El Paraíso Recobrado
Poema en tres Escalas y un Prólogo
A Yadira Jiménez
En el Puerto de Cartagena, Colombia.
Apartado N° 75.
Abandona tu patria y tu parentela
y ven a un país que yo te mostraré.
Cogidos de la mano, con pasos errabundos
y lentos, emprendieron por los campos del Paraíso
su camino solitario.
Génesis, XII, 1
Prólogo
Allá, en la América del Sur, lejos, en Colombia.
Donde el Magdalena corre ancho y solemne,
y el Tequendama se alza
como un río que se puso de pie
para mirar de lejos el mar;
al norte, en el Puerto de Cartagena.
Frente al escándalo de las olas,
y bajo los suntuosos cocoteros;
en medio del paisaje marino
con el muelle, los barcos, las gaviotas...
vive una niña.
No es largo de contar.
La conocí una mañana
en el aeropuerto de San José de Costa Rica.
Lo demás no puede ser más sencillo:
la amé. Todos los jóvenes la amábamos.
Un día partió para Colombia,
para Cartagena...
Y, entonces, yo,
al no hallar qué hacer con mi amor,
hice de él una canción.
La encontré buena. Y me la aprendí de memoria
para mi propio recreo y deleite;
y para decirla ante un grupo de amigos
que con cierta frecuencia me piden que recite.
Dice así la canción...
Primera Escala
Antes del aire
Cogidos de la mano, con pasos errabundos
y lentos, emprendieron por los
campos del Paraíso su camino solitario.
John Milton, Paraíso Perdido, Libro XII
Día y noche golpeaba el pie de tu sonrisa.
Pero tú no me oías. Te llamé con abejas...
y nada. Con gorriones... tampoco. Con caballos...
y tu pecho seguía cerrado.
Hasta que un día,
cuando todo era inútil y la cosa parecía perdida,
se me ocurrió llamarte a ti contigo misma.
Y por medio de ti llegar a ti. Y di en el clavo.
Fue leve, como un zarpazo de violeta,
como un puñetazo de abanico. Pero sonó la aldaba,
rechinaste... y te fui abriendo toda,
como una puerta, y penetré en tu nombre.
Por eso, y desde entonces:
Para el día y la noche.
Para los dolorosos y quebrantados ojos
que dejaste perdidos. Para todos los días
y todas las noches de la vida. Para que el mar y el fuego
te coronen y tejan para ti una guirnalda.
Para que el viento venga. Para que el vino venga
y te diga: "¡Levántate y anda!
Corta un racimo de uvas, y sígueme".
Para que pidas todo lo que te dé la gana:
El laurel,
el espejo,
la guitarra.
El lirio
blanco como una niña después de un accidente.
El árbol,
la pianola,
el reloj,
la naranja.
El paisaje que espera en el fondo del vaso
dar de beber al ojo lo que no bebió el labio.
El frutero en donde cabe todo el verano,
y el sofá dentro de una pecera con violines.
La fuente donde el líquen sueña sus catedrales.
El clavel que en el tallo se enciende como un fósforo
y el pájaro que sueña atornillado a un trino.
En fin para que todas las cosas de la tierra.
Para que todas las cosas trémulas y hermosas de la tierra
descansen en el hueco
de cada una de esas manos tuyas que yo amo
y en doble arroyo lleguen hasta tu boca pura:
te levanté una rosa lo más alto que pude.
Te he construido una casa sitiada por la espuma.
Pon el oído en esa rosa, y oye lo que su olor te dice.
Húndete en esta casa que te hice, y habítala.
Y bébete esta copa de agua con golondrinas.
Porque tú... Pero espera. No vayamos tan lejos.
Creo que ya va siendo hora de que me explique.
Yadira, aquí me tienes:
solo, como los monogramas en los pañuelos.
Y desde Granada, desde el Colegio.
