Two roads diverged in a yellow wood,
And sorry I could not travel both
And be one traveler, long I stood
And looked down one as far as I could
To where it bent in the undergrowth;
Then took the other, as just as fair
And having perhaps the better claim,
Because it was grassy and wanted wear;
Though as for that, the passing there
Had worn them really about the same,
And both that morning equally lay
In leaves no step had trodden black
Oh, I kept the first for another day!
Yet knowing how way leads on to way,
I doubted if I should ever come back.
I shall be telling this with a sigh
Somewhere ages and ages hence:
Two roads diverged in a wood, and I -
I took the one less traveled by,
And that has made all the difference.
El camino no elegido
Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo, Y apenado por no poder tomar los dos Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie Mirando uno de ellos tan lejos como pude, Hasta donde se perdía en la espesura; Entonces tomé el otro, imparcialmente, Y habiendo tenido quizás la elección acertada, Pues era tupido y requería uso; Aunque en cuanto a lo que vi allí Hubiera elegido cualquiera de los dos. Y ambos esa mañana yacían igualmente, ¡Oh, había guardado aquel primero para otro día! Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante, Dudé si debía haber regresado sobre mis pasos. Debo estar diciendo esto con un suspiro De aquí a la eternidad: Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo, Yo tomé el menos transitado, Y eso hizo toda la diferencia.
Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto,
sino darse y tomar perdida, ingenuamente,
tal vez pude elegir, o necesariamente,
tenía que pedir sentido a toda cosa.
Tal vez no fue vivir este estar silenciosa
y despiadadamente al borde de la angustia
y este terco sentir debajo de su música
un silencio de muerte, de abismo a cada cosa.
Tal vez debí quedarme en los amores quietos
que podrían llenar mi vida con un nombre
en vez de buscar al evadido del hombre,
despojado, sin alma, ser puro, esqueleto.
Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto.
sino amarse y amar, perdida, ingenuamente.
Tal vez pude subir como una flor ardiente
o tener un profundo destino de semilla
en vez de esta terrible lucidez amarilla
y de este estar de estatua con los ojos vacíos.
Tal vez pude doblar este destino mío
en música inefable. O necesariamente...
Lamentable que este poema no ocurra en tiempos de
grandes bailes. Las bocas del metro arrojan a las calles que
circundan las vecindades de La Bastilla gentes que de tanto
ir bajo tierra, en la fosa común, tienen el hábito de hablar
a solas. Creo que a veces no reconocen su voz. Lamentable
que estas líneas no ocurran en tiempos de asombro. Porque
he oído violinistas, fagotistas, grandes virtuosos mal vestidos y peor comidos en el metro, tocando para los muertos.
¿Y si el vagón en el que voy fuera una prolongación rodante del cementerio de Père Lachaise? ¿Y si estos seres fueran,
en el parpadeo de las puertas que se cierran y se abren,
presencias de un fantasmario recogido en papeles que
huyen por la calle Vivianne, la calle del viejo conde del otro
mundo, del otro monte, el arisco montevideano? ¿Así que
asisto al jubileo de los muertos? ¿A esta bella escenografía
de catedrales y parques, de jardines y puentes por donde
los seres más vivos que cruzan lo hacen en el pasado?
Lamentable que este silabario no ocurra en un Mayo que
se fue con sus muros levantiscos, sus barricadas, quizá el
último canto de cisne de los vivos. Porque ocurre hoy. Y
el hoy ya no enarbola banderas. Ya no lleva cuchillos bajo
el turbante. Ni siquiera hay, maese Apollinaire, quién robe
Monalisas.
Lamentable escribir un poema en el que un ángel ve sus
alas quebradas en las puertas de un vagón del metro y desciende obediente cuando llega a la estación donde se aplastan los milagros. Ah, señor Apollinaire, usted que dijo que
la rutina y la vejez son nuestras armas enemigas: sepa que
acá se rumia la rutina, se asientan la vejez y sus resabios. La
calle Morgue, buen nombre para todas las calles.
Yo mi sobretodo verde
yo mi cáscara de nuez
yo mi gota de agua
mi río
mi árbol
yo corcel galopando en una orilla
brazos del viento descansando en los árboles
me acostaré tal vez quién sabe en dónde
en el polvo o en un mosquito
para ser el grito de un cocodrilo
o las manos abrazadas al fondo de un río
o en una hoja caído
en una gota de agua envuelto
para no volver nunca
puedo seguir mucho tiempo deambulando en los aires
tal vez tenga la forma invisible de un microbio
o quizá esté en el aletear del vuelo de una mosca
hay tanto
tanto espacio para volar mi cuerpo inútil
tanto manantial donde poner mis pies frágiles
tantos redondeles blancos en los ojos cerrados
que en mi inconsciente voluntad de estar, así
no estoy solo.
Raro asunto la vida: yo que pude
nacer en 1529,
o en Pittsburg o archiduque, yo que pude
ser Chesterton o un bonzo, haber nacido
gallego y d’Ors y todas estas cosas.
Raro asunto
que entre la muchedumbre de los siglos,
que existiendo la China innumerable,
y Bosnia, y las cruzadas, y los incas,
fuese a tocarme a mí precisamente
este trabajo amargo de ser yo.
El poeta Antonio Colinas ha resultado ganador de la XXV edición del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, que convoca conjuntamente Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca. El premio, aparte de la dotación económica, lleva aparejado una edición de un poemario antológico del galardonado, con estudio y notas a cargo de un destacado profesor de literatura de la Universidad de Salamanca, además de unas jornadas académicas sobre el premiado.
Esto es lo que ha dicho Colinas al conocer la concesión del premio:
Cuando he recibido esta mañana la noticia, en carretera, he pensado en mi obra, pero sobre todo en mi vida. He pensado en mi vida y en el camino a veces a contracorriente que he llevado, siempre fiel a la palabra y a mi vocación poética.
Colinas reflexiona en un momento de plenitud y en esa frontera de los 70 años que acabo de cumplir, cuando pesan las cervicales y la edad también pesa. ¡Ojalá me quedara en esta situación de alegría, porque siento la cabeza y el corazón lúcidos!
