Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado.
Quien la oye caer ha recobrado
El tiempo en que la suerte venturosa
Le reveló una flor llamada rosa
Y el curioso color del colorado.
Esta lluvia que ciega los cristales
Alegrará en perdidos arrabales
Las negras uvas de una parra en cierto
Patio que ya no existe. La mojada
Tarde me trae la voz, la voz deseada,
De mi padre que vuelve y que no ha muerto
Llueve
Llueve
sobre la arena, sobre el techo
el tema
de la lluvia:
las largas eles de la lluvia lenta
caen sobre las páginas
de mi amor sempiterno,
la sal de cada día:
regresa lluvia a tu nido anterior,
vuelve con tus agujas al pasado:
hoy quiero el espacio blanco,
el tiempo de papel para una rama
de rosal verde y de rosas doradas:
algo de la infinita primavera
que hoy esperaba, con el cielo abierto
y el papel esperaba,
cuando volvió la lluvia
a tocar tristemente
la ventana,
luego a bailar con furia desmedida
sobre mi corazón y sobre el techo,
reclamando
su sitio,
pidiéndome una copa
para llenarla una vez más de agujas,
de tiempo transparente,
de lágrimas.
Está lloviendo en Buenos Aires, llueve,
y en los que vuelven a sus casas, pienso,
y en la función de los teatritos pobres
y en los fruteros que a lluvia besan.
Pensando en quienes ni paraguas tienen,
siento que el mío para arriba tira.
"No ha sido el viento, si no hay viento", digo,
cuando de pronto mi paraguas vuela.
Y cruza lluvias de hace mucho tiempo:
la que al final mojó tu cara triste,
la que alegró el primer abrazo nuestro,
la que llovió sin conocernos, antes.
Y desandamos tantas lluvias, tantas,
que el agua está recién nacida, ¡vamos!,
que está lloviendo para arriba, llueve,
y con los dos nuestro paraguas sube.
A tanta altura va, querida mía,
camino de un desaforado cielo
donde la lluvia en sus orillas tiene
y está el principio de los días claros.
Tan alta, el agua nos disuelve juntos
y nos convierte en uno solo, uno,
y solo uno para siempre, siempre,
en uno solo, solo, solo pienso.
Pienso en quien vuelve hacia su casa
y en la alegría del frutero
y, en fin, lloviendo en Buenos Aires sigue,
yo no he traído ni paraguas, llueve, llueve.
La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.
Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.
La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.
El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.
Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.
Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.
¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!
¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.
El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave.
Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.
¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!
Maldije la lluvia, que, azotando mi techo
no me deja dormir
Maldije al viento, que me robaba las flores de
mis jardines.
Pero tu llegaste y alabé la lluvia. La alabé
cuando te quitaste la túnica empapada.
Pero tu llegaste y alabé al viento.
Lo alabé porque apagó la lámpara.
Hoy llueve mucho, mucho,
y pareciera que están lavando el mundo
mi vecino de al lado mira la lluvia
y piensa escribir una carta de amor
una carta a la mujer que vive con él
y le cocina y le lava la ropa y hace el amor con él
y se parece a su sombra
mi vecino nunca le dice palabras de amor a la mujer
entra a la casa por la ventana y no por la puerta
por una puerta se entra a muchos sitios
al trabajo, al cuartel, a la cárcel,
a todos los edificios del mundo
pero no al mundo
ni a una mujer
ni al alma
es decir
a ese cajón o nave o lluvia que llamamos así
como hoy
que llueve mucho
y me cuesta escribir la palabra amor
porque el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa
y sólo el alma sabe dónde las dos se encuentran
y cuándo
y cómo
pero el alma qué puede explicar
por eso mi vecino tiene tormentas en la boca
palabras que naufragan
palabras que no saben que hay sol porque nacen y
mueren la misma noche en que amó
y dejan cartas en el pensamiento que él nunca
escribirá
como el silencio que hay entre dos rosas
o como yo
que escribo palabras para volver
a mi vecino que mira la lluvia
a la lluvia
a mi corazón desterrado
Juan Gelman
A sugerencia de Gatopardo incluiremos la extraordinaria versión que Bill Evans hizo del bolero Esta tarde vi llover, de Armando Manzanero:
El tiempo llueve en Borges:
ResponderEliminar"Cae o cayó. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado..."
Neruda dibuja, romántico, sus versos:
"...las largas eles de la lluvia lenta
caen sobre las páginas
de mi amor sempiterno..."
Ferrer es el dandy poeta vivaz de Buenos Aires:
"...desandamos tantas lluvias, tantas,
que el agua está recién nacida..."
Lorca, destacar un verso es cercenarlo, parcelarlo en toda su inmensidad de poeta.
Desconocía la ardiente timidez de Wu King en este poema sobre la lluvia.
Conozco los amargos versos de Juan Gelman empapados de ternura.
En Balada de Otoño llueve tan nítida la voz del Nano...
ResponderEliminarComentarios muy inspirados y puestos en razón.
ResponderEliminarNo me atreveré a decir nada sobre los poemas de Borges, Neruda, García Lorca, Machado, ni siquiera de Gelman, que está más cercano, porque qué puede decirse a estas alturas de estos monstruos, pero en este caso me quedaré con el poema de Ferrer (me quedo con todos, claro), al que apenas conocía, y con "la ardiente timidez" de Wu King.