transformó en un escorpión.
La joven tomó entonces la figura de una gran serpiente y se lanzó contra el maldito que se mantenía en forma de escorpión. Ambos iniciaron un gran combate. El escorpión se transformó en un buitre y la serpiente en un águila que se lanzó en su persecución; ésta duró cerca de una hora. El buitre se convirtió en un gato negro y la joven en un lobo, continuando la lucha en el castillo durante otra hora en un combate ininterrumpido. Cuando el gato vio que iba a ser vencido se transformó en una granada roja, grande, y se cayó en un estanque. El lobo se lanzó a por ella, pero ésta se elevó por los aires, cayó en la bóveda del alcázar y se rompió, desperdigándose los granos uno a uno y esparciéndose por el suelo de todo el castillo.
El lobo se transformó en un gallo y fue recogiendo dichos granos hasta que sólo quedó uno, pero la fatalidad hizo que este grano rodase hasta el lado del surtidor. El gallo empezó a cacarear, a agitar las alas y hacernos señas que no comprendimos; finalmente dio tal quiquiriquí que creímos que el castillo se derribaba encima de nosotros. Buscó por todos los rincones del alcázar hasta dar con el grano, que había caído al lado del surtidor, y se lanzó sobre él para recogerlo, pero éste cayó en el agua; el gallo se transformó en un gran pez y se sumergió en su busca estando invisible unos instantes.
Oímos un grito muy fuerte que nos sobrecogió, y el efrit surgió como un tizón al rojo, echando fuego por la boca y por los ojos, y por la nariz humo y fuego; la joven, a su vez, se transformó en una ola de llamas y nosotros intentamos sumergirnos en aquel estanque para salvarnos de ser quemados y morir; pero no pudimos antes de que el efrit diese un grito debajo de la masa de fuego que lo envolvía y se precipitase encima de nosotros lanzándonos chorros de llamas; la joven lo alcanzó y le lanzó torrentes de fuego: Las chispas de ambos nos caían encima; las de ella no nos quemaban, pero sí en cambio las de él: una me alcanzó en el ojo y me lo estropeó cuando aún era un mono; otra alcanzó la cara del rey y le quemó la barba, el mentón y la mandíbula, haciéndole perder algunos dientes; una tercerra dio en el pecho del eunuco, quemándole y matándolo en el acto. Estábamos ciertos de que íbamos a morir y habíamos perdido la esperanza de continuar en este mundo. [...]
Traducción de Juan Vernet
1 Especie de monje mendicante. 2 Genio.
Prólogo de Jorge Luis Borges para una edición reducida de Hyspamérica Ediciones Argentina, S. A. - Ediciones Orbis, S. A., 1987
Es tradicional oponer, siempre a favor de la primera, la calidad a la cantidad, pero hay obras que exigen la segunda, la larga y generosa extensión. Las mil y una noches ( o, como quiere Burton, El libro de las mil noches y de una noche) tienen que ser mil y una. En algún manuscrito se hablan de mil, pero mil es un número indefinido, sinónimo de muchos, y mil y uno es un número infinito, infinito y preciso. Se conjetura que la adición se debe a un supersticioso temor de las cifras pares; más vale creer que fue un hallazgo de orden estético.
Antes de ser un libro, Las mil y una noches fueron orales, a la manera de la doctrina pitagórica o de la doctrina del Buddha. Los primeros cuentistas habrían sido los confabulatores nocturni, los hombres de la noche que distraían las vigilias de Alejandro de Macedonia con relatos fantásticos. Del Indostán a Persia, de Persia a las ciudades y reinos del Asia Menor, del Asia Menor a Egipto, tal fue el camino que siguió esa migración de ficciones: Nada nos cuesta suponer que alguien las compiló en Alejandría; en tal caso, Alejandro Bicorne, Alejandro del Oriente y del Occidente, presidiría su principio y su fin. No se ha averiguado la fecha de su compilación. Hay quienes aconsejan el siglo doce; otros, el decieséis. El ámbito de las noches es el Islam. Los copistas, para justificar la cifra del título, fueron intercalando textos casuales, entre ellos el relato preliminar de Shahryar y de Shahrázád con el hermoso riesgo de urdir una historia sin fin. Alguno de los siete viajes de Simbad coinciden con las navegaciones de Ulises.
El libro es una serie de sueños, cuidadosamente soñados. Pese a su inagotable variedad, la obra no es caótica; la rigen simetrías que nos recuerdan las simetrías de un tapiz. En sus narraciones predomina el número tres. [...]
Los siglos pasan y la gente sigue escuchando la voz de Shahrázád.
Metáfora de Las mil y una noches (fragmento)
... El sueño se disgrega en otro sueño
y ése en otro y en otros, que entretejen
ociosos un ocioso laberinto.