Ha dicho más:
• Hoy en día la poesía es un mensaje a contracorriente al que debemos seguir permaneciendo fieles. Yo soy un autor sensible a la deshumanización, a los problemas medioambientales, me rebelo contra el todo vale, contra la ausencia de valores, esos hechos tristes de este tiempo desnortado en el que estamos en España, en Europa, tal vez en el mundo.
• En esencia la poesía es algo más que un género literario; es más que unas palabras unidas a otras; es más que un juego, es una experiencia muy poderosa fundida con la vida. La poesía nació en la calle y hemos perdido el sentido oral de la palabra vida.
El poema que van ustedes a leer a continuación es uno de los cinco poemas que para la ocasión ha elegido el poeta como sus preferidos:
Letanía del ciego que ve
Que este celeste pan del firmamento
me alimente hasta el último suspiro.
Que estos campos tan fieros y tan puros
me sean buenos, cada día más buenos.
Que si en tiempo de estío se me encienden las manos
con cardos, con ortigas, que al llegar el invierno
los sienta como escarcha en mi tejado.
Que cuando me parezca que he caído,
porque me han derribado,
sólo esté arrodillándome en mi centro.
Que si alguien me golpea muy fuerte
sólo sienta la brisa del pinar, el murmullo
de la fuente serena.
Que si la vida es un acabar,
cual veleta, chirriando en lo más alto,
allá arriba me calme para siempre,
se disuelva mi hierro en el azul.
Que si alguien, de repente, vino para arrancarme
cuanto sembré y planté llorando por las nubes,
me torne en nube yo, me torne en planta,
que sean aún semillas mis dos ojos
en los ojos sin lágrimas del perro.
Que si hay enfermedad sirva para curarme,
sea sólo el inicio de mi renacimiento.
Que si beso y parece que el labio sabe a muerte,
amor venza a la muerte en ese beso.
Que si rindo mi mente y detengo mis pasos,
que si cierro la boca para decirte todo,
y dejo de rozar tu sangre ya sembrada,
que si cierro los ojos y venzo sin luchar
(victoria en la que nada soy ni obtengo),
te tenga a ti, silencio de la cumbre,
o a ese sol abatido que es la nieve,
donde la nada es todo.
Que respirar en paz la música no oída
sea mi último deseo, pues sabed
que, para quien respira
en paz, ya todo el mundo
está dentro de él y en él respira.
Que si insiste la muerte,
que si avanza la edad, y todo y todos
a mi alrededor parecen ir marchándose deprisa,
me venza el mundo al fin en esa luz
que restalla.
Y su fuego
me vaya deshaciendo como llama
de vela: despacio, muy despacio,
como giran arriba extasiados los planetas.
Listado de poetas ganadores del Premio Reina Sofía:
Gonzalo Rojas (Chile) (1992); Claudio Rodríguez (España) (1993); João Cabral de Melo Neto (Brasil) (1994); José Hierro (España) (1995); Ángel González (España) (1996); Álvaro Mutis (Colombia) (1997); José Ángel Valente (España) (1998); Mario Benedetti (Uruguay) (1999); Pere Gimferrer (España) (2000); Nicanor Parra (Chile) (2001); José Antonio Muñoz Rojas (España) (2002); Sophia de Mello Breyner (Portugal) (2003); José Manuel Caballero Bonald (España) (2004); Juan Gelman (Argentina) (2005); Antonio Gamoneda (España) (2006); Blanca Varela (Perú) (2007); Pablo García Baena (España) (2008); José Emilio Pacheco (México) (2009); Francisco Brines (España) (2010); Fina García Marruz (Cuba) (2011); Ernesto Cardenal (Nicaragua) (2012); Nuno Júdice (Portugal) (2013); María Victoria Atencia (España) (2014); Ida Vitale (Uruguay) (2015); Antonio Colinas (España) (2016).
Está muriendo un Dios en el centro de un ópalo del color del
crepúsculo.
Está muriendo una hoja de hierba en el pecho de Cristo.
Está muriendo una rosa en el aire estancado de la catedral de
Maguncia,
traspasada en el aire por una quemante aguja del sol.
Está muriendo una llanura donde retozan embriagados leopardos.
Está muriendo un ángel sobre un glaciar blanquísimo.
Está muriendo un barco lleno de ancianos en una colina del
cielo, en un aire cargado de delfines livianos y azules.
Está muriendo una cúpula bajo el asedio de las mariposas.
Está muriendo un lupanar lujoso y sonoro de besos enfermos.
Está muriendo mi corazón bajo los crueles halcones del olvido
de Lou.
Me estoy borrando en sus pupilas bellas y esperanzadas
como lienzos.
Está muriendo un pájaro en un bosque de nubes.
Está muriendo una lucha glacial bajo mis sábanas de seda.
Algo muy bello está borrándose por las bahías de mi infancia.
Algo muy triste calla en sus violines.
En 1816, los Hermanos Grimm rescataron del olvido esta leyenda bajo el título Der Rattenfänger von Hameln ('El cazador de ratas de Hamelin'), donde se narra la historia de una misteriosa desgracia acaecida en la ciudad de Hamelin (Hameln), Alemania, el 26 de junio de 1284.
En 1842, el poeta inglés Robert Browning publicó este satírico y divertido poema sobre la susodicha historia:
The Pied Piper of Hamelin (A Child's Story)
I
Hamelin Town's in Brunswick,
By famous Hanover city;
The river Weser, deep and wide,
Washes its wall on the southern side
A pleasanter spot you never spied;
But when begins my ditty,
Almost five hundred years ago,
To see the townsfolk suffer so
From vermin, was a pity.
II
Rats!
They fought the dogs and killed the cats,
And bit the babies in the cradles,
And ate the cheeses out of the vats,
And licked the soup from the cooks' own ladles.
Split open the kegs of salted sprats,
Made nests inside men's Sunday hats,
And even spoiled the women's chats
By drowning their speaking
With shrieking and squeaking
In fifty different sharps and flats.
III
At last the people in a body
To the town hall came flocking:
"'Tis clear," cried they, "our mayor's a noddy;
And as for our corporation—shocking
To think we buy gowns lined with ermine
For dolts that can't or won't determine
What's best to rid us of our vermin!
You hope, because you're old and obese,
To find in the furry civic robe ease?
Rouse up, sirs! Give your brains a racking
To find the remedy we're lacking,
Or, sure as fate, we'll send you packing!"
