LA PÍCARA MONTAÑESA
CAPÍTULO III
DE LA VIDA DEL MESÓN
NÚMERO
SEGUNDO
DE LA MESONERA ASTUTA
Ya que sabes quién fue Fernando, no puedo absconderte a Isabel. Yo, hermano lector, ya adivino que en oyendo quién fue mi madre, te has de santiguar de mí como de la Bermuda. ¿Qué quieres? Diérasme tú otro molde, y saliera yo más amoldada. Soy fruta de aquel árbol y terrón de aquella vena. ¿Qué me pides? Escucha y oirás las azañas de otra Celestina a lo mecánico.
Mi madre era menos boquipanda que su matrimonio. Todos los recados que nos enviaba eran con las dos niñas de sus ojos, los cuales traía siempre a puntería de bodocazos. Era por extremo imaginativa. Nuestros pensamientos eran su melonar, y siempre calaba melones. Decía que nos quería como a los ojos. Y para untarme el casco, me decía:
-A tus hermanos quiérolos como a los ojos de la puente, y a ti como a los de la cara.
Oyólo una hermana mía cierta vez, y dijo:
-Pagadas estamos, madre, que no faltarán ojos que sean tan cosa de aire a cuyo amor la compare.
Entonces ella, que era astuta, dijo:
-¡Calla, boba! Que quien pasa por un río, tanto quiere que la puente tenga los ojos en pie, como que lo estén los de su cara, pues le va la vida.
Con esto nos dejó contentas.
La verdad es que me quería mucho, y debiámelo, que le presté mucha masa en que empanar secretos tan graves que el menor que mi padre husmeara, la despenara, y quizá, si esto hiciera, acertara con el malhechor.
Mas Dios me libre que yo sea como otras, que en haciéndose preñadas de un secreto, luego enferman de vómitos.
Era muy caritativa, tanto que quitaba la comida de la boca para dar a quien nunca vio, ni esperaba de él hazas ni viñas. Verdad es que lo daba pagándoselo, y que lo que valía cuatro vendía en cuarenta. Pero todo es contar por cuatros.
[...] Era tan compasiva con los pobres que a ninguno recibía, sólo por no le ver mal pasar en su mesón por falta de dinero. Que quisiera ella que cuantos entraban en su casa les diera Dios mucha hacienda y con qué hacer mercedes.
En su vida aderezó comida que no cobrase en asador, que, además de sacarle la quinta esencia en forma de pringue para tostas, no le hiciese la salva, por tratarla como a caballera; y para excusar las mermas y alcabalas que por su propia autoridad cobraba de todas las cosas asadas, usaba donosas tretas, las cuales, cuando nos las platicaba, decía que eran la lección de la confusa.
Unas veces se excusaba con decir que los huéspedes se habían tardado en venir, y el gato dádose prisa en llevar. Otras veces soldaba lo rotura con ceniza, como hondón de caldera rota. Otras veces quemaba lo desmantelado con un tizoncito delicadamente, que parecía toda una pieza lo asado y lo castrado. Oirás, y esto era un caso desesperado, hacía un guisadillo, atendiendo siempre a dos cosas: la una, que llevase poco coste y la otra, que no fuese muy sabroso. Aquí anegaba todas sus faltas. Y solía decir:
-Mirad, hijas; una cazuela es excusa barajas, porque como allí se mete todo confuso, hueso y pulpa, viene a tener verdad el refrán viejo que "A río revuelto, ganancia de pescadores y pescadoras." Y creedme que los huéspedes se obligan mucho y dan de sí más que calza de aguja si ven que las mesoneras les guardan el aire al apetito del comer. Pongo caso, hijas, que vaya mal guisado -que así ha de ser siempre-, luego dicen:
-El guisado, así, así. La intención fue buena, no supo más la pobreta, que quien esto hizo sin decírselo, hiciera más, si más supiera.
Y luego les veréis esquilar, diciendo:
-¡Señora María! ¡Señora María!
Que no hay huésped que no llame María a toda moza de mesón, como si todas nacieran la mañana de las tres Marías. O si no, dicen:
-¡Señora hermosa!
Que, como dijo el otro, para que una vieja sea moza, no hay otro remedio que ser mesonera o ajusticiada. Porque a la del mesón no hay pasajero que no diga:
-¡Hola, señora hermosa!
Y si a una mujer la sacan a ajusticiar, luego dicen:
-La más linda mujer y de más bellas carnes que se vio jamás.
-Así que, señora María, alcance de su guisado, que está como de su mano.
