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A la luna
Tú, que rigiendo de la noche el carro,
Sus sombras vistes de cambiantes bellos,
Dando entre nubes -que en silencio arrollas-
Puros destellos,
Para que mi alma te bendiga y ame,
Cubre veloz tu lámpara importuna...
Cuando eclipsada mi ventura lloro,
¡Vélate, luna!
Tú, que mis horas de placer miraste,
Huye y no alumbres mi profunda pena
No sobre restos de esperanzas muertas
Brilles serena.
Pero ¡no escuchas! Del dolor al grito
Sigues tu marcha majestuosa y lenta,
Nunca temiendo la que a mí me postra,
Ruda tormenta.
Siempre de infausto sentimiento libre,
Nada perturba tu sublime calma
Mientras que uncida de pasión al yugo,
Rómpese mi alma.
Si parda nube de tu luz celosa
Breve momento sus destellos vela,
Para lanzarla de tu excelso trono
Céfiro vuela.
Vuela, y de nuevo tu apacible frente
Luce, y argenta la extensión del cielo
¡Nadie, ay, disipa de mi pobre vida
Sombras de duelo!
Bástete, pues, tan superior destino;
Con tu belleza al trovador inflama;
Sobre los campos y las gayas flores
Perlas derrama;
Pero no ofendas insensible a un pecho
Para quien no hay consolación ninguna
Cuando eclipsada mi ventura lloro,
¡Vélate, luna!
Oda a la bella desnuda Con casto corazón, con ojos puros, te celebro, belleza, reteniendo la sangre para que surja y siga la línea, tu contorno, para que te acuestes a mi oda como en tierra de bosques o de espuma, en aroma terrestre o en música marina. Bella desnuda, igual tus pies arqueados por un antiguo golpe de viento o del sonido que tus orejas, caracolas mínimas del espléndido mar americano. Iguales son tus pechos de paralela plenitud, colmados por la luz de la vida. Iguales son volando tus párpados de trigo que descubren o cierran dos países profundos en tus ojos. La línea que tu espalda ha dividido en pálidas regiones se pierde y surge en dos tersas mitades de manzana, y sigue separando tu hermosura en dos columnas de oro quemado, de alabastro fino, a perderse en tus pies como en dos uvas, desde donde otra vez arde y se eleva el árbol doble de tu simetría, fuego florido, candelabro abierto, turgente fruta erguida sobre el pacto del mar y de la tierra. Tu cuerpo, en qué materia, ágata, cuarzo, trigo, se plasmó, fue subiendo como el pan se levanta de la temperatura y señaló colinas plateadas, valles de un solo pétalo, dulzuras de profundo terciopelo, hasta quedar cuajada la fina y firme forma femenina? No sólo es luz que cae sobre el mundo lo que alarga en tu cuerpo su nieve sofocada, sino que se desprende de ti la claridad como si fueras encendida por dentro. Debajo de tu piel vive la luna.
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye, luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene sus ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
Cómo canta la zumaya,
¡ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
Que llego tarde, que se me va la luna... Yo también me quedo con todas, con la misma numerosa y una, como dice Georgie. Tan variadas plumas la pintan y todas lo hacen con autoridad, saben de qué hablan, tienen horas y noches de admirarla y no fallan en retratarla... Si hay algo en lo que creo es en la Luna.
Qué bello dibujo de Federico y qué sugerente imagen la de Dalmedo.
No llegas tarde, todas estas lunas seguirán aquí y saldrán cuando cada uno quiera que salgan. Qué poema el de Borges, y eso que se siente incapaz de definir la luna.
Lo que hablábamos la vez pasada. Georgie sobreactúa también en eso. Pero qué maravilla la Luna para Li Po. Y para Du Fu y Bai Juyi, a quienes desconocía.
Y hablando de la numerosa Luna que mucho tiene que ver con La Historia de Genji, seguramente estás en tema, pero por las dudas se te traspapele, salió en ignoria una versión que prometen corregida y actualida de la obra de la dama Murasaki. Recuerdo cuando muy amablemente me enviaste el link gracias al cual leí La Historia de Genji y con esto intento, como dirían Carlitos Gardel y los jugadores de truco, "empardarla".
Esa versión que aparece en el link es la que yo tengo, en papel, de ahí extraje el fragmento que está en este blog, así que la empardaste, pero ya estaba a la par. Una maravilla de novela, que, efectivamente, mucho tiene que ver con la luna, y en la versión de Xavier Roca-Ferrer enriquecida por las impagables notas del propio traductor. Habrá que montar otro capítulo lunar en el que entre esta novela. Esto es un sinvivir.
Los poetas chinos son algo muy, muy especial, y aquí sí que tienen mucho que ver las traducciones, porque ves traducciones distintas de un mismo poema y a veces no se parecen en nada, o da esa sensación.
Te mato, te mato.... a besos:) Muchas gracias, Charlie. Me quedo con todas, que las leeré con concentración, pero la de Jaime Sabines me va al dedo:)
ResponderEliminarMaravillosa la recolección de pinturas y dibujos... Y la música.
ResponderEliminarTodos son muy buenos, y hubiese puesto muchos más, pero entonces sería interminable. Quizá para una próxima ocasión.
ResponderEliminarQue te siente estupendamente la luna de Sabines.
ResponderEliminarMuchas gracias. Es mágico y recomendable.
ResponderEliminarQue llego tarde, que se me va la luna... Yo también me quedo con todas, con la misma numerosa y una, como dice Georgie. Tan variadas plumas la pintan y todas lo hacen con autoridad, saben de qué hablan, tienen horas y noches de admirarla y no fallan en retratarla... Si hay algo en lo que creo es en la Luna.
ResponderEliminarQué bello dibujo de Federico y qué sugerente imagen la de Dalmedo.
No llegas tarde, todas estas lunas seguirán aquí y saldrán cuando cada uno quiera que salgan.
ResponderEliminarQué poema el de Borges, y eso que se siente incapaz de definir la luna.
Lo que hablábamos la vez pasada. Georgie sobreactúa también en eso. Pero qué maravilla la Luna para Li Po. Y para Du Fu y Bai Juyi, a quienes desconocía.
ResponderEliminarY hablando de la numerosa Luna que mucho tiene que ver con La Historia de Genji, seguramente estás en tema, pero por las dudas se te traspapele, salió en ignoria una versión que prometen corregida y actualida de la obra de la dama Murasaki. Recuerdo cuando muy amablemente me enviaste el link gracias al cual leí La Historia de Genji y con esto intento, como dirían Carlitos Gardel y los jugadores de truco, "empardarla".
ResponderEliminarhttp://bibliotecaignoria.blogspot.com.ar/2016/10/descarga-murasaki-shikibu-la-historia.html
...actualizada, claro.
ResponderEliminarEsa versión que aparece en el link es la que yo tengo, en papel, de ahí extraje el fragmento que está en este blog, así que la empardaste, pero ya estaba a la par. Una maravilla de novela, que, efectivamente, mucho tiene que ver con la luna, y en la versión de Xavier Roca-Ferrer enriquecida por las impagables notas del propio traductor. Habrá que montar otro capítulo lunar en el que entre esta novela. Esto es un sinvivir.
ResponderEliminarLos poetas chinos son algo muy, muy especial, y aquí sí que tienen mucho que ver las traducciones, porque ves traducciones distintas de un mismo poema y a veces no se parecen en nada, o da esa sensación.
Genial.
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