At this the Mayor and Corporation
Quaked with a mighty consternation.
IV
An hour they sat in council;
At length the Mayor broke silence
"For a guilder I'd my ermine gown sell;
I wish I were a mile hence!
It's easy to bid one rack one's brain—
I'm sure my poor head aches again,
I've scratched it so, and all in vain.
Oh for a trap, a trap, a trap!"
Just as he said this, what should hap
At the chamber door but a gentle tap?
"Bless us," cried the Mayor, "what's that?"
(With the Corporation as he sat
Looking little though wondrous fat;
Nor brighter was his eye, nor moister
Than a too-long-opened oyster,
Save when at noon his paunch grew mutinous
For a plate of turtle green and glutinous)
"Only a scraping of shoes on the mat?
Anything like the sound of a rat
Makes my heart go pit-a-pat!"
V
"Come in!"—the mayor cried, looking bigger:
And in did come the strangest figure!
His queer long coat from heel to head
Was half of yellow and half of red,
And he himself was tall and thin,
With sharp blue eyes, each like a pin,
And light loose hair, yet swarthy skin,
No tuft on cheek nor beard on chin,
But lips where smiles went out and in;
There was no guessing his kith and kin:
And nobody could enough admire
The tall man and his quaint attire.
Quoth one: "It's as my great-grandsire,
Starting up at the Trump of Doom's tone,
Had walked this way from his painted tombstone!"
VI
He advanced to the council table:
And, "Please your honors," said he, "I'm able,
By means of a secret charm, to draw
All creatures living beneath the sun,
That creep or swim or fly or run,
After me so as you never saw!
And I chiefly use my charm
On creatures that do people harm,
The mole and toad and newt and viper;
And people call me the Pied Piper."
(And here they noticed round his neck
A scarf of red and yellow stripe,
To match with his coat of the selfsame check;
And at the scarf's end hung a pipe;
And his fingers, they noticed, were ever straying
As if impatient to be playing
Upon this pipe, as low it dangled
Over his vesture so old-fangled.)
"Yet," said he, "poor piper as I am,
In Tartary I freed the Cham,
Last June, from his huge swarms of gnats;
I eased in Asia the Nizam
Of a monstrous brood of vampyre bats:
And as for what your brain bewilders,
If I can rid your town of rats
Will you give me a thousand guilders?"
"One? fifty thousand!"—was the exclamation
Of the astonished Mayor and Corporation.
VII
Into the street the Piper stepped
Smiling first a little smile,
As if he knew what magic slept
In his quiet pipe the while;
Then, like a musical adept,
To blow the pipe his lips he wrinkled,
And green and blue his sharp eyes twinkled,
Like a candle flame where salt is sprinkled;
And ere three shrill notes the pipe uttered,
You heard as if an army muttered;
And the muttering grew to a grumbling;
And the grumbling grew to a mighty rumbling;
And out of the houses the rats came tumbling.
Great rats, small rats, lean rats, brawny rats,
Brown rats, black rats, gray rats, tawny rats,
Grave old plodders, gay young friskers,
Fathers, mothers, uncles, cousins,
Cocking tails and pricking whiskers,
Families by tens and dozens,
Brothers, sisters, husbands, wives—
Followed the piper for their lives.
From street to street he piped advancing,
And step for step they followed dancing,
Until they came to the river Weser,
Wherein all plunged and perished!
—Save one who, stout as Julius Caesar,
Swam across and lived to carry
(As he, the manuscript he cherished)
To Rat-land home his commentary:
Which was, "At the first shrill notes of the pipe,
I heard a sound as of scraping tripe,
And putting apples, wondrous ripe,
Into a cider-press's gripe:
And a moving away of pickle-tub-boards,
And a leaving ajar of conserve-cupboards,
And a drawing the corks of train-oil-flasks,
And a breaking the hoops of butter-casks:
And it seemed as if a voice
(Sweeter far than by harp or by psaltery
Is breathed) called out, 'Oh rats, rejoice!
The world is grown to one vast drysaltery!
So munch on, crunch on, take your nuncheon,
Breakfast, supper, dinner, luncheon!'
And just as a bulky sugar-puncheon,
All ready staved, like a great sun shone
Glorious scarce an inch before me,
Just as methought it said, 'Come, bore me!'
—I found the Weser rolling o'er me."
VIII
You should have heard the Hamelin people
Ringing the bells till they rocked the steeple.
"Go, cried the Mayor, "and get long poles,
Poke out the nests and block up the holes!
Consult with carpenters and builders,
And leave in our town not even a trace
Of the rats!"—when suddenly, up the face
Of the Piper perked in the market place,
With a "First, if you please, my thousand guilders!"
IX
A thousand guilders! The Mayor looked blue;
So did the Corporation too.
For council dinners made rare havoc
With Claret, Moselle, Vin-de-Grave, Hock;
And half the money would replenish
Their cellar's biggest butt with Rhenish.
To pay this sum to a wandering fellow
With a gipsy coat of red and yellow!
"Beside," quoth the Mayor with a knowing wink,
"Our business was done at the river's brink;
We saw with our eyes the vermin sink,
And what's dead can't come to life, I think.
So, friend, we're not the folks to shrink
From the duty of giving you something for drink,
And a matter of money to put in your poke;
But as for the guilders, what we spoke
Of them, as you very well know, was in joke.
Beside, our losses have made us thrifty.
A thousand guilders! Come, take fifty!"
X
The Piper's face fell, and he cried
"No trifling! I can't wait, beside!
I've promised to visit by dinner time
Bagdat, and accept the prime
Of the Head-Cook's pottage, all he's rich in,
For having left, in the Caliph's kitchen,
Of a nest of scorpions no survivor:
With him I proved no bargain driver,
With you, don't think I'll bate a stiver!
And folks who put me in a passion
May find me pipe after another fashion."
XI
"How?" cried the mayor, "d'ye think I brook
Being worse treated than a cook?
Insulted by a lazy ribald
With idle pipe and vesture piebald?
You threaten us, fellow? Do your worst,
Blow your pipe there till you burst!"
XII
Once more he stepped into the street
And to his lips again
Laid his long pipe of smooth straight cane;
And ere he blew three notes (such sweet
Soft notes as yet musician's cunning
Never gave the enraptured air)
There was a rustling that seemed like a bustling
Of merry crowds justling at pitching and hustling,
Small feet were pattering, wooden shoes clattering
Little hands clapping and little tongues chattering.