Aquí haya gran advertencia, que la tal moza en tal caso ha de hablar como inocente y vergonzosa, diciendo:
-En verdad que compré por amor de sus mercedes un ochavo de especias y un maravedí de vinagre y ajos para que la cazuela sabiese bien a sus mercedes, y dejé en prendas la mi sortija de plata, que no tengo otra.
Y tras esto, hijitas, una reverencia, que estáis a pique de que si es hombre liberal, os dé una buena pieza en pago del empeño de vuestra sortija y sin haber enajenado ni perdido nada.
No acabara yo si te contara por extenso sus tretas. Concluyo con decirte que para abrasar la casa, le sobraban dos hervorcitos de imaginación, y para hacernos perder pie a todos, no había menester echar toda la presa.
Con todo esto decía de mí:
-Justinica, tú serás flor de tu linaje, que cuando a mí me deslumbras, a más de cuatro encandilarás.
Y por verme tan bien aplicada y por las buenas muestras que siempre di, gustaba mucho de platicarme todos estos ejercicios que he referido y otros que callo.
Estos trastos heredé de mi madre, sin quedar cachivacho que no me traspalase. ¿Qué quieres? Quien da lo que tiene, no debe nada, y quien enseña lo que sabe, menos.
[...] Pero mis padres no sabían otros jeroglíficos sino jacarandina, ni otras sciencias sino conjugar a rapio rapis por meus, mea, meum.
¿De qué te espantas? Oye un cuento a propósito.
Cierto soldado quiso ganar de comer a poca costa, y para esto se puso a lo escolástico, aunque algo bastardillo, un bonete algo lardosillo y muy metido hasta la cóncava; un cuello sólo asomado, aunque pespuntado de grasa; una cara a humo muerto; un sayo sayón; un ferruelo largo y angosto, como cédula de sacar prendas; unas calzas que se reían del tiempo; un zapato empanado; un andar de Pero Hernández; un mirar de brujulista; un meterse de hombros como concomido; una voz modesta y baja, aunque tenía el bellacón más chorro que un pollino; un cuello torcido como remate de cuchara; otro segundo Pavón, de quien te daré noticia después de andadas algunas millas de esta historia.
Con esta figura y talle se hizo pedagogo intruso y ayo de algunos, a quienes engañó en la mitad del justo precio. Especialmente engañó a un caballero que confió en él un hijo suyo para que fuese su ayo.
Díjole el caballero:
-Mire, padre, que le encargo este mochacho, que es travieso, para que le imponga. No sepa cosa buena que no se la enseñe.
El dómine ayo se lo prometió así, y cumpliólo.
El ayo a tercer día comenzó a leer la cartilla a su alumno, y díjole:
-Mocito: ¿él piensa que yo soy alguno de los siete de Grecia? Engáñase. ¿Piensa que es todo oro lo que reluce? Engáñase. ¿Piensa que hace el hábito al monje? Engáñase. ¿Piensa que soy quien piensa? Engáñase. ¡Vive Cristobalillo, que aunque le quiera enseñar cosa buena, yo no sé otras sino dos: una de guerra y otra de paz! De paz, es un boquivuelto, y ver si pinta y hago a todos, tope donde topare. Y por más señas, ve aquí la baraja. Lo de guerra, otro que tal. Tome esa espada. Uñas arriba, punta al ojo, el pie siga a la cara.
Medró tan bien el caballerito, que a pocos días andados se fueron ambos a Sevilla, y en el camino comieron lo que hurtaron, y en llegando a Sevilla, hurtaron lo que comieron.
Este fue el bellacón por quien se inventó el entremés que dice: "No le enseñaba a matar, sino a ser obediente Isaac."
Así que, hermano lector, cada cual enseña lo que sabe, aunque no todos saben lo que enseñan.
Podráse decir de algunas madres de este tiempo, que son para sus hijas más crueles que avestruces y que las que por naturaleza y obligación debían ser misericordiosas, comen y cuecen sus hijos, como dijo Jeremías. Porque, ¿qué más propio cocer y tragar sus hijos puede haber que cocerlos en maldades y prender en ellos el fuego del pecado y deshacer sus almas con ruines consejos y ejemplos?
La pícara Justina escribióse antes de 1605, haciéndose luego añadiduras, enmiendas y retoques. Y aun cuando el autor tenía muy adelantada una segunda parte, no se decidió a imprimirla. La novela consta, además de tres prólogos, de cuatro libros: La Pícara Montañesa -dedicado a la ascendencia de la protagonista-; La Pícara Romera - dedicado a las aventuras de Justina en las romerías de las Arenillas y León-; La Pícara Pleitista -estancias de Justina en Medina de Rioseco y Mansilla-; y La Pícara Novia -en que Justina, luego de desdeñar a varios pretendientes, se casa con un hombre de armas apellidado Lozano-. [...] al fin de cada capítulo hay como un añadido, un aprovechamiento o moraleja, pues López de Úbeda se esforzó por demostrar que su desvergonzado libro era un ramo de moralidades.
