La giraldilla de la torre apunta con su flecha de hierro hacia el Sur. La barrena ingente de elevadísima montaña no logra contener el ímpetu de los pardos nubarrones, que vuelan sobre ellas en alas potentes y ligeras de un viento huracanado. La nieve de los glaciales se deshace rápidamente; es un arroyo cada sendero del monte, y el hilo de agua de los regajales, que se mueren de sed en el estío, se ha convertido en torrente vocinglero y avasallador. Inundáronse los ansares; de los altos taludes de las hoces se desprenden con la nieve grandes masas de tierra y piedra, que los turbiones arrastran hasta lo llano de la vega. Rásganse a intervalos los vellones grises de las nieblas en las asperezas de los picachos, dejando entrever un jirón de cielo de un azul pálido, dando paso a un haz de rayos mortecinos, que hacen brillar por un momento las gotas de las reciente llovizna, como perlas engastadas en las briznas de la pradera.
Siguen avanzando las nieblas; encapotándose más el cielo; la cerrazón del horizonte se hace más espesa, sopla el ábrego con menos intensidad, y comienza una lluvia mansa, menuda, persistente, que cala hasta los huesos.
Un viejo experimentado, con fama en la comarca de algunos conocimientos astronómicos, ha salido al hastial, desafiando el aguacero, a observar las perturbaciones atmosféricas y, de vuelta a la cocina, pronuncia ante su mujer, que no aparta la vista de la labor que tiene entre manos, este dictamen: “Quedan las témporas de arriba y no habrá que temer más nieve este año. Las nieblas de la Colladía se han juntao a las de la Garganta y juntas bajan de vez en cuando a beber en el río grande. En resumías cuentas: Temporal pa largo, primavera húmeda, mucha hierba y güen verano”.
Es día de mercado en la villa, y las mujerucas de los pueblos, que pasaron la mañana regateando en los puestos de la plaza y en las tiendas de los pasiegos, viéndolo y manoseándolo todo para comprar muy poca cosa, visto el mal cariz del tiempo, la abandonaron pronto, para retomar a sus hogares, capeando el temporal cada quien a su manera y según los medios de que disponía.
Un grupo de ellas, en larga caravana y a lomos de pacientísimos borricos, con la cesta al brazo, bien repleta de cosas heterogéneas, cubierta la cabeza con la saya tosca salida hace veinte años de los telares de esta tierra, haciendo paso a los jinetes que, envueltos de pies a cabeza en sus largos capuchones, inclinando el busto para defenderse de la lluvia que azota la cara, pasan de largo al trote ligero de sus tordillos y siguiendo de cerca a la enraberá de carros, que pronto dejan atrás, por haberse parado estos a la puerta de la taberna.
-Mujer, ¿supiste al cabu si bajó la Goyanta con lo poco que quedó de la mercancía?
-Ayer en cuenta de venir estaba.
-Conmigo y con Sidora salió esta mañana; pero, como hizo tortilla al salir de casa... ¿no sabes?
-No sé na.
-¡Hijuca, lo que te hubías reío, si estás allí!
-Pos, ¿qué fue ellu?
-Que con la helá anoche estaban como un cristal las pozas de la corralá. Hacíaseme que tardaba muchu y cuando fui a llamala, díjele, mientras que ella volvía la puerta pa fuera: "mire onde pisa, tía Goya, que está to mu helao". Hijuca, si bien se lo dije, mejor salió ello. No habíamos andao cuatro pasos, cuando ¡rus! la mi Goyanta esternía en el hielu, los güevos saltando del cuévanu por encima de la cabeza, y ella gritando con rabia mientras se levantaba: ¡Ya se fueron a la porra los mis güevos!
-¡Mujer!
-Hijuca, lo mismo que te lo cuento. Pos mira, después de tó ha salío ganando, por que se libró de la mojadura que le esperaba hoy.
-Razón tienes; que ni un hilu secu llevamos ya.
Y era la pura verdad. El temporal iba arreciando por momentos; el viento soplaba con fuerza cada vez mayor; quedaba poca nieve en las alturas y bajaban los ríos que metía miedo.
Siguen avanzando las nieblas; encapotándose más el cielo; la cerrazón del horizonte se hace más espesa, sopla el ábrego con menos intensidad, y comienza una lluvia mansa, menuda, persistente, que cala hasta los huesos.
Un viejo experimentado, con fama en la comarca de algunos conocimientos astronómicos, ha salido al hastial, desafiando el aguacero, a observar las perturbaciones atmosféricas y, de vuelta a la cocina, pronuncia ante su mujer, que no aparta la vista de la labor que tiene entre manos, este dictamen: “Quedan las témporas de arriba y no habrá que temer más nieve este año. Las nieblas de la Colladía se han juntao a las de la Garganta y juntas bajan de vez en cuando a beber en el río grande. En resumías cuentas: Temporal pa largo, primavera húmeda, mucha hierba y güen verano”.
