Este pelo blanco, en cambio, no es el otro, pero cumple su
tarea con la misma fe.
El brazo izquierdo, con un reloj en la muñeca, pregunta la
hora a cada rato;
el derecho acerca la comida, se estira hacia el teléfono y
dispone de una mano que no tiene descanso: una mano
que detuvo un camión en Payogasta.
La pierna izquierda alguna vez se golpeó contra una piedra
(dos meses inactiva); se acompaña con la otra y entre las
dos transportan esta carga difícil, de opinión imprevista.
El hígado promueve aclamadas satisfacciones;
el sexo euforia súbita, esperanza sucesiva de una nueva euforia.
Los ojos miran gestos, colecciones de gestos, y de ellos
sacan la conclusión que necesitan.
Esta mirada no siempre es impasible, esconde un centro
incontrolado, una acumulación de miradas: todas
necesarias, ninguna con la solución.
No puedo distraerme;
un solo instante de abandono
y muero aplastado por estos desconocidos
que he juntado
y que trabajan para mi perdición.
Un retrato de lo que somos, un yo laberíntico que incluye los desconocidos que albergamos.
ResponderEliminarMe gusta mucho "Viejas Máscaras" de José Pérez Olivares que contiene un homenaje a Chagall.
Ni más ni menos lo que dices, tanto del poema como del cuadro. Nada que añadir. Quizá una cosa: "los desconocidos que albergamos", y también los que fuimos.
ResponderEliminarMaravilloso.
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