[...] El gran valor de la La pícara Justina está en la gran riqueza de su vocabulario y en la fraseología de que hace gala el autor. Ya Mayans afirmó "que el autor fue el primer español que, dejando la propiedad y gravedad de nuestra lengua, abrió el nuevo camino de inventar por capricho, no sólo vocablos, sino modos de hablar."
Menéndez y Pelayo dice que la novela tiene "un caudal riquísimo de dicción picaresca y una extraña originalidad de estilo...". La novela está dedicada al famoso valido de Felipe III don Rodrigo Calderón, que acabó ajusticiado en la Plaza Mayor de Madrid. FEDERICO CARLOS SÁINZ DE ROBLES
19 comentarios:
Bueno, bueno, ¿no me digas que no es una maravilla?, instructivo y a la vez divertido.
La descripción del soldado, no tiene precio:)
Lo leeré más veces para no perderme una.
Todo el libro es una maravilla. Estamos hablando del Siglo de Oro.
Desde luego que fue un siglo o dos muy particulares, en la que la literatura relucía, y además, sí era oro.
Una concentración así, de genios y de ingenio ¿a qué será debido?. Buena pregunta, que no exige contestación:)
Que mal explicado, pero bueno, se entiende, estaría pensando en época y he puesto luego "un siglo o dos". Es que la cabeza me va a veces más rápida que los dedos, además de que escribo (generalmente) como hablo y hablando no pongo muchas comas:)
Y con los acentos...pues otro tanto.
Jolín, que no es tan difícil leer antes de enviar, a ver si me acostumbro de una vez a hacerlo.
Que yo me río bastante de mí misma:)
Sí, efectivamente el Siglo de Oro son dos siglos (y pico). ¿Cómo pudo darse esa concentración de genios en la literatura española, en una época en que España iba de capa caída? Esa es una pregunta que requiere sesudos estudios, y los hay.
Pues mira ahora, cómo va España, y la falta de concentración de genios que padecemos.
Se echa de menos a Unamuno y a alguien más, al menos en el discurso político.
Pues yo, francamente, a Unamuno no lo echo nada de menos, qué quieres que te diga. Además de ser mal escritor y peor poeta ("Salamanca, académica palanca", qué horror, qué verso), dijo aquello de "que inventen ellos". En fin...
¿mal escritor?, en fin...
Para mi gusto, que conste, para gustos...
Se equivocó en la frase, desde luego y en el concepto de progreso que tenía para la España de aquel tiempo, pero políticamente hablando, los tenía bien puestos, se estuviera de acuerdo o no con él.
A mí no me parece un mal escritor, quizá le tengo un especial afecto porque "La Tía Tula" fue el primer libro que leí entero.
No he leído toda su obra, pero lo que he leído sí me ha gustado, pero lo que dices, sobre gustos...
Su mejor frase fue aquélla de "Los vascos descendemos de los bere-beres", vaya ampollas que levantó...
No sé Gato si Unamuno pronunció esa frase, si categóricamente o dentro de un contexto, o puede ser que ni la dijera. Lo que sí está comprobado es, que tuvo lo suyo con el iluminado e impresentable Sabino Arana. Que uno esté orgulloso de donde ha nacido, le pasa a cualquiera, ahora que, uno crea ser superior a otros pueblos o etnias, por esa razón o por otras, además de demostrar una ignorancia garrafal, demuestran una soberbia inaceptable. Y si ya por querer ser la élite de los pueblos del mundo o por otras razones inventadas para sus intereses, practican y justifican: asesinar, extorsionar, chantajear, etc.
No mezclemos a Unamuno, ni a otros tantos más, con gentuza de esa calaña, ni siquiera de pasada.
Y lamento Juan haber desviado el tema principal de tu entrada, así que, si lo estimas conveniente, puedes borrar lo que quieras.
Aquí no se borra nada, cada cual puede y debe expresarse como crea conveniente, y, por cierto, te has expresado estupendamente en tu penúltima entrada.
Comentario, quise decir.
Pues me alegro Charlie.
Es una buena despedida,
(por unos días nada más, no os hagáis ilusiones:)
Un abrazo
Que te diviertas.
Gracias (y tú también).
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