Es día de mercado en la villa, y las mujerucas de los pueblos, que pasaron la mañana regateando en los puestos de la plaza y en las tiendas de los pasiegos, viéndolo y manoseándolo todo para comprar muy poca cosa, visto el mal cariz del tiempo, la abandonaron pronto, para retomar a sus hogares, capeando el temporal cada quien a su manera y según los medios de que disponía.
Un grupo de ellas, en larga caravana y a lomos de pacientísimos borricos, con la cesta al brazo, bien repleta de cosas heterogéneas, cubierta la cabeza con la saya tosca salida hace veinte años de los telares de esta tierra, haciendo paso a los jinetes que, envueltos de pies a cabeza en sus largos capuchones, inclinando el busto para defenderse de la lluvia que azota la cara, pasan de largo al trote ligero de sus tordillos y siguiendo de cerca a la enraberá de carros, que pronto dejan atrás, por haberse parado estos a la puerta de la taberna.
-Mujer, ¿supiste al cabu si bajó la Goyanta con lo poco que quedó de la mercancía?
-Ayer en cuenta de venir estaba.
-Conmigo y con Sidora salió esta mañana; pero, como hizo tortilla al salir de casa... ¿no sabes?
-No sé na.
-¡Hijuca, lo que te hubías reío, si estás allí!
-Pos, ¿qué fue ellu?
-Que con la helá anoche estaban como un cristal las pozas de la corralá. Hacíaseme que tardaba muchu y cuando fui a llamala, díjele, mientras que ella volvía la puerta pa fuera: "mire onde pisa, tía Goya, que está to mu helao". Hijuca, si bien se lo dije, mejor salió ello. No habíamos andao cuatro pasos, cuando ¡rus! la mi Goyanta esternía en el hielu, los güevos saltando del cuévanu por encima de la cabeza, y ella gritando con rabia mientras se levantaba: ¡Ya se fueron a la porra los mis güevos!
-¡Mujer!
-Hijuca, lo mismo que te lo cuento. Pos mira, después de tó ha salío ganando, por que se libró de la mojadura que le esperaba hoy.
-Razón tienes; que ni un hilu secu llevamos ya.
Y era la pura verdad. El temporal iba arreciando por momentos; el viento soplaba con fuerza cada vez mayor; quedaba poca nieve en las alturas y bajaban los ríos que metía miedo.
1957
José Calderón Escalada, "El Duende de Campoo"
Agradecemos a José L. López el recuerdo al Duende de Campoo en su Página alternativa de Reinosa y Campoo.
De qué manera ha degenerado la escritura campurriana. Lástima de herederos.........
ResponderEliminarNo sé muy bien cómo interpretar eso.
ResponderEliminarHombre, Gato, así sólo podía escribir él, como hombre de su tiempo.
ResponderEliminarSu legado es una joya inestimable, pero los tiempos cambian, la información nos desborda por multiples medios, hoy es otra cosa.
Completamente de acuerdo con Finchu.
ResponderEliminarPor lo que he leído sobre él, era un hombre trabajador e inquieto, además de escribir muy bien.
ResponderEliminarLa literatura costumbrista es una buena y generosa herencia.
Ya podéis estar orgullosos.
ResponderEliminarPor cierto... ¿vosotros tenéis algún parentesco con él?
ResponderEliminarEl Duende de Campoo era tío nuestro, hermano de nuestro padre (se llevaban 20 años). Por cierto en el enlace de la biografía del Duende hay una foto donde aparece un joven sentado con gafas y corbata: ese es el Duende. El chavalín que está a su lado (¡con vestido faldero!) es mi padre.
ResponderEliminarEfectivamente, el Duende de Campoo, Marian, era un hombre inquieto y sabio. De los sabios de pueblo, o sea, auténtico. Yo tuve tiempo de conocerlo bien, porque cuando murió yo tenía veinte años.
Son muy típicos y muy divertidos en sus relatos los diálogos y las frases campurrianas que sacaba (se lo oí alguna vez) de la gente mayor que había conocido en su juventud, especialmente de su propia madre, porque cuando él escribía (años 40, 50 y más acá) gran parte de las costumbres campurrianas se habían perdido.
¿No será también lo de tu seudónimo una cuestión de timidez?.
ResponderEliminarO una protección.
Pues era avanzado tu tío para darse cuenta en aquellos tiempos de ese falso principio pedagógico de que la letra con sangre entra, en vez de enseñar a discurrir.
Pues, vaya usted a saber.
ResponderEliminar¿Avanzado? Hay anécdotas y actuaciones en situaciones sociales que no te las creerías, y eso que era cura en "aquellos tiempos".
No lo sabía, pero tenía un pálpito.
