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[...] El Ministerio de la Verdad -que en neolengua se le llamaba el Miniver- era diferente, hasta un extremo asombroso, de cualquier otro objeto que se presentara a la vista. Era una enorme estructura piramidal de cemento armado blanco y reluciente, que se elevaba terraza tras terraza, a unos trescientos metros en el aire. Desde donde Winston se hallaba, podían leerse, adheridos sobre su blanca fachada en letras de elegante forma, las tres consignas del Partido:
LA GUERRA ES LA PAZ
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA
Se decía que el Ministerio de la Verdad tenía tres mil habitaciones sobre el nivel del suelo y las correspondientes ramificaciones en el subsuelo. En Londres sólo había otros tres edificios del mismo aspecto y tamaño. Éstos aplastaban de tal manera la arquitectura de los alrededores que desde el techo de las Casas de la Victoria se podían distinguir, a la vez, los cuatro edificios. En ellos estaban instalados los cuatro Ministerios entre los cuales se dividía todo el sistema gubernamental. El Ministerio de la Verdad, que se dedicaba a las noticias, a los espectáculos, la educación y las bellas artes. El Ministerio de la Paz, para los asuntos de guerra. El Ministerio del Amor, encargado de mantener la ley y el orden. Y el Ministerio de la Abundancia, al que correspondían los asuntos económicos. Sus nombres, en neolengua: Miniver, Minipax, Minimor y Minindancia. [...]
El odio alcanzó su punto de máxima exaltación. La voz de Goldstein se había convertido en un auténtico balido ovejuno. Y su rostro, que había llegado a ser el de una oveja, se transformó en la cara de un soldado de Eurasia, el cual parecía avanzar, enorme y terrible, sobre los espectadores disparando atronadoramente su fusil ametralladora. Enteramente parecía salirse de la pantalla, hasta tal punto, que muchos de los presentes se echaban hacia atrás en sus asientos. Pero en el mismo instante, produciendo con ello un hondo suspiro de alivio en todos, la amenazadora figura se fundía para que surgiera en su lugar el rostro del Gran Hermano, con su negra cabellera y sus grandes bigotes negros, un rostro rebosante de poder y de misteriosa calma y tan grande que llenaba casi la pantalla. Nadie oía lo que el gran camarada estaba diciendo. Eran sólo unas cuantas palabras para animarlos, esas palabras que suelen decirse a las tropas en cualquier batalla, y que no es preciso entenderlas una por una, sino que infunden confianza por el simple hecho de ser pronunciadas. Entonces, desapareció a su vez la monumental cara del Gran Hermano y en su lugar aparecieron los tres slogans del Partido en grandes letras:
LA GUERRA ES LA PAZ
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA
[...]
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[...] Abajo, en la calle, el viento seguía agitando el cartel donde la palabra Ingsoc aparecía y desaparecía. Ingsoc. Los principios sagrados de Ingsoc. Neolengua, doblepensar, mutabilidad del pasado. A Winston le parecía estar recorriendo las selvas submarinas, perdido en un mundo monstruoso cuyo monstruo era él mismo. Estaba solo. El pasado había muerto, el futuro era inimaginable. ¿Qué certidumbre podía tener él de que ni un solo ser humano estaba de su parte? Y ¿cómo iba a saber si el dominio del Partido no duraría siempre? Como respuesta, los tres slogans sobre la blanca fachada del Ministerio de la Verdad, le recordaron que:
LA GUERRA ES LA PAZ
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA
[...]
8
[...] Por fin, consiguió evocar la imagen de O'Brien. "Nos encontraremos en el sitio donde no hay oscuridad", le había dicho O'Brien en el sueño. Winston sabía lo que esto significaba, o se figuraba saberlo. El lugar donde no hay oscuridad era el futuro imaginado, que nunca se vería; pero, por adivinación, podría uno participar en él místicamente. Con la voz de la telepantalla zumbándole en los oídos no podía pensar con ilación. Se puso un cigarrillo en la boca. La mitad del tabaco se le cayó en la lengua, un polvillo amargo que luego no se podía escupir. El rostro del Gran Hermano flotaba en su mente desplazando al de O'Brien. Lo mismo que había hecho unos día antes, se sacó una moneda del bolsillo y la contempló. El rostro le miraba pesado, tranquilo, protector. Pero, ¿qué clase de sonrisa se escondía bajo el oscuro bigote? Las palabras de las consignas martilleaban el cerebro de Winston:
LA GUERRA ES LA PAZ
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA
Se equivocó en que habría un solo partido.
ResponderEliminarAunque bien mirado, tenía razón y es uno sólo.
Sí. Lo que no se equivocó es en algunas de sus profecías, que ya se han cumplido o están cumpliéndose.
ResponderEliminarObra Capital... ¿Sabían que en Argentina es récord de ventas y de menciones y referencias a esta obra en la última década? ¿Por qué será? Las consignas orwellianas casi se hacen realidad aquí...
ResponderEliminarYo creo que en todas partes, no olvidemos que estamos en la "aldea global".
ResponderEliminarTuvo "ojo clínico", fue un gran observador social.
ResponderEliminarTodos estamos inmersos, unos más tocados que otros, en el mundo que plasma George Orwell.
El Gran Hermano lo ve todo. Ahora, con Internet, casi todo, ¿o no? Como no eliminen Internet, lo tienen claro, y no van a poder hacerlo, je, je...
ResponderEliminarAunque lo intentan, se me olvidaba decirlo, pero no lo conseguirán. "Dieron" Internet a la gente y ahora pretender controlarlo. Inocentes...!
ResponderEliminarÉse fue el error histórico. El crimen no les saldrá ya perfecto.
ResponderEliminarQuiero creer eso, aunque quien sabe.
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