Jean Nicolas Arthur Rimbaud nació el 20 de octubre de 1854 en la pequeña y tranquila ciudad burguesa de Charleville. La familia ocupaba una casa de la calle llamada entonces de Napoleón. En la planta baja había una librería.
La madre de Rimbaud -Vitalie Cuif- era hija de unos propietarios rurales y mujer muy severa y terriblemente intransigente. Había casado, muy enamorada, con Fréderic Rimbaud, oficial del Regimiento de Infantería nº 47, de guarnición en Mézières, la ciudad vecina. Se conocieron en un concierto que daba la banda del Regimiento, en la plaza de la estación. Ambiente y cuadro que, años más tarde, había de dar tema a nuestro poeta para una de sus primeras poesías:
A LA MUSIQUE
Place de la Gare, à Charleville.
Sur la place taillée en mesquines pelouses,
Square où tout est correct, les arbres et les fleurs,
Tous les bourgeois poussifs qu'étranglent les chaleurs
Portent, les jeudis soirs, leurs bêtises jalouses.
− L'orchestre militaire, au milieu du jardin,
Balance ses schakos dans la
Valse des fifres:
− Autour, aux premiers rangs, parade le gandin;
Le notaire pend à ses breloques à chiffres.
Des rentiers à lorgnons soulignent tous les couacs:
Les gros bureaux bouffis traînent leurs grosses dames
Auprès desquelles vont, officieux cornacs,
Celles dont les volants ont des airs de réclames;
Sur les bancs verts, des clubs d'épiciers retraités
Qui tisonnent le sable avec leur canne à pomme,
Fort sérieusement discutent les traités,
Puis prisent en argent, et reprennent : "En somme !..."
Épatant sur son banc les rondeurs de ses reins,
Un bourgeois à boutons clairs, bedaine flamande,
Savoure son onnaing d'où le tabac par brins
Déborde − vous savez, c'est de la contrebande; −
Le long des gazons verts ricanent les voyous;
Et, rendus amoureux par le chant des trombones,
Très naïfs, et fumant des roses, les pioupious
Caressent les bébés pour enjôler les bonnes...
− Moi, je suis, débraillé comme un étudiant,
Sous les marronniers verts les alertes fillettes:
Elles le savent bien ; et tournent en riant,
Vers moi, leurs yeux tout pleins de choses indiscrètes.
Je ne dis pas un mot : je regarde toujours
La chair de leurs cous blancs brodés de mèches folles:
Je suis, sous le corsage et les frêles atours,
Le dos divin après la courbe des épaules.
J'ai bientôt déniché la bottine, le bas...
− Je reconstruis les corps, brûlé de belles fièvres.
Elles me trouvent drôle et se parlent tout bas...
− Et je sens les baisers qui me viennent aux lèvres...
A LA MÚSICA
Plaza de la Estación de Charleville.
A la plaza dispuesta con céspedes medrosos,
donde todo es correcto: los árboles, las flores,
asmáticos burgueses, que ahogan los calores,
traen todos los jueves sus rencillas, celosos.
La banda militar, en medio del jardín,
toca el Vals de los pífanos
y el chacó balancea;
en las primeras filas, rebulle un zascandil,
y, presumiendo de dijes, el notario pasea.
Rentistas con monóculo, subrayan los gazapos;
los burócratas gordos, arrastran a sus esposas,
detrás de ellas van, cursis y presurosas,
damas de compañía, presumiendo de trapos.
Sobre los verdes bancos, drogueros retirados
que remueven la arena con su bastón de bola,
formalmente discuten los últimos tratados
y pinzan su rapé, meneando la chola.
Con su mórbida ijada del banco desbordando,
un dichoso burgués, de flamenca tripilla,
saborea el tabaco con su pipa de arcilla;
una brizna se escapa: ¡ah, es de contrabando!.
Rondan por la pradera, con su guasa, los pillos;
al son de los trombones y al olor a rosales,
los cándidos caloyos se sienten más mochales
y embelecan las amas, mimando a los chiquillos.
Yo ando desgarbado, como un estudiante;
y, bajo los castaños, las chicas pizpiretas
saben lo que yo espero; me miran un instante:
sus ojos están llenos de cosas indiscretas.
No digo una palabra, y miro y adivino
bordado el blanco cuello por los locos mechones,
sigo, bajo la blusa, los primorosos dones,
la curva de la espalda y su dorso divino.
Descubrí, un momento, la botina, la media;
ellas me encuentran raro, sonríen, tal vez duden...
reconstruye su cuerpo la fiebre que me asedia
y siento que los besos, a mis labios acuden.
Comentario y versión de J. F. Vidal-Jover