And, like fowls in a farm-yard when barley is scattering,
Out came the children running.
All the little boys and girls,
With rosy cheeks and flaxen curls,
And sparkling eyes and teeth like pearls,
Tripping and skipping, ran merrily after
The wonderful music with shouting and laughter.
XIII
The Mayor was dumb, and the Council stood
As if they were changed into blocks of wood,
Unable to move a step, or cry
To the children merrily skipping by,
—Could only follow with the eye
That joyous crowd at the Piper's back.
But how the Mayor was on the rack,
And the wretched Council's bosoms beat,
As the Piper turned from the High Street
To where the Weser rolled its waters
Right in the way of their sons and daughters!
However he turned from South to West,
And to Koppelberg Hill his steps addressed,
And after him the children pressed;
Great was the joy in every breast.
"He never can cross that mighty top!
He's forced to let the piping drop,
And we shall see our children stop!"
When, lo, as they reached the mountain-side,
A wonderous portal opened wide,
As if a cavern was suddenly hollowed;
And the Piper advanced and the children followed,
And when all were in to the very last,
The door in the mountain-side shut fast.
Did I say, all? No! One was lame,
And could not dance the whole of the way;
And in after years, if you would blame
His sadness, he was used to say,—
"It's dull in our town since my playmates left!
I can't forget that I'm bereft
Of all the pleasant sights they see,
Which the Piper also promised me.
For he led us, he said, to a joyous land,
Joining the town and just at hand,
Where waters gushed and fruit-trees grew,
And flowers put forth a fairer hue,
And everything was strange and new;
The sparrows were brighter than peacocks here,
And their dogs outrun our fallow deer,
And honey-bees had lost their stings,
And horses were born with eagles' wings:
And just as I became assured
My lame foot would be speedily cured,
The music stopped and I stood still,
And found myself outside the hill,
Left alone against my will,
To go now limping as before,
And never hear of that country more!"
XIV.
Alas, alas, for Hamelin!
There came into many a burgher's pate
A text which says that heaven's gate
Opes to the rich at as easy rate
As the needle's eye takes a camel in!
The mayor sent East, West, North, and South,
To offer the Piper, by word of mouth,
Wherever it was men's lot to find him,
Silver and gold to his heart's content,
If he'd only return the way he went,
And bring the children behind him.
But when they saw 'twas a lost endeavor,
And piper and dancers were gone forever,
They made a decree that lawyers never
Should think their records dated duly
If, after the day of the month and year,
These words did not as well appear,
"And so long after what happened here
On the Twenty-second of July,
Thirteen hundred and seventy-six:"
And the better in memory to fix
The place of the children's last retreat,
They called it the Pied Piper's Street,—
Where any one playing on pipe or tabor
Was sure for the future to lose his labor.
Nor suffered they hostelry or tavern
To shock with mirth a street so solemn;
But opposite the place of the cavern
They wrote the story on a column,
And on the great church-window painted
The same, to make the world acquainted
How their children were stolen away,
And there it stands to this very day.
And I must not omit to say
That in Transylvania there's a tribe
Of alien people who ascribe
The outlandish ways and dress
On which their neighbors lay such stress,
To their fathers and mothers having risen
Out of some subterraneous prison
Into which they were trepanned
Long time ago in a mighty band
Out of Hamelin town in Brunswick land,
But how or why, they don't understand.
XV
So, Willy, let me and you be wipers
Of scores out with all men—especially pipers!
And whether they pipe us free from rats or from mice,
If we've promised them aught, let us keep our promise!
El flautista de Hamelin I El poblado de Hamelin está en Brunswick Cerca de la famosa ciudad de Hanover El río Weser, ancho y profundo Moja sus paredes en el lado sur; Un hermoso cuadro nunca visto; Pero, cuando empezó mi canción, Hace casi quinientos años, ¡Qué lástima!, ver sufrir a la gente Por culpa de esos bichos. II ¡Ratas! Se peleaban con los perros y mataban a los gatos, Y mordían a los bebes en sus cunas, Comían los quesos de los moldes, Y chupaban la sopa directamente de los cucharones de los [cocineros, Partían los barriles de sardinas saladas, Anidaban en los sombreros domingueros de los hombres, Y arruinaban las charlas de las mujeres Ahogando sus voces Con gritos y chillidos En cincuenta diferentes sostenidos y bemoles. III Al fin el pueblo en bloque Se congregó en la municipalidad: "¡Que quede claro!", gritaron, "¡nuestro intendente es un inútil; Y nuestro consejo un escándalo! ¡Pensar que nosotros compramos ropas elegantes Para imbéciles que no pueden determinar Lo mejor para librarnos de esta plaga! ¿Ustedes creen que porque son gordos y viejos, Van a encontrar sus funciones más fáciles? ¡Arriba señores! ¡Den a sus cerebros una sacudida Y encuentren el remedio que nos está faltando, O tengan por seguro que los mandaremos a empacar!" Con esto el intendente y el consejo Quedaron bajo una terrible consternación. IV Una hora se reunieron en consulta Y al final el intendente rompió el silencio: "Por una moneda he de vender mi traje; ¡Cómo desearía estar lejos de aquí! Es fácil ordenarle a uno que se sacuda el cerebro— Estoy seguro que mi pobre cabeza volverá a dolerme, Ya la he estrujado, y todo en vano. ¡Ah, que daría por una trampa, trampa, trampa!" Justo cuando decía esto, ¿qué pudo pasar? Un suave golpe en la puerta de la cámara. "¡Por Dios!", gritó el intendente, "¿qué sucede?" (Sentado entre los miembros del consejo, Se lo veía pequeño, aunque terriblemente gordo; Sin brillo en sus ojos, no más húmedos Que una ostra demasiado larga y abierta, Salvo cuando su panza sufría turbulencias Frente a un plato de tortuga verde y gelatinosa) "¿Son solo unos pies que se arrastran en la alfombra? ¡Cualquier cosa que suene como una rata Hace que mi corazón lata violentamente!" V "¡Entre!"