ResponderEliminarO quizá me lo contaron hace mucho tiempo y en su día no puse atención y estaba ahí, en el inconsciente.
ResponderEliminarTú conoces, Finchu, la llamada "casa de los ingenieros". Cuando se inauguró (no sé exactamente la fecha, pero últimos cuarenta, primeros cincuenta), el Duende era cura de Reinosa y le tocaba bendecirla. Se negó, porque dijo que mientras hubiese gente en Reinosa sin casa, no podía bendecir algo tan pretencioso. Tuvo todo tipo de problemas, claro, pero se salió con la suya.
ResponderEliminarQue para eso era de Mazandrero, que se me olvidaba.
ResponderEliminarEso se llama coherencia cristiana.
ResponderEliminarYo lo llamo empatía.
ResponderEliminarPues que no somos un pueblo con grandes literatos precisamente.
ResponderEliminarEra empatía, sí señor.
ResponderEliminarPor cierto, ya que nos hemos puesto, la próxima entrada irá dedicada también al Duende. Os reiréis un poco.
ResponderEliminarHay dos tipos de curas, los que predican con el ejemplo, y los predican pero no hacen lo que predican.
ResponderEliminarDesde esa perspectiva y teniendo en cuenta que además de hombre, era sacerdote, y perteneciendo él al primer ejemplo, yo por lo menos, lo veo como coherencia cristiana. Y con más razón por cómo era la Iglesia en aquellos tiempos, lo que demuestra que además era valiente.
Todo eso es verdad.
ResponderEliminarNo sé como puedes encontrar coherencia en esa religión, Marian.
ResponderEliminar¿Es la misma persona la que toma un látigo y saca a los mercaderes del templo, que el que dice: guarda tu espada que el que a yerro mata a yerro muere?
Y este es sólo un pequeño ejemplo de las enormes contradicciones que tiene su catecismo.
Es su incoherencia precisamente lo que les caracteriza, tener explicación para justificar la canonización de curas que dirigían pelotones de fusilamiento, y sin embargo pedir años de carcel para una mujer que ha abortado por que se declaran defensores de la vida.
Lo que se dice un sindiós.
Hombre , Finchu, yo creo que esta reflexión aquí sobra. No hay que ir con la barba puesta todo el día (bueno, yo sí).
ResponderEliminarEs que yo no he pretendido encontrar coherencia en esa religión (ni en cualquier otra) Finchu, y menos a una Iglesia inquisidora que se cree dueña de la moral de la gente. Pero incoherencias y contradicciones las tienen las religiones, las formaciones políticas, los sistemas políticos, filosóficos, etc.
ResponderEliminarDentro de la Iglesia Católica hay de todo, también buenos cristianos, no creo que sea necesario explicar lo que es ser un buen cristiano, y estos no son de los que piden años de cárcel para una mujer que ha abortado, que no la juzgan ni le niegan la comunión, que visitan a los enfermos, que atienden a ancianos y les llevan comida, que están al lado de drogadictos, no juzgándoles, sino ayudándoles, y una lista muy larga, y no de nueve a trece horas, a cualquier hora del día; pero esa labor no sale en los periódicos, quizá porque esa gente no lo hace para eso, sino por caridad humana, que también la tiene mucha gente que no está metida en ninguna Iglesia.
¡Ondia!, te has explayao, ¿eh? No tengo más remedio que suscribir.
ResponderEliminarYa, ya, si yo también he conocido a ese tipo de personas, de hecho estuve acampado en una reivindicación laboral y se presentaron dos curas allí y estuvieron viniendo algunos días, pero les tenían apartados y sin parroquia uno de ellos estaba casado.
ResponderEliminarEran seglares creyentes con empatía, insisto, lo de la coherencia cristiana es lo que te discutía, yo no sé si estos eran buenos cristianos y los otros los malos o al revés.
Si escucha estas "discusiones" el Duende de Campoo, alucina. O tal vez, lo más seguro, se reiría con su sonrisa tímida y socarrona a la vez.
ResponderEliminarEl Duende de Campoo estaba dotado de una inteligencia privilegiada y una cultura muy por encima de la media, estaba adelantado para su tiempo, me imagino que esta discusión la vería con la misma condescendencia que mirando a un niño aprendiendo a atarse los zapatos.
ResponderEliminarLo más llamativo de su personalidad, desde mi punto de vista, fue su capacidad para ganarse el respeto de las gente del pueblo, yo recuerdo oír a mi madre hablar de él con admiración y lo más llamativo sentir el silencio respetuoso de mi padre, estamos hablando de gente que como yo, sabemos leer, escribir y poco más.
ResponderEliminarEso es grandeza y no la de la nobleza.
Pues, sí.
ResponderEliminarLo de "saber leer y escribir y poco más" se lo dirá a todas.
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