del cui amor vivo, e senza 'l qual morrei;
s'i' 'l dissi, che miei dì sian pochi, e rei,
e di vil signoria l'anima ancella;
s'i' 'l dissi, contra me s'arme ogni stella,
e dal mio lato sia
paura e gelosia,
e la nemica mia
più feroce vèr' me sempre e più bella.
S'i' 'l dissi, Amor l'aurate sue quadrella
spenda in me tutte, e l'impiombate in lei;
s'i' 'l dissi, cielo e terra, uomini e dèi
mi sian contrarî, et essa ogni or più fella;
s'i' 'l dissi, chi con sua cieca facella
dritto a morte m'invia,
pur come suol si stia,
né mai più dolce o pia
vèr' me si mostri, in atto od in favella.
S'i' 'l dissi mai, di quel ch'i men vorrei,
piena trovi quest'aspra e breve via;
s'i' 'l dissi, il fero ardor, che mi desvia,
cresca in me, quanto il fier ghiaccio in costei;
s'i' 'l dissi, unqua non veggian li occhi mei
sol chiaro, o sua sorella,
né donna, né donzella,
ma terribil procella,
qual Faraone in perseguir li ebrei.
S'i' 'l dissi, co i sospir, quant'io mai fêi,
sia pietà per me morta, e cortesía;
s'i' 'l dissi, il dir s'innaspri, che s'udia
si dolce allor che vinto mi rendei;
s'i' 'l dissi, io spiaccia a quella ch'i' tôrrei,
sol, chiuso in fosca cella,
dal dì che la mamella
lasciai, fin che si svella
da me l'alma, adorar: forse e 'l farei.
Ma s'io no 'l dissi, chi sì dolce apria
meo cor a speme ne l'età novella,
regga 'ncor questa stanca nacivella
col governo di sua pietà natia,
né diventi altra, ma pur qual solìa
quando più non potei,
che me stesso perdei,
né più perder devrei.
Mal fa, chi tanta fé sì tosto oblia.
I' no 'l dissi già mai, né dir porìa,
per oro, o per cittadi, o per castella.
Vinca 'l ver dunque, e si rimanga in sella,
e vinta a terra caggia la bugia.
Tu sai in me il tutto, Amor: s'ella ne spia,
dinne quel cher dir dêi.
I' beato direi,
tre volte, e quattro, e sei,
chi, devendo languir si morì pria.
Per Rachel ho servito, e non per Lia;
né con altra saprei
viver; e sosterrei,
quando 'l ciel ne rappella,
girmen, con ella, in sul carro de Elia.
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Si jamás dije tal, que me odie aquella1
de cuyo amor yo vivo, sin el cual moriría;
si lo dije, sean míseros y contados mis días,
y sea de vil señoría el alma sierva;
si lo dije, que se arme en contra mía toda estrella
y pónganse a mi lado
miedo y celos,
y que sea mi enemiga
contra mí más feroz siempre y más bella.
Amor, si dije tal, tus saetas de oro
sean todas para mí, y las de plomo para ella;
si lo dije, hombres y dioses, cielo y tierra
enemigos míos sean, y ella cada vez más cruel;
si lo dije, que aquella persona cuya oculta faz
me envía recto a la muerte
mantenga su actitud habitual,
y que nunca más dulce o piadosa
respecto a mí se muestre, en gesto o voz.
Si jamás dije tal, que todo cuanto menos quiero
llene este camino mío áspero y breve;
si lo dije, el fiero ardor que me desvía
crezca en mí, y en ella el fiero hielo;
si lo dije, nunca vean los ojos míos
el sol brillante, o su hermana,
ni mujer, ni muchacha,
sino terrible tormenta,
cual Faraón al perseguir a los hebreos.