Sobre mi ventana que da al Lago de Nicaragua,
y en esta hora, te recuerdo, y pienso:
Era entonces en San José de Costa Rica...
En el Barrio Amón, y en la misma esquina de tu casa,
de tu casa con barandas...
Ahora ya de lejos,
toda la ciudad cabe en tu pequeño nombre.
Y por eso, hasta las cosas más pequeñas, todo,
lo tomo y lo empujo hacia ti para que brille.
Me refiero a las vueltas alrededor del parque,
a los discos en moda de ese tiempo;
a las interminables partidas de ping pong
en el asueto de los sábados por la tarde.
A tus vestidos con un barco bordado en la bolsa,
y a los paseos en bicicleta
por los alrededores de la capital...
Cosas que no valen la pena,
pero que yo las canto -y lo hago ardientemente-
porque en torno de esto hay algo tuyo que se reúne:
un desprendido pétalo que llega de tu cielo.
Un pedazo de espuma caído de tu espuma.
Un resto de palomas, una pelusa de alma.
Pero es el caso que yo no me conformo con eso.
Que ninguno de nosotros puede conformarse con eso.
Porque tú no eres únicamente
esa niña que juega ping pong, sonríe,
y se vuelve manzana cuando cumple quince años.
Hay algo más en ti. Esa tu otra tú
que te aguarda en el sueño de tu desnudo puro.
Y a esto es, precisamente, a lo que vengo:
vas a emprender un viaje que nunca habías hecho.
Conmigo. Tú y yo, solos. Nosotros dos, volando
hacia los otros dos nosotros que nos esperan
allá, sobre las nubes de luz fría,
entre un camino de lámparas, paseándose,
altos, eternos y definitivos.
Prepárate. Iguala
tu reloj de pulsera con el reloj del aire.
Y ahora mismo, mientras todos bailan,
y en tu puerto el alcalde y el comandante juegan
una partida de ajedrez para mientras llega el barco,
tú y yo nos vamos.
Deja que todo quede como está, en desorden.
Y date prisa. Tenemos todo el día por delante
pero el camino es largo.
Llegaremos allá cuando las estrellas brillen.
Prepárate para el salto.
Y que el aire sea con nosotros.
Listos.
A la una...
a las dos...
y a las...
tres!
Segunda Escala
En el aire
...porque el Espíritu Santo, que es amor,
también se compara en la Divina Escritura al aire.
San Juan de la Cruz
Hemos llegado a la primera estrella.
Mira la inmensa noche azul llena de temblorosos ojos.
Todo esto forma ahora nuestro nuevo camino.
Por él vamos, Yadira, y te miro
como un gorrión saltar de estrella a estrella.
Subir de astro en astro. De cometa en cometa.
Y más allá. Más alto. Más arriba,
ya por las últimas orillas del cielo,
en donde va tu cuerpo, quemándose en el aire,
con rumbo hacia un seguro porvenir de lucero.
Y como en la bandera, que en la mañana
sube... y sube, y hasta que ha llegado al término
se despliega y se entrega de lleno al azul puro;
así tú, Yadira, has ido avanzando hacia la belleza.
Pasando de muchacha a estrella.
De estrella a remolino; de remolino a brisa,
y de brisa
a sosegado, claro, ilustre aire.
Porque, en verdad, la carne se hizo aire.
Y el aire se hizo carne y habitó entre nosotros.
Desde la tierra, entre el hervidero fuimos ascendiendo.
Ahora todo está en ti.
Y tú tan sola, ya aire ante el aire.
Llegamos a la cima más alta de su delicia.
Y oye qué nueva trinidad tan pura:
tú, yo y el aire. Y los tres somos uno.
Por eso, a través de tu cuerpo
puedo contemplar todo el cielo.
Como si lo tuviera dentro de ti.
Y tu esqueleto brilla como los hilos de una lámpara.
Y de tu corazón, en vez de sangre,
sale un río astronómico y celeste, que en orden
y de pies a cabeza te recorre.