— Gritó el intendente, incorporándose: ¡Y así entró la figura más extraña! Su saco largo, tan raro, que iba de los pies a la cabeza Era mitad amarillo y mitad rojo, Y él mismo era alto y flaco, Con ojos azules, penetrantes, cada uno como un botón, Su pelo claro y suelto, su piel oscura, sin patilla en las mejillas, y sin barba en el mentón, Y labios donde las sonrisas iban y venían; Sobre sus amigos y parientes, nadie pudo conjeturar: Ni nadie pudo tampoco admirar lo suficiente Al hombre alto y su antigua vestimenta. Uno dijo: "¡Es como si mi tatarabuelo, Marchando al compás de las trompetas del Día del Juicio Final, Hubiera hecho este camino desde su colorida tumba!" VI Él se aproximó a la mesa del Consejo: Y, "Con permiso Su Señoría", dijo, " yo estoy capacitado, A través de un hechizo secreto, para atraer A todas las criaturas que viven bajo el sol, Que se arrastran, o nadan, o vuelan, o corren, Atraerlas detrás mío, en una forma que nunca se ha visto. Y yo principalmente uso mi hechizo En criaturas que dañan a la gente, En el topo, el sapo, el tritón y en la víbora; Y todo el mundo me conoce por el flautista." (Y en este punto ellos notaron alrededor de su cuello Una bufanda a rayas rojas y amarillas, Que armonizaba con su saco hecho del mismo paño, Y en una punta de la bufanda colgaba una flauta; Y notaron también, sus dedos, que se movían sin pausa Como impacientes por tocar En la flauta, que colgaba a baja altura Sobre su vestidura anticuada) "Y aunque," dijo, " parezco un pobre flautista, El pasado junio, liberé al Reino de Tartaria, De un enorme enjambre de jejenes; Alivié en Asia al Nizam De una monstruosa camada de murciélagos: Y en cuanto a lo que atormenta sus mentes, ¿Si logro eliminar las ratas de la ciudad, Me darán ustedes mil monedas?" "¿Mil? ¡Cincuenta mil!"--fue la exclamación Que dieron asombrados, el Intendente y su Consejo.
VII El flautista se paró en la calle, Sonriendo primero con una pequeña sonrisa, Como sabiendo la magia que duerme en su modesta flauta; Y entonces como un músico experto, Frunció sus labios para soplar la flauta, Y sus agudos ojos verdeazules parpadearon, Como una llama de vela rociada con sal; Y antes de que la flauta diera tres notas, Se escuchó como si un ejército murmurase; Y el murmullo se fue haciendo un estruendo; Y el estruendo se convirtió en un fuerte retumbo; Y hacia afuera de las casas las ratas se revolcaban. Ratas grandes, ratas pequeñas, ratas flacas, ratas fornidas, Ratas marrones, ratas negras, ratas grises, ratas tostadas, Serias viejas aplicadas, alegres jóvenes juguetonas, Padres, madres, tíos, primos, Con sus colas paradas y sus bigotes erizados. Familias por decenas y docenas, Hermanos, hermanas, maridos, esposas Siguieron al flautista con gran entusiasmo. Calle tras calle él sopló avanzando, Y paso a paso ellas lo siguieron bailando. Hasta que llegaron al río Weser, ¡Donde todas se zambulleron y murieron! —Salvo una quién, valiente como Julio Cesar, Cruzó a nado y sobrevivió para llevar (Como el conquistador romano con su manuscrito) A 'Ratalandia', su hogar, el siguiente comentario: Que decía así, "A la primera nota de la flauta Escuché un sonido como de tripas que se agitan, Como de manzanas, maravillosamente maduras Cayendo dentro de un lagar de sidra, Y de un abrir de frascos de pickles, Y de entornar de tapas de conservas, Y de un descorchar de frascos de aceite, Y de un romper las cubiertas de los barriles de manteca, Y de parecer, en fin, como si una voz (Más dulce que la voz del arpa) Dijera, ¡Oh ratas, disfruten! ¡El mundo se ha convertido en una gran cocina! ¡Entonces coman, masquen, tomen sus viandas, Desayuno, almuerzo, cena, refrigerio! Formando todo un compacto jugo azucarado, Y justo cuando estaba por alcanzar Ese compacto barril de delicias, Que brillando como el sol Parecía decirme: '¡Vení, perforame!' —Me vi arrastrada por el río Weser."
VIII Deberías haber escuchado a la gente de Hamelin Tocar la campana hasta magullar el campanario. "Vayan", gritó el intendente, "¡Y tomen palos largos, Remuevan los nidos y tapen los agujeros! Consulten carpinteros y albañiles, Que no quede ni rastro en nuestro pueblo de las ratas!"— Cuando, de repente, el flautista Apareciendo en el mercado con su carita pícara Dijo: "¡Primero, si no se ofenden, las mil monedas!"
IX ¡Mil monedas! El intendente se puso verde; Y lo mismo hicieron los del Consejo. Las cenas administrativas hacían estragos Con los vinos Claret, Mosella, Borgoña y del Rhin, Y con solo la mitad de ese dinero Repondrían los barriles de su bodega. ¡Pensar en pagarle esa suma a un vago Que viste un saco de gitano rojo y amarillo! "Además," dijo el intendente, con un guiño cómplice, "Nuestro negocio terminó en el borde del río; Hemos visto el hundimiento de los bichos, Y lo que está muerto, creo, no puede volver a la vida. De todas formas nosotros no somos gente de retroceder, Ante la obligación de darte algo de beber, Y un poco de dinero para que pongas en tu bolsillo; Pero de las monedas que hablamos, De ellas, como bien sabés, fue un chiste. Además, las pérdidas que sufrimos nos han vuelto ahorrativos. ¡Mil monedas!, por favor, Vení, ¡llevate cincuenta!"
X El flautista ofendido gritó "¡Esto es una estafa! ¡y no tengo tiempo para esperar! He prometido visitar a la hora de la cena Bagdad, y he aceptado la invitación Del cocinero principal, hombre rico, que me agradece El haber exterminado unos escorpiones, Que invadieron la cocina del Califa. Con él, no necesité regatear, Y en cuanto a ustedes, ¡no crean que me daré por vencido! La gente que hace que me enoje Puede lograr que sople en otra dirección." XI "¿Cómo?" gritó el intendente, "¿Pensás que voy a aguantar Que me traten peor que a un cocinero? ¿Insultado por un vago irrespetuoso Que lleva una flauta inútil y un vestido colorinche? ¿Nos estás amenazando, muchacho? ¡Adelante, Soplá tu flauta hasta que revientes!"
