O Bäume Lebens, o wann winterlich?
Wir sind nicht einig. Sind nicht wie die Zug-
vögel verständigt. Überholt und spät,
so drängen wir uns plötzlich Winden auf
und fallen ein auf teilnahmslosen Teich.
Blühn und verdorrn ist uns zugleich bewußt.
Und irgendwo gehn Löwen noch und wissen,
solang sie herrlich sind, von keiner Ohnmacht.
Uns aber, wo wir Eines meinen, ganz,
ist schon des andern Aufwand fühlbar. Feindschaft
ist uns das Nächste. Treten Liebende
nicht immerfort an Ränder, eins im andern,
die sich versprachen Weite, Jagd und Heimat.
Da wird für eines Augenblickes Zeichnung
ein Grund von Gegenteil bereitet, mühsam,
daß wir sie sähen; denn man ist sehr deutlich
mit uns. Wir kennen den Kontur
des Fühlens nicht: nur, was ihn formt von außen.
Wer saß nicht bang vor seines Herzens Vorhang?
Der schlug sich auf: die Szenerie war Abschied.
Leicht zu verstehen. Der bekannte Garten,
und schwankte leise: dann erst kam der Tänzer.
Nicht der. Genug! Und wenn er auch so leicht tut,
er ist verkleidet und er wird ein Bürger
und geht durch seine Küche in die Wohnung
Ich will nicht diese halbgefüllten Masken,
lieber die Puppe. Die ist voll. Ich will
den Balg aushalten und den Draht und ihr
Gesicht aus Aussehn. Hier. Ich bin davor.
Wenn auch die Lampen ausgehn, wenn mir auch
gesagt wird: Nichts mehr –, wenn auch von der Bühne
das Leere herkommt mit dem grauen Luftzug,
wenn auch von meinen stillen Vorfahrn keiner
mehr mit mir dasitzt, keine Frau, sogar
der Knabe nicht mehr mit dem braunen Schielaug:
Ich bleibe dennoch. Es giebt immer Zuschaun.
Hab ich nicht recht? Du, der um mich so bitter
das Leben schmeckte, meines kostend, Vater,
den ersten trüben Aufguß meines Müssens,
da ich heranwuchs, immer wieder kostend
und, mit dem Nachgeschmack so fremder Zukunft
beschäftigt, prüftest mein beschlagnes Aufschaun, –
der du, mein Vater, seit du tot bist, oft
in meiner Hoffnung, innen in mir, Angst hast,
und Gleichmut, wie ihn Tote haben, Reiche
von Gleichmut, aufgiebst für mein bißchen Schicksal,
hab ich nicht recht? Und ihr, hab ich nicht recht,
die ihr mich liebtet für den kleinen Anfang
Liebe zu euch, von dem ich immer abkam,
weil mir der Raum in eurem Angesicht,
da ich ihn liebte, überging in Weltraum,
in dem ihr nicht mehr wart....: wenn mir zumut ist,
zu warten vor der Puppenbühne, nein,
so völlig hinzuschaun, daß, um mein Schauen
am Ende aufzuwiegen, dort als Spieler
ein Engel hinmuß, der die Bälge hochreißt.
Engel und Puppe: dann ist endlich Schauspiel.
Dann kommt zusammen, was wir immerfort
entzwein, indem wir da sind. Dann entsteht
aus unsern Jahreszeiten erst der Umkreis
des ganzen Wandelns. Über uns hinüber
spielt dann der Engel. Sieh, die Sterbenden,
sollten sie nicht vermuten, wie voll Vorwand
das alles ist, was wir hier leisten. Alles
ist nicht es selbst. O Stunden in der Kindheit,
da hinter den Figuren mehr als nur
Vergangnes war und vor uns nicht die Zukunft.
Wir wuchsen freilich und wir drängten manchmal,
bald groß zu werden, denen halb zulieb,
die andres nicht mehr hatten, als das Großsein.
Und waren doch, in unserem Alleingehn,
mit Dauerndem vergnügt und standen da
im Zwischenraume zwischen Welt und Spielzeug,
an einer Stelle, die seit Anbeginn
gegründet war für einen reinen Vorgang.
Wer zeigt ein Kind, so wie es steht? Wer stellt
es ins Gestirn und giebt das Maß des Abstands
ihm in die Hand? Wer macht den Kindertod
aus grauem Brot, das hart wird, – oder läßt
ihn drin im runden Mund, so wie den Gröps
von einem schönen Apfel? ......Mörder sind
leicht einzusehen. Aber dies: den Tod,
den ganzen Tod, noch vor dem Leben so
sanft zu enthalten und nicht bös zu sein,
ist unbeschreiblich.
CUARTA ELEGÍA*
Oh árboles de la vida,
¿cuándo llegará a vosotros el invierno?
No vamos unánimes y acordes
como las aves migratorias.
Vamos, inoportunos y tardíos,
imponiéndonos de súbito a los vientos
para caer más tarde
en algún estanque indiferente.
Sabemos a un tiempo
del florecer y el agostarnos.
Mas los leones van por donde sea
y mientras su señorío dura
desconocen toda suerte de impotencia.
Pero nosotros,
al pensar lo uno enteramente,
sentimos de inmediato
el despliegue de la fuerza de lo otro.
Lo hostil es lo más próximo a lo nuestro.
¿Acaso los amantes no tropiezan
sin cesar con sus límites, uno en el otro,
ellos que se habían prometido
extensas amplitudes, abundante cacería y un hogar?
