continuemos ahora los cantos
en medio de la florida luz y el calor,
¡oh amigos nuestros!
¿Quiénes son?
Yo salgo a su encuentro,
¿dónde los busco?,
en el lugar de los atabales,
aquí mismo.
Yo sólo concibo cantos floridos,
yo vuestro amigo,
soy sólo el señor chichimeca,
Tecayehuatzin.
¿Acaso alguien,
acaso no todos nosotros,
daremos alegría,
haremos feliz,
al Inventor de sí mismo?
Ojalá que allá, en buen tiempo, en Tlaxcala,
estén mis floridos cantos aletargantes.
Ojalá estén los cantos que embriagan
de Xicohténcatl, de Temilotzin,
del príncipe Cuitlízcatl.
El Tamoanchan de las águilas,
la Casa de la noche de los tigres
están en Huexotzinco.
Allá está el lugar de la muerte
de quien hizo merecimientos, Tlacahuepan.
Allá se alegran
las flores que son la comunidad de los príncipes,
los señores, en sus casas de primavera.
Con flores de cacao,
exclama y viene veloz,
allá con las flores se alegra
en el interior de las aguas.
Viene de prisa con su escudo de oro.
Que con abanicos
con el cayado de flores rojas,
con banderas de pluma de quetzal
vangamos a dar alegría
en el interior de las casas de la primavera.
Resuenan los timbales color de jade,
lluvia de florido rocío
ha caído sobre la tierra.
En la casa de plumas amarillas
está lloviendo con fuerza.
Su hijo ha bajado,
en la primavera desciende allí,
es el Dador de la vida.
Sus cantos hacen crecer,
se adorna con flores en el lugar de los atabales,
se entrelaza.
De aquí ya salen
las flores que embriagan,
¡alegraos!
Poesía "dadora de vida" la azteca...
ResponderEliminar"Cantos en medio de la florida luz", "Lluvia de florido rocío..." Pura sensibilidad.
Curiosa paradoja la de la civilización azteca, con sus rituales espantosamente sangrientos, y, sin embargo, como dices, llena de poetas "dadores de vida".
ResponderEliminarLa contradicción intrínseca del ser humano.
Qué cierto.
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