XII Una vez más el flautista se paró en la calle Y nuevamente sobre sus labios Puso su flauta larga, su caño suave y recto; Y antes de soplar tres notas (tan dulces y Suaves notas; nunca el genio de un músico Dio melodía tan embelesada) Hubo un susurro que se pareció a un bullicio De alegre muchedumbre empujando, saltando, cantando, Pequeños pies golpeando, zapatos de madera martillando, Pequeñas manos aplaudiendo y pequeñas lenguas parloteando, Y como gallinas en el campo cuando se desparrama la cebada, Salieron los niños corriendo, Todos los chicos y las chicas, Con sus mejillas rosadas y sus rulos rubios, Sus ojos brillantes y sus dientes como perlas, Saltando ligero, con gritos y risas, Corrieron alegres detrás de la maravillosa música. XIII El Intendente estaba duro, y el Consejo mudo Como si se hubieran convertido en bloques de madera, Incapaces de moverse o de gritarles A los chicos que alegremente saltaban, —Solo podían seguir con los ojos Esa feliz muchedumbre que seguía al flautista. El Intendente estaba sorprendido Y los miembros del Consejo solo atinaban a golpearse el pecho, Mientras el flautista se desviaba de la calle principal, Hacia donde el río Weser agita sus aguas ¡Justo frente al camino que seguían sus hijos! Sin embargo, el flautista cambiando de rumbo, Dirigió sus pasos hacia el monte Koppelberg, Y detrás de él los pequeños saltando; Al ver esto los padres se sintieron aliviados. "¡El nunca podrá cruzar la gran montaña! ¡Se verá forzado a apagar su música, Y podremos ver a nuestros niños detenerse!" Pero cuando ellos alcanzaron la ladera, Un maravilloso y extenso portal se abrió, Como si una caverna repentinamente se hubiera cavado, Y el flautista avanzó, seguido por los pequeños, Y cuando ya todos estuvieron adentro, La puerta de la montaña se cerró de golpe. ¿Dije todos? ¡No! Uno que era rengo, quedó atrás, Al no poder bailar como los otros todo el largo del camino; Y después de unos años, si alguien le reprochaba Por su tristeza, él solía decir: "¡Desde que mis compañeros se fueron, es el pueblo el que está [triste! Y además no puedo olvidar que quedé privado De las placenteras vistas que ellos ven, Esas que el flautista me prometió a mi también, Porque yo los guío, dijo el flautista, a una alegre tierra, Muy cerca, aquí nomás, Donde el agua fluye y crecen frutales, Las flores alegran con sus colores Y todo es extraño y nuevo: Aquí los gorriones son más brillantes que los pavos reales Y los perros más veloces que los venados, Las abejas han perdido sus aguijones, Y los caballos nacen con alas de águilas: Y justo cuando me aseguraba Que mi renguera se curaría pronto La música se detuvo, y yo también, Y entonces quedé solo, contra mi voluntad, Para seguir ahora rengueando como antes, ¡Sin escuchar nada mas de aquel hermoso país!" XIV ¡Pobre, pobre Hamelin! ¡Les vino a la cabeza a muchos vecinos Aquel texto que dice que es más fácil, Que un camello pase por el ojo de una cerradura A que un rico pase por la entrada del cielo! El Intendente mandó, Este, Oeste, Norte y Sur, Bajo palabra, una oferta al flautista, En todas partes grupos de hombres lo buscaron, Para ofrecerle oro y plata, Si solamente regresaba por donde se fue, Trayendo a todos los chicos detrás de él. Pero cuando se dieron cuenta que era en vano, Que el flautista y los niños se habían ido para siempre, Lanzaron un decreto por el cual, Todos los abogados debían fechar los documentos Con la siguiente fórmula: "A tantos meses y días de lo que sucedió aquí Desde el veintidós de julio, De mil trescientos setenta y seis". Y también, para recordar la ruta donde los niños fueron vistos por última vez, la llamaron "La Calle del Flautista". Nadie podrá en este lugar tocar flauta o tambor, Bajo pena de perder su trabajo. No sufrirían tampoco que tabernas o posadas Sobresalten con algarabía una calle tan solemne, Y frente al lugar de la caverna, Escribieron la historia en una columna, Y en la gran ventana de la iglesia pintaron Lo mismo, para dar a conocer al mundo, Cómo sus hijos fueron robados. Y todo sigue allí, hasta hoy día. Y tampoco debo omitir Que en Transilvania hay una tribu, De gente muy especial, que tanto asombra a sus vecinos, Y asegura que sus extravagantes maneras y vestidos, Son herencia de sus padres y madres que se han elevado, Desde una prisión subterránea En la cual fueron encerrados, Por una potente música, hace muchos años. Venían de Hamelin de la tierra de Brunswick, Sin saber el cómo ni el porqué del traslado.
XV Entonces, Carlitos, tengamos, vos y yo, Cuentas claras con todos los hombres— ¡especialmente flautistas! Y, cuando un flautista nos libere de ratas y ratones Si nosotros le prometimos algo, ¡cumplamos nuestra promesa!
Muchas flores bellas, rojas, azules, y amarillas.
Decimos a las muchachas: "Vamos a pasear entre las
flores."
El viento viene y mece las flores.
Las muchachas son como ellas cuando danzan.
Unas son flores grandes y abiertas,
otras son florcitas pequeñas.
Los pájaros aman al sol y las estrellas.
El olor de las flores es muy dulce.
Las muchachas son más dulces que las flores.
En el sur
donde están los arrecifes de conchas blancas,
donde todas las frutas están maduras,
nos encontraremos los dos.
Allá donde están los arrecifes de corales,
nos encontraremos los dos.
Donde las frutas maduras están fragantes,
nos encontraremos los dos.
Mira cómo suben, cómo suben
sobre la línea donde el cielo se junta con la tierra:
¡Las Pléyades!
¡Ah! Ascendiendo, vienen para guiarnos,
para irnos cuidando, que seamos uno;
Pléyades,
Enseñadnos a estar, como vosotras, unidos.