Si lo dije, por más que yo suspire
no haya para mí compasión ni cortesía;
si lo dije, vuélvase áspero el hablar que oía
tan dulce cuando vencido me rendí;
si lo dije, que yo le repugne a aquella que quisiera,
aún solo y encerrado en celda oscura,
desde el día en que dejé el pecho materno
hasta cuando se aparte
de mí el alma, adorar: tal vez lo haría.
Mas si yo no dije, aquella que tan dulcemente abría
mi corazón a la esperanza en la edad tierna,
guíe aún esta cansada navecilla
con el timón de su originaria piedad,
y que no cambie hacia mí, mas sea cual solía
cuando hacer más no pude,
que a mí mismo me perdí;
y más ya perder no debería.
Mal hace aquella que tanta fidelidad tan pronto olvida.
Y jamás dije tal, ni decirlo podría
por oro, o por ciudades o castillos.
Triunfe, por tanto, la verdad, y en arzón se mantenga,
y batida caiga a tierra la mentira.
Tú de mí sabes todo, Amor: si ella indaga,
di de mí todo aquello que decir debes.
Yo feliz diría,
innumerables veces,
quién, debiendo sufrir, antes se muere.
Por Raquel he servido, y no por Lia;
y con otra no sabría
vivir; me atrevería,
cuando el cielo me llame,
a irme, con ella, en el carro de Elías.
Traducción y nota de Atilio Pentimalli
Petrarca
1 Había llegado a oídos de Laura un maligno comentario, según el cual Petrarca ocultaba bajo el nombre "Laura" la figura de otra mujer. Ante el desdén de la dama, el poeta protesta su inocencia.
7 comentarios:
Leo por ahí que la tal Laura jamás existió y que en estos poemas Petrarca alude en realidad al árbol sagrado de la poesía (laurus o laurel) del dios Apolo. Me parece creíble como comportamiento de un poeta. Me gustaría más que así haya sido.
La verdad es que no lo sé, pero es creíble.
Sin embargo, Atilio Pentimalli, en el prólogo de su edición bilingüe del "Cancionero", dice lo siguiente:
Fecha fundamental de la vida del poeta, consignada en un memorable soneto y recordada, de diversa forma, en tantos otros, fue el seis de abril de 1327, día de Viernes Santo. En la iglesia de Santa Clara, el poeta ve por primera vez a la mujer que había de inspirar sus rimas amorosas a lo largo de la vida entera. Aquella mujer se llamaba Laura, y, según nos dice el propio Petrarca, los encuentros entre ambos fueron poquísimos y casuales, y el amor jamás correspondido. La pretensión de que "Laura" no fuera otra cosa que una imagen ideal, una entidad simbólica, una alusión metafísica, teológica o, peor aún, críptica, ha tenido alterna fortuna a través de los siglos; pero, en verdad, semejante interpretación es un atentado contra la verdad histórica y el sentido común. Laura fue una mujer de carne y hueso, feliz esposa de un gentilhombre y madre de nada menos que once hijos, arrebatada de este mundo por la peste en 1348. Esto es, en sentido estricto, todo lo que de ella sabemos en cuanto a biografía. Como tema poético, Laura es el privilegiado objeto de la más rica, variada, sutil y constante poesía amorosa que se puede imaginar.
Sí, pasé un rato largo leyendo sobre este asunto que por supuesto desconocía. Igual creo que la referencia https://es.wikipedia.org/wiki/Laura_de_Noves le da cierto vuelo a la cosa, así como el hecho de que el amor de Petrarca no se viera nunca correspondido me acerca y me hace más entrañable la obra.
Realmente, a estas alturas, casi no importa si Laura existió o no. Existe, porque Petrarca le dio cuerpo y alma en sus poemas. Laura existió y seguirá existiendo siempre.
Para explicarlo un poco mejor, o un poco más:
Una figura literaria puede ser tan real o más que una figura histórica. ¿Quién se acordaría hoy de Laura de Noves (o como se llamase) si no se hubiese cruzado en su vida el poeta Petrarca? Gracias a Petrarca, Laura es inmortal. Y viceversa.
Impecable.
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