Otro tecnicismo galante que la poesía catalana tomó de la provenzal es el de la aymía, que viene a significar "mujer digna de ser amada", siempre dentro de los términos de la tradición cortés. La singularidad del siguiente poema estriba en el hecho de que la excelencia de la dama se infiere del elogio de la estatura física, que además contrasta irónicamente con la del autor: "soy bajito y feo", detalle autobiográfico que, a pesar de su verosimilitud, hay que tomar aquí con precaución retórica, pues ante la altura de la "Reina de honor" todos y todas se muestran inferiores.
D'aver lo nom e lo dret tall d'aymia,
cert, paucas són que·l pusquen bé mostrar
sí com vós fayts, dona, per triünfar;
bell·ab cors bell, linde sens maestria.
Ben aya Dieu, qui mandech a Natura
que us formàs tal que vos degués servir
e dar lausor, duptar e cartenir:
per què bendich mon Dieu e ma ventura.
Que·l vostre gest mostra tan gran valia,
que tot lo món devets senyorejar;
e pren-li'n mal a la que vol star
aprés de vós per far-vos companyia,
e més que més la de ziquia statura.
E als amadors eu los vull desmentir:
que no·s ten ço d'aymia, ne·s deu dir,
sí com fayts vós per conpàs o dreytura.
Alguns diran qu·eu ay dit gran follia
per ço com vull lo cor d'altre jutgar,
car xascun met son poder en amar
ffemna d'asaut, quina que·s vol que sia.
Eu dich que bé, mas que fan oradura
dir nom de rey al vassall que no u mir,
car vós mostrats que us dévon obesir
li gran e·l pauch, miran vostre figura.
Sí com l'astors ha dreyta senyoria
dessús lo poch smirle sens comptar,
havets dreyt vós de tot cor subjugar
de leys qu·eu dich cent tants per milloria;
perquè defall per conexença pura
aycell qui dits al jaspi clar safir
ne la del camp rosella flor de lir,
car Dieu no us fech a tots d'una factura.
Enquer diran dones per quina via
hay heu volgut de tal raysó parlar,
e que, per Déu, me'n pert un bon callar,
que suy petits e curts, d'àl fisomia.
Eu los atorch; mal a dona procura
perquè de l´hom se deu ensenyorir;
vós ests senyors, eu servents, tal no quir,
per quès a me l'àvol tall no fa cura.
Tornada
Reyna d'onor, tots homs qui bé figura
vostre bell cors porà ben presomir
c·avets los gets d'aymia, sens mantir,
e que, de cert, lo prets en vós s'atura.
Retornada
A, donas prous, qu·ayats bona ventura!
Per ço qu·ay dit no·m vullats malesir,
car molts de béns fan hun fayt enrequir:
aysí per vós ley qu·eu ham se'n mellura.
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Pocas son, ciertamente, las que pueden
mostrar de aymía el nombre y justa talla
como hacéis vos, señora, triunfalmente,
bella de cuerpo, y sin ardid hermosa.
Sea Dios loado, que ordenó a Natura
haceros tal para que yo os sirviese,
alabase, temiese y venerase.
Benditos sean Dios y mi ventura.
Vuestro semblante muestra tal valía,
que os enseñorearéis del mundo entero,
y saldrá malparada la que acuda
junto a vos para haceros compañía,
sobre todo si es corta de estatura.
Desmentir quiero a los enamorados:
nadie tiene lo propio de una aymía
por garbo y por derecho como vos.
Algunos me dirán que es gran locura
querer juzgar el corazón ajeno,
porque todos se esfuerzan en amar
a una bella mujer, sea cual sea.
Bien me parece, pero es gran locura
dar el nombre de rey al siervo indigno,
pues vos mostráis que obedeceros deben,
con sólo veros, grandes y pequeños.
Como el azor impone su dominio
sin excepción sobre el pequeño mirlo,
así tenéis cien veces más derecho
de subyugar el corazón de aquéllas;
de todo punto yerra en su juicio
el que claro zafiro llama al jaspe
y a la rosa silvestre flor de lis,
que a todos no nos hizo Dios iguales.
Habrá, además, mujeres que pregunten
por qué he querido hablar de tal asunto,
perdiendo una ocasión, por Dios, tan buena
de callar, porque soy bajito y feo.
Lo admito: en la mujer es mala cosa
si lo que quiere es dominar al hombre,
pero vos sois señor y yo sirviente:
no me importa tener corta estatura.
Vuestro semblante muestra tal valía,
que os enseñorearéis del mundo entero,
y saldrá malparada la que acuda
junto a vos para haceros compañía,
sobre todo si es corta de estatura.
Desmentir quiero a los enamorados:
nadie tiene lo propio de una aymía
por garbo y por derecho como vos.
Algunos me dirán que es gran locura
querer juzgar el corazón ajeno,
porque todos se esfuerzan en amar
a una bella mujer, sea cual sea.
Bien me parece, pero es gran locura
dar el nombre de rey al siervo indigno,
pues vos mostráis que obedeceros deben,
con sólo veros, grandes y pequeños.
Como el azor impone su dominio
sin excepción sobre el pequeño mirlo,
así tenéis cien veces más derecho
de subyugar el corazón de aquéllas;
de todo punto yerra en su juicio
el que claro zafiro llama al jaspe
y a la rosa silvestre flor de lis,
que a todos no nos hizo Dios iguales.
Habrá, además, mujeres que pregunten
por qué he querido hablar de tal asunto,
perdiendo una ocasión, por Dios, tan buena
de callar, porque soy bajito y feo.
Lo admito: en la mujer es mala cosa
si lo que quiere es dominar al hombre,
pero vos sois señor y yo sirviente:
no me importa tener corta estatura.
Tornada
Reina de honor, cualquiera que imagine
vuestro bello semblante pensará
sin errar que tenéis temple de aymía,
y que sin duda en vos reside el mérito.
Retornada
Buena suerte tengáis, valiosas damas,
y no me maldigáis por lo que he dicho:
si muchos bienes dan mayor riqueza,
por vosotras mejora la que amo.
Comentario y traducción de José María Micó