Mi padre no me reconoció,
mi padre no me reconoció,
cuando me vio de nuevo,
cuando me vio de nuevo,
me dijo: "Tú eres el hijo de un grajo."
Me dijo: "Tú eres el hijo de un grajo."
Los haraganes y los cobardes están ahora en sus casas,
pueden ver a los suyos siempre que quieren.
Oh, los haraganes y los cobardes están ahora en sus casas.
Pero el mancebo que yo amo se fue a la guerra, lejos
de aquí.
Cansado, solitario, está pensando en mí.
Away with your fictions of flimsy romance;
Those tissues of falsehood which folly has wove!
Give me the mild beam of the soul-breathing glance,
Or the rapture which dwells on the first kiss of love.
Ye rhymers, whose bosoms with phantasy glow,
Whose pastoral passions are made for the grove;
From what blest inpiration your sonnets would flow,
Could you ever have tasted the first kiss of love!
If Apollo should e'er his assistance refuse,
Or the Nine be desposed from your service to rove,
Invoke them no more, bid adieu to the muse,
and try the effect of the first kiss of love.
I hate you, ye cold compositions of art!
Though prudes may condemn me, and bigots reprove,
I court the effusions that spring from the heart,
Which throbes with delight to the first kiss of love.
Your shepherds, your flocks, those fantastical themes,
Perhapes may amuse, yet they never can move:
Arcadia displays but a region of dreams:
What are visions like these to the first kiss of love?
Oh! cease to affirm that man, since his birth,
From Adam till now, has with wretchedness strove,
Some portion of paradise still is on earth,
And Eden revives in the first kiss of love.
When age chills the blood, when our pleasures are past-
For years fleet away with the wings of the dove-
The dearest rememberance will still be the last,
Our sweetest memorial the first kiss of love.
El primer beso de amor Ausente con tus ficciones de endebles romances, Aquellos harapos de falsedad tejidos por la locura; Dadme el espíritu fugaz con su débil resplandor, O el arrebato que habita en el primer beso de Amor. Si, poetas, vuestros pechos con fantasías brillarán, Aquella pasión en la arboleda danzará con ardor; Y de la bendita inspiración vuestros sonetos fluirán, ¿Pero podrán alguna vez saborear el primer beso de amor? Si Apolo debe rehusar su asistencia, O las Nueve dispuestas están a tu servicio; No las invoquéis, decidle adiós a las Musas, Y prueba el efecto del primer beso de amor. Los odio, y odio vuestras frías composiciones, Aunque el prudente me condene, Y el intolerante lo repruebe; Yo abrazo las delicias que brotan del corazón, Cuyos latidos y alegría son el primer beso de amor. Vuestros pastores y sus rebaños, aquellos temas fantásticos, Tal vez puedan divertir pero nunca conmoverán. Arcadia se despliega como un sueño de bello color, ¿Pero cómo podría compararse con el primer beso de amor? ¡Oh, cesad de afirmar que el hombre, desde que surgió Del linaje de Adán, ha luchado contra la miseria! Algunas parcelas del Cielo vibran en la Tierra, Y el Edén resurge con el primer beso de amor. Cuando los años hielen la sangre, cuando nuestros placeres pasen, (Flotando durante años en las alas de una paloma) El recuerdo más amado será siempre el último, Nuestro monumento más dulce, el primer beso de amor.
Copa de vino donde quiero y sueño
beber la muerte con fruición sombría,
surco de fuego donde logra Ensueño
fuertes semillas de melancolía.
Boca que besas a distancia y llamas
en silencio, pastilla de locura,
color de sed y húmeda de llamas…
¡Verja de abismos es tu dentadura!
Sexo de un alma triste de gloriosa;
el placer unges de dolor; tu beso,
puñal de fuego en vaina de embeleso,
me come en sueños como un cáncer rosa…
Joya de sangre y luna, vaso pleno
de rosas de silencio y de armonía,
nectario de su miel y su veneno,
vampiro vuelto mariposa al día.
Tijera ardiente de glaciales lirios,
panal de besos, ánfora viviente
donde brindan delicias y delirios
fresas de aurora en vino de poniente…
Estuche de encendidos terciopelos
en que su voz es fúlgida presea,
alas del verbo amenazando vuelos,
cáliz en donde el corazón flamea.
Pico rojo del buitre del deseo
que hubiste sangre y alma entre mi boca,
de tu largo y sonante picoteo
brotó una llaga como flor de roca.
Inaccesible… Si otra vez mi vida
cruzas, dando a la tierra removida
siembra de oro tu verbo fecundo,
tú curarás la misteriosa herida:
lirio de muerte, cóndor de vida,
¡flor de tu beso que perfuma al mundo!
Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.
Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.
Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.
Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.
Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.
Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.
Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.
Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.
Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.
¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.
¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.
Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.
Y ante mi abrazo te sentí rendida...
y ante tu sumisión, mis besos sabios
pusieron a temblar entre tus labios
ansias de amor y de placer y vida...
Fue un instante no más, uno de esos
siglos-instantes que el amor nos brinda,
prometiéndole un lauro al que se rinda
primero en la batalla de los besos...
Lo ves, mujer... No cabe en la materia
la espiritualidad de lo insensible;
todo es vencido ante el irresistible
empujón de la carne y su miseria....
Y te sentí temblar como la fronda
al soplo tibio de la brisa vaga,
cuando en su trino el ruiseñor divaga
y peina el sol su cabellera blonda...
Y te sentí temblar como la onda
que su quietud sobre la arena apaga,
y como el ave que sin rumbo vaga
y un circulo invisible traza y ronda.
Y te sentí languidecer al peso
de mis labios, al peso de un gran beso
que perfumó en tus labios a un suspiro,
tal como languidece en la laguna
un cisne enamorado de la Luna,
al no hallarla en el cielo de zafiro...
Y te sentí latir, tal como late
al manotazo del ciclón la hoja,
como en la espada late, humeante y roja,
la sangre que bebiera en el combate;
tal como el sauce que su frente abate
cuando la nube en su aflicción lo moja,
o como el oceáno que se enoja
y en el escollo solitario bate.
Y te sentí vencida, con el lento
y anhelado y temido vencimiento
del sol, cuando la Noche abre la puerta
del negro templo de su Dios ignoto;
y te sentí dormida, como un loto
en la serenidad de un agua muerta...
