Inventaron un cristal que dejaba pasar las moscas. La mosca venía, empujaba un poco con la cabeza y, pop, ya estaba del otro lado. Alegría enormísima de la mosca.
Todo lo arruinó un sabio húngaro al descubrir que la mosca podía entrar pero no salir, o viceversa, a causa de no se sabe qué macana en la flexibilidad de las fibras de este cristal, que era muy fibroso. En seguida inventaron el cazamoscas con un terrón de azúcar dentro, y muchas moscas morían desesperadas. Así acabó toda posible confraternidad con estos animales dignos de mejor suerte.
De Material plástico (Historias de Cronopios y de Famas)
Redondo, redondo.
ResponderEliminarY poliedrico
ResponderEliminarY flexible y fibroso.
ResponderEliminarJulio surreal.
ResponderEliminarPor cierto el amigo Magnus Muhr es genial. No tenía el gusto.
ResponderEliminarJulio Cortázar era un seguidor del surrealismo, surrealista él mismo.
ResponderEliminarYo tampoco conocía a Magnus Muhr. Curioso tipo: se dedica a recolectar moscas muertas para dibujarlas un escenario y fotografiarlas después. Hay gente pa'tó.
ResponderEliminarImagino a la mosca asomando la cabeza después del "pop". Qué bueno.
ResponderEliminarPero son muy pesadas, eh.
Pobrecillas... Son pesadas porque no pueden ser de otra forma, el mundo las hizo así.
ResponderEliminarA Machado le evocaban todas las cosas:)
ResponderEliminarIgual es que son demasiado amorosas y no las sabemos entender.
Mira que va a ser eso, la madre que las...
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