Y pasan, entre otros:
El Dragón y la Cabra.
Orión, el Pez Austral.
Arturo del Boyero.
Las Dos Osas, La Lira y el Centauro.
El Cochero, la Espiga de la Virgen.
Cástor y Pólux, Fénix, el Cangrejo.
La Nebulosa Espiral de Andrómeda.
La Cabellera de Berenice.
Las Nubes Magallánicas,
El Cisne, el Sagitario,
El Enjambre de Hércules,
La Niebla de los Perros de caza.
La Ballena, la Cruz del Sur,
El Ave del paraíso y el Navío,
Marte, Saturno, Júpiter, Neptuno,
Venus, La Vía Láctea, El Unicornio,
y el Ojo del Toro y la Serpiente.
Ya no hace falta ahora sino el sueño.
Ultimo paso de la transfiguración.
Sepárate de ti hasta caer en ti.
Que como un anillo hundiéndose poco a poco en el agua,
en el agua del sueño
se irán tus otras manos,
se irán tus otros ojos,
tu otra voz,
tu otra frente,
tu otra tú,
como sobre un estanque
donde el árbol
se separa del
árbol.
Bueno. Después de esto
ya nada queda por hacer.
Tiéndete, duerme, sueña. Y mañana
ya podremos entrar al Paraíso.
Tercera Escala
Después del aire
...Y en la tercera rueda
contigo mano a mano
busquemos otro llano,
busquemos otros montes y otros ríos,
otros valles floridos y sombríos,
do descansar, y siempre pueda verte
ante los ojos míos,
sin miedo y sobresalto de perderte.
Garcilaso de la Vega
Estamos ya más allá de todo!
Todo ha cesado.
Se descorren las cortinas
y se abren los eternos espacios.
Hemos quedado solos.
Solos: tú, yo, y el aire nuestro de cada día.
Estamos ya más allá de todo.
Más allá de todo lo que fue antes del aire.
De los discos en moda, de los paseos en bicicleta
y de tus vestidos con un barco bordado en la bolsa.
Más allá de los cumpleaños y de los pequeños obsequios
a los que cuidadosamente les borramos el precio.
Más allá de la cadena de oro y el anillo
dados a guardar a alguien
para mientras nos bañamos en la piscina.
Más allá de las radiantes fotografías, en grupos,
tomadas en la playa, debajo del verano.
Más allá de todo eso!
Más allá de la nube y el relámpago.
Más allá de las constelaciones. En los aires finales.
Y más allá, todavía. Más allá del mismo aire,
es decir,
en el aire de tu aire que es mi aire.
De escala en escala, todo ha ido desapareciendo.
Ahora ya no queda nadie.
Nada.
Sino el espacio
y un hombre y una mujer.
La nueva creación apoyada en nosotros.
La tierra es otra vez la tierra.
El hombre es otra vez un hombre.
La mujer es de nuevo una mujer.
Y tú tienes la palabra.
La mujer es anterior a la vida.
La mujer es anterior a Adán.
La mujer es anterior a la mujer.
Porque antes, mucho antes
de que Eva naciera del costado del hombre,
cada árbol, cada flor, cada fruta,
toda la Creación era una mujer.
Tú tienes la palabra.
Separa la luz de las tinieblas.
Y ordena los mares y los ríos
porque el Espíritu de Dios empolla sobre las aguas.
Y qué bien así!
Nadie y nada. Sino tú y yo:
una mujer y un hombre.
De nuevo juntos. Para siempre juntos.
Y qué bien mañana!
Cuando nuestros corazones maduren:
Cuando sobre este aire limpio, inaugurado,
colocaremos otra vez la rama,
la manzana, el pájaro y la estrella.
2 comentarios:
Pues no sé muy bien....
Este poema llevan estudiándolo los poetas y los críticos literarios décadas, de modo que no te preocupes.
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