Y te sentí anhelante y temblorosa
cual la irisada espuma de un torrente;
como un lucero en la región silente,
insinuando una seña misteriosa;
cual la palma que agita, rumorosa,
su abanico de jade, lentamente,
como despunta en un jardín durmiente
el milagro de gracia de una rosa;
y cual la cierva cuando la acorrala
la jauría, cual ave moribunda
que pliega triste su ya inútil ala,
y adoré tu sensual melancolía
llena de rendición meditabunda,
¡y te sentí profundamente mía!...
Sed de ti me acosa en las noches hambrientas.
Trémula mano roja que hasta su vida se alza.
Ebria de sed, loca sed, sed de selva en sequía.
Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas......
Por eso eres la sed y lo que ha de saciarla.
Cómo poder no amarte si he de amarte por eso.
Si ésa es la amarra cómo poder cortarla, cómo.
Cómo si hasta mis huesos tienen sed de tus huesos.
Sed de ti, guirnalda atroz y dulce.
Sed de ti que en las noches me muerde como un perro.
Los ojos tienen sed, para qué están tus ojos.
La boca tiene sed, para qué están tus besos.
El alma está incendiada de estas brasas que te aman.
El cuerpo incendio vivo que ha de quemar tu cuerpo.
De sed. Sed infinita. Sed que busca tu sed.
Y en ella se aniquila como el agua en el fuego.
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.
El mar no es más que un pozo de agua oscura,
los astros sólo son barro que brilla,
el amor, sueño, glándulas, locura,
la noche no es azul, es amarilla.
Los astros sólo son barro que brilla,
el mar no es más que un pozo de agua amarga,
la noche no es azul, es amarilla,
la noche no es profunda, es fría y larga.
El mar no es más que un pozo de agua amarga,
a pesar de los versos de los hombres,
el mar no es más que un pozo de agua oscura.
La noche no es profunda, es fría y larga;
a pesar de los versos de los hombres,
el amor, sueño, glándulas, locura.
Encuentra
El carcomido corcel de palo
Que piafaba en los zaguanes de la infancia,
Ya no ve su reluciente piel bajo el rocío
Ni sus cascos de plata
Caracoleando sobre el seto de astromelias.
El caballo fue tocado de abyecta realidad,
Escoba sin crines al pie de los escombros.
El hombre no ve sino un trozo de madera
Que serviría para el delicioso
Crepitar de la candela.
Sentado frente a la negra chimenea
No ve crines de caballo en las llamas,
Cuchicheo de brujas en el sonido del fuego.
Madurez,
Caballo muerto en la memoria.
Va a dormirse una luz sobre mi frente
una luz en el cuarto este que toco
en el cuarto este de aguas que no bebo
de hojas mal impresas
y de estufas calientes.
Va a dormirse una luz
una luz que se estira en varias líneas
que no tiene
ni boca
ni estornudos
ni dedos para pies
ni pies sin dedos
sobre mis dientes mordiendo una manzana.
Va a dormirse una luz
hasta mañana.
Son las cosas que pasan cuando uno es aún muy joven
y cree en la luna y en la amistad y en Beethoven:
uno pone, con voz trascendental y pura,
mayúscula a la palabra literatura
y versifica con gesto de sacerdocio,
mojándose en las venas la pluma (mal negocio),
y dice en sus poemas su intimidad desnuda
y resulta que ha dicho la de Alberti o Neruda.
Pero pasan las páginas y uno se va dejando
la vida en los papeles, y de repente, cuando
aquel torrente ardiente de la sangre se calla
y el corazón se te va volviendo un canalla
y a la ilusión apenas le queda combustible,
empiezas a sentir que quizá, que es posible...
Y acaban las sospechas y viene lo certero:
que el Parnaso no dista mucho de un gallinero,
que los astros del firmamento literario
tienen caries y vicios y hasta dolor de ovario,
que escribir, más que mística o magia o profecía,
es agrupar palabras en paz y compañía.
Entonces te das cuenta de que has llegado al arte.
...Y de que acaba de dejar de interesarte.
Padre, le digo, dame tres granos de cebada para despertar al
[durmiente.
Pero mi padre no responde:
es un enorme jinete de bronce, alto sobre colinas y sinagogas.
Madre, le digo, aparta tanta niebla,
muéstrame un rostro dulce, del que broten palabras ingenuas.
Pero ella se ha perdido por los callejones de piedra
y sólo encuentro en el espejo sus ojos inmensos.
Abuelo, digo entonces, ya no luches más con el ángel,
ven a contarme historias junto al fuego, mientras se hiela el Elba.
Pero el viejo me mira con ojos ausentes, y comprendo
que no es éste mi abuelo sino un viejo gitano que quiere venderme
[un recuerdo.
Hermana, bella hermana, le digo,
toma mi mano que está oscuro en esta casa inmensa.
Pero a mi lado pasa una condesa polaca monumental y arrogante
y se escucha un violín, y se cierra una puerta.
Hermano, digo, qué bello cabalgas sobre el potro de madera y
[de laca,
¿hacia dónde nos llevan estas tardes inciertas?
Pero él es sólo una imagen, una gris fotografía en mis manos,
y a lo lejos, atroces, los cañones resuenan.
Goethe, le digo, cántame una canción romana,
haz que yo sienta en mi corazón esta antigua tristeza.
Pero la tumba calla y sobre ella vuelan grises palomas
y no puedo abrir este libro porque sus páginas son de ceniza.
Milena, digo luego, tal vez tú puedas finalmente salvarme,
dime que soy de carne y de sangre, que esto que me atenaza es
[un deseo
Pero ella se afantasma entre miles de seres escuálidos
y apenas si percibo dos llamas que se apagan muy lejos.
¿Entonces es delirio todo esto? ¿A quién puedo llamar que me
[salve?
Su reino es de este mundo. Todos están aceptados y absueltos.
Son demasiado humanos, son demasiado justos,
y yo no logro hablarles con mi estruendo de élitros.
y no aprendí a cruzar las puertas,
y no sé defenderme.
Si ves dos grises ojos de gato en la gótica noche de Praga
comprenderás que temo morir si me duermo.
Si oyes una canción en la gótica noche de Praga
comprenderás que intento saber dónde me encuentro.
Si oyes un corazón en la gótica noche de Praga
comprenderás quién sostiene todo este sueño.