Entonces, en el fugaz dibujo de un instante
apunta el trazo ya
de un fondo de contradicción,
laboriosamente construido
para que lo podamos advertir:
que no se nos perdona la evidencia.
Nosotros ignoramos el contorno
del sentimiento y sólo percibimos
aquello que lo forma desde fuera.
¿Quién no sintió la angustia
de sentarse ante el retablo del propio corazón?
El cortinaje se elevó.
El decorado era un adiós,
una escena fácil de entender.
El jardín conocido que oscilaba
levemente: sólo entonces llegó el bailarín.
Y no era él. ¡Ya basta!
A pesar de su desenvuelta ligereza
se advertía el disfraz.
Se convierte en un burgués
que entró en su casa
a través de la cocina. (Estas medias caretas no me gustan.
Prefiero, claro está, la marioneta.
Es más cabal.)
Quiero sostener en mis manos
el ingenioso mecanismo,
tirar de los alambres
y contemplar su rostro hecho de apariencia.
Aquí. Dispuesto estoy.
Aunque las candilejas se extingan finalmente
y alguien me diga: -"Nada más";
aunque desde el escenario sople el vacío
con su corriente de aire gris;
aunque ninguno de mis taciturnos
antepasados quede sentado junto a mí,
ninguna mujer
y ni siquiera el muchacho del castaño ojo bizco,1
me quedo, sin embargo. Siempre hay algo que ver.
¿Es que acaso no tengo yo razón?
Tú, padre, a quien la vida supo tan amarga
al saborear la mía,
y en tanto yo crecía
proseguiste sorbiendo en moroso paladeo
la primera turbia infusión de mi tarea,
y absorto y dominado por el regusto acre
de un porvenir tan extraño
ponías a prueba mi mirada aún velada;
tú, que muerto ya, te aterras
en mi íntima esperanza
y por amor a mi minúsculo destino
renuncias a la suprema indiferencia de los muertos
-a esos vastos imperios de indiferencia-
¿no tengo yo razón?
Y vosotros, decidme, ¿acaso no la tengo?
Vosotros, que me amabais
por el breve principio de amor que os tenía
y del que siempre me aparté,
pues para mí el espacio
que había en vuestros rostros
se transformaba, cuando lo estaba amando,
en espacio cósmico
en el que ya no estabais...
Es mi voluntad permanecer aquí,
aguardando ante las marionetas-
no, mas bien contemplar la escena tan de lleno
que, por equilibrar finalmente esta mirada
tenga que aparecer un ángel como actor
y gobernar los hilos de la escena.
¡Ángel y títere! Este caso sería
por fin digno de un espectador.
Entonces se verá reunido todo aquello
que separamos al vivir
y solamente entonces brotará de nuestras estaciones
el ciclo de la total transformación.
Sobre nosotros, jugando siempre, el ángel.2
Mira: los moribundos jamás sospecharían
hasta qué punto son mero pretexto
las cosas que intentamos aquí, donde realmente
no es nada como es.
¡Ay, horas de la infancia
cuando tras las imágenes se hallaba
algo más que el pasado
y ante nosotros no estaba el porvenir!
Ciertamente, crecíamos deprisa, con urgencia,
apresurándonos a ser prontamente mayores-
en parte por amor a los que no tenían otro título
que el de ser ya grandes.
Sin embargo, en nuestra marcha solitaria
gozábamos la dicha que otorga lo que dura,
estando en el espacio limítrofe
entre el mundo y el juguete,
en un lugar desde el comienzo
creado para el puro suceder.
¿Quién nos muestra un niño tal cual es?
¿Quién lo eleva en el nocturno cielo hasta su constelación?
¿Quién pone en sus manos la medida de todas las distancias?
¿Quién, en fin, elabora su muerte
con ese oscuro pan gris que se endurece
o la deja en su boca redonda
como el dulce y asfixiante corazón
de una manzana hermosa?
Es fácil presentir al asesino.
Pero Esto: contener la muerte
-toda la muerte-,
contenerla dulcemente
aún antes de que la vida empiece
y no sentir disgusto,
no puede ser descrito.
De Elegías de Duino, 1912-1922
Versión de Uwe Frisch
1 Este chico tiene algún sentido autobiográfico, pero parece referirse al personaje Erik Brahe, de Los cuadernos de Malte Laurids Brigge. Otros lo identifican con Egon von Rilke, un primo del poeta, muerto en su temprana juventud.
2 El término alemán spielen, empleado por Rilke en este pasaje del ángel y los muñecos, designa indistintamente los conceptos equivalentes a "juego" y "actuación" en castellano. El poeta lo utiliza aquí aprovechando tal equivalencia significativa. Como no existe en español un vocablo capaz de reproducirla, hemos optado por emplear primero la expresión "un ángel como actor" para después referirnos al elemento lúdico implícito en tal ocupación, hablando del ángel que "juega" sobre nosotros.
Spielen tambiém se emplea como verbo de tocar un instrumento o representar un papel de teatro o cine.
ResponderEliminarEstupendo y aclaratorio aporte. Gracias.
ResponderEliminarOjalá pudiera leerlo con la profundidad con que escribe. Que qué quiero decir?
ResponderEliminar"En el fugaz dibujo de un instante", donde realmente no es nada como es", "la dicha que otorga lo que dura", "ignoramos el contorno del sentimiento y sólo percibimos aquello que lo forma desde fuera..." Impresionante.
Pues para no leerlo con profundidad, eliges bien los versos.
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