Cada vez somos más los creemos menos
en tantas cosas que llenaron nuestras vidas,
los más altos, indiscutibles valores vía Platón o Goethe,
el verbo, su paloma sobre el arca de la historia,
la pervivencia de la obra, la filiación y la heredad.
No por eso caemos con el celo del neófito
en esa ciencia que ya pone sus robots en la luna;
en verdad, en verdad, nos es bastante indiferente,
y si el doctor Barnard transplanta un corazón
preferiríamos mil veces que la felicidad de cada cual
fuese el exacto, necesario reflejo de la vida
hasta que el corazón insustituible dijera dulcemente basta.
Cada vez somos más los que creemos menos
en la utilización del humanismo
para el nirvana estereofónico
de mandarines y de estetas.
Sin que eso signifique
que cuando hay un momento de respiro
no leamos a Rilke, a Verlaine o a Platón,
o escuchemos los claros clarines,
o miremos los trémulos ángeles
del Angélico.
en tantas cosas que llenaron nuestras vidas,
los más altos, indiscutibles valores vía Platón o Goethe,
el verbo, su paloma sobre el arca de la historia,
la pervivencia de la obra, la filiación y la heredad.
No por eso caemos con el celo del neófito
en esa ciencia que ya pone sus robots en la luna;
en verdad, en verdad, nos es bastante indiferente,
y si el doctor Barnard transplanta un corazón
preferiríamos mil veces que la felicidad de cada cual
fuese el exacto, necesario reflejo de la vida
hasta que el corazón insustituible dijera dulcemente basta.
Cada vez somos más los que creemos menos
en la utilización del humanismo
para el nirvana estereofónico
de mandarines y de estetas.
Sin que eso signifique
que cuando hay un momento de respiro
no leamos a Rilke, a Verlaine o a Platón,
o escuchemos los claros clarines,
o miremos los trémulos ángeles
del Angélico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario