La boca estremecida
por un temblor de labios
que nace del vibrato febril de Lester Young;
la curva de la espada doblada sobre el tiempo
cuando Coleman Hawkins toca Body and Soul;
los jirones de música que quedan suspendidos
en las alas oscuras del sombrero de noche
que se quita Ben Webster después de haber tocado,
con los ojos cerrados,
como brevas oscuras rajadas en su centro,
de nuevo Single petal of a Rose...
Esta música negra es bella e inquietante
como una rosa negra.
Esta música negra late al ritmo secreto
del corazón más negro de la noche.
Nació de tierra negra,
se mueve eternamente al ritmo de una danza
tan negra y tan antigua como el mundo.
Negra como el compás de las horas que hieren.
Swing en el vientre oscuro
de una madre que canta a contraluz.
El jazz es una a color azul tristeza.
Sabor del abandono.
Los caminos borrados que no vuelven a casa.
Melodía que anuncia derrota cotidiana.
Una ternura amarga como el mate
de las tardes de lluvia en sótanos sin aire,
donde los corazones laten amortiguados
debajo de los sueños
de una ciudad dormida sobre el mundo.
La soledad del jazz tiene consuelo
tan sólo si Thelonious encuentra una armonía
nueva y vieja, sumida en un torrente
de sonidos oscuros.
Y a nadie ya le importa lo que hace o lo que dice
la estrella que se pierde por su ocaso.
¡Qué extraño escalofrío este de los frutos negros
colgados de la venganza
en los árboles sin sombra de la noche!
Esta música negra es bella e inquietante
como una rosa negra.
Esta música negra late al ritmo secreto
del corazón más negro de la noche.
Nació de la tierra negra,
se mueve eternamente al ritmo de una danza
tan negra y tan antigua como el mundo...
El jazz es una zeta como un grito
que rasga las cortinas de la noche.
Un grito que se ahoga en la sordina
lejana de Miles Davis.
El jazz es una música que quiebra
los silencios cobardes,
armonía secreta que no cabe
en los bordes del mundo,
una grieta de amor por donde pierde
cada noche su aliento el pentagrama.
La libertad del jazz es como un pájaro,
azul y jacobino,
que viaja en la funda malherida
del saxofón de Parker,
y sale cada noche a volar por un aire sin fronteras.
Música que hace trizas: zeta en el corazón.
Esta música negra es bella e inquietante
como una rosa negra.
Esta música negra late al ritmo secreto
del corazón más negro de la noche...
El jazz es una zeta caprichosa.
Un garabato roto, la trompeta
de Dizzy que le está pidiendo al cielo
mayor inspiración.
Quiebro espiritual, la cotidiana
conjura de Coltrane contra la noche,
su fe en subir más alto
antes de regresar a la tiniebla
de las horas comunes.
Vibración absoluta de Chet Baker
sobre los corazones encendidos.
Una puerta quebrada
que conduce a jardines estrellados
sin dolor,
sin angustia,
sin destino.
Esta música negra es bella e inquietante
como una rosa negra.
Un poeta interesante este Carlos Aganzo. Lo he descubierto hace muy poco gracias a Antonio Casares. De la foto sólo te digo que es una de las seis de jazz que tengo colgadas en la pared frente al ordeñador
ResponderEliminarUna magnífica foto, ¿sabes de quién es?
ResponderEliminarCarlos Aganzo es además de periodista (director de "El Norte de Castilla" de Valladolid, gran diario del que también fue director Miguel Delibes) un muy buen poeta.
De Herman Leonard.
ResponderEliminarPerfecto, gracias. Lo pondré.
ResponderEliminarMe encantó. Haría varias citas, las hay lúcidas y poéticas, también enigmáticas, pero me quedo con esta: "...Una ternura amarga como el mate..." Se refiere al mate argentino? Toman mate amargo por allá?
ResponderEliminarYo no sé si por aquí se toma mucho mate, conozco gente que lo toma, yo mismo lo hago (me trajeron hace unos años un mate con bombilla y todo de Buenos Aires) y se puede encontrar con facilidad.
ResponderEliminarAmargo? Con cascaritas de naranja? Con café? De todas maneras es glorioso el mate. Como esos tracks de esos nenes que preceden hoy los comentarios.
ResponderEliminarYo lo tomo con un poco de azucar, poco. ¿Con cáscaras de naranja o con café? Lo probaré. Glorioso el mate y además sienta muy bien.
ResponderEliminarDe los mejores poemas que he leído últimamente, hasta me ha emocionado:) -como si fuera música- Y.. "Single petal of a Rose" ... calla tonta, no digas nada más.
ResponderEliminarTranquila, es que es para emocionarse.
ResponderEliminarPara que no se me emocionen demasiado, dejaremos descansar a la serie una temporada, pero aviso que hay como unas treinta entradas más preparadas. Irán saliendo más adelante. De momento vamos a dar cancha a otras cosas que tenemos por ahí.
Mirad el vídeo que aparece en este enlace:
ResponderEliminarhttp://www.ojocientifico.com/3851/el-mate-y-la-salud
Pues yo no lo he probado nunca, pero visto lo de los antioxidantes, es para pensárselo.
ResponderEliminarEs para no pensárselo.
ResponderEliminarYa, pero es que el Té, no gustar demasiado.
ResponderEliminarAh, pues eso ser un inconveniente, pero el mate es otra cosa, ¿viste?
ResponderEliminarPues ya veremos:)
ResponderEliminarDa cátedra el video. Y contiene la sugerencia de ponerle cáscaritas de naranja y café, por ejemplo. Y fundamental, recomienda, que el agua esté bien caliente justo antes de que llegue a hervir.
ResponderEliminarMate, buena charla y audición de música, y a gozar, e dopo morire, se dice.
Sabía que le darías tu visto bueno.
ResponderEliminarNo sé quién decía que la temperatura fetén era 67 grados centígrados, nunca dejar hervir el agua.
Efectivamente, un mate bien cebado, un poema, música de jazz o cualquier otro tipo de música (el tango es ideal) e... dopo... qualcosa.
Temperatura ideal. Mi truco es luego de cinco o seis minutos, destapo la pava, miro bien el fondo, exactamente en el borde, entre el agua y el metal, y a la primera pompa o globito en el que se inicia la ebullición apago la hornalla y la meto en el termo. Fetén fetén.
ResponderEliminarGenial y científico truco. Lo seguiré.
ResponderEliminarPero no coloca...
ResponderEliminarEso es lo que tú te crees, te coloca donde debes estar, y además "asienta la proteína", entre otras cosas.
ResponderEliminarEso de "asentar la proteína" me suena a Viagra....
ResponderEliminarA mí me suena a Cortázar, que es quien lo decía, sólo que referido al vino.
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