Sempre caro mi fu quest’ermo colle
E questa siepe, che da tanta parte
Dell’ultimo orizzonte il guardo esclude.
Ma sedento e mirando, interminati
Spazi di là da quella, e sovrumani
Silenzi, e profondissima quiette
Io nel pensier mi fingo; ove per poco
Il cor non si spaura. E come il vento
Odo stormir tra queste piante, io quello
Infinito silenzio a questa voce
Vo comparando: e mi sovvien l’eterno,
E le morte stagioni, e la presente
E viva, e il suon di lei. Cosí tra questa
Inmensità s’annega il pensier mio:
E il naufragar m’è dolce in questo mare.
El infinito. Idilio I
Siempre querido me fue este solitario cerro
y este seto que tanta parte
del último horizonte la mirada excluye.
Mas, sentado y mirando interminables
espacios de allá lejos, y sobrehumanos
silencios y su hondísima quietud,
me quedo enmimismado hasta que casi
el corazón se teme. Y como el viento
cuyo tráfago escucho entre las hojas, a este
silencio sin fin esta voz
voy comparando: y me acuerdo de lo eterno
y de las muertas estaciones y la presente y viva,
y sus sonidos. Así a través de esta
inmensidad se anega el pensamiento mío;
y naufragar me es dulce en este mar.
De Idilli, 1826
"A través de esta inmensidad se anega el pensamiento mío; y naugragar me es dulce en este mar".
ResponderEliminarEntre los versos en mayúsculas de la poesía... Cuantas veces los leo y más allà de la traducción (esta es excelente) el poema todo, su lenguaje, parece moverse, en constante construcción.
¿Sabes que este poema lo recitó Rafael Sánchez Ferlosio a un amigo desde la cama del hospital poco antes de morir, y en su lengua original?
ResponderEliminarClaro, gracias al excelente artículo de Manuel Llorente que subiste junto a otros excelentes artículos en tu anterior excelente entrada, Juan. "Desde un móvil sencillo y viejo que le colgaba del cuello como un escapulario..."
ResponderEliminarEse detalle es casi lo mejor.
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