En el libro está el Libro. Sin saberlo,
la reina cuenta al rey la ya olvidada
historia de los dos. Arrebatados
por el tumulto de anteriores magias,
no saben quiénes son. Siguen soñando.
La cuarta es la metáfora de un mapa
de esa región indefinida, el Tiempo,
de cuanto miden las graduales sombras
y el perpetuo desgaste de los mármoles
y los pasos de las generaciones. Todo.
La voz y el eco, lo que miran
las dos opuestas caras del Bifronte,
mundos de plata y mundos de oro rojo
y la larga vigilia de los astros.
Dicen los árabes que nadie puede
leer hasta el fin el Libro de las Noches.
Las Noches son el Tiempo, el que no duerme.
Sigue leyendo mientras muere el día
y Shahrazad te contará tu historia...
Metáfora de Las mil y una noches (fragmento)
... El sueño se disgrega en otro sueño
y ése en otro y en otros, que entretejen
ociosos un ocioso laberinto.
En el libro está el Libro. Sin saberlo,
la reina cuenta al rey la ya olvidada
historia de los dos. Arrebatados
por el tumulto de anteriores magias,
no saben quiénes son. Siguen soñando.
La cuarta es la metáfora de un mapa
de esa región indefinida, el Tiempo,
de cuanto miden las graduales sombras
y el perpetuo desgaste de los mármoles
y los pasos de las generaciones. Todo.
La voz y el eco, lo que miran
las dos opuestas caras del Bifronte,
mundos de plata y mundos de oro rojo
y la larga vigilia de los astros.
Dicen los árabes que nadie puede
leer hasta el fin el Libro de las Noches.
Las Noches son el Tiempo, el que no duerme.
Sigue leyendo mientras muere el día
y Shahrazad te contará tu historia...
12 comentarios:
Gorgie, Maestro! "...pero mil es un número indefinido, sinónimo de muchos, y mil y uno es un número infinito, infinito y preciso...más vale creer que fue un hallazgo de orden estético." Más vale creer que fue un hallazgo de Georgie.
Borges era genial. Mil, número indefinido, mil y uno, número infinito: un hallazgo, sin duda.
El fragmento es para dejarte de los nervios, qué estrés.
El mil y uno, es hasta erótico.
Igual me he pasado...
¿No te recuerda este fragmento, Marian, a ciertas películas americanas o japonesas pelín estúpidas donde la gente se transforma en cosas?
Es que todo está escrito ya.
No te has pasado en absoluto, Gato, de hecho en Las Mil y Una Noches hay unos cuantos relatos eróticos. En realidad, hay de todo, porque este libro es una especie de cajón de sastre, un batiburrillo donde se han ido acumulando durante siglos relatos de diferentes procedencias : Irán, Irak, la India, Siria, Egipto, incluso Occidente... Podemos encontrarnos de todo: relatos fantánticos (como éste), esotéricos, novelas amorosas, picarescas, didácticas, leyendas, fábulas... Hay hasta novelas de caballería.
Es todo un mundo. Varios mundos. Todos los mundos.
Releo todo después de un día de campo... Desasnadores comentarios.
"...Tiempo, el que no duerme.
Sigue leyendo mientras muere el día" Más genio a cada lectura.
Aconsejo a todo el mundo que lea "Las Mil y Una Noches", al menos en parte, porque leerlo entero puede llevar su tiempo (unas tres mil páginas más o menos).
Por cierto, dice una leyenda que quien lea "Las Mil y Una Noches" completo se volverá loco. Yo estoy leyendo ahora la magnífica edición COMPLETA de Juan Vernet, uno de los mejores arabistas españoles, y tengo la intención de llegar hasta el final. Si me vuelvo loco ya os enteraréis.
No caigo ahora en alguna película de las que dices, que las habrá.
Lo que sí recuerdo es los buenos momentos que pasé con "Simbad el marino" y "Alí Babá y los 40 ladrones" (hablando de "Las mil y una noches") Igual que con "La flecha negra" y "La isla del tesoro" de Stevenson, "El perro de los baskerville" de Conan Doyle.
Verne, Defoe, Poe... no sigo.
Sí, sigue y trae del olvido a tantos como Defoe, otro no digamos que olvidado pero como que casi, no?
Eso no va a pasar, Juan, pero si ocurriera quién te quita lo bailado.
"Simbad" y "Alí Babá" son los relatos más conocidos de Las Mil y Una Noches, pero fíjate que son los que más dudas plantean si pertenecen o no al corpus principal de la obra, o son inclusiones espurias. Qué más da, si la obra está hecha por acumulación.
Habrá que ir incluyendo en el blog a todos esos autores que citáis.
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