viernes, 13 de septiembre de 2013

Fragmentos del Eclesiastés - ¿Salomón? - Reino de Judá


CAPÍTULO 1

Título, autor y tema general del Libro

1:1  Palabras de Cohélet, hijo de David, rey en Jerusalén.
1:2  ¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet.
¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad!
1:3  ¿Qué provecho saca el hombre
de todo el esfuerzo que realiza bajo el sol?


Nada nuevo bajo el sol

1:4  Una generación se va y la otra viene,
y la tierra siempre permanece.
1:5  El sol sale y se pone,
y se dirige afanosamente hacia el lugar
de donde saldrá otra vez.
1:6  El viento va hacia el sur
y gira hacia el norte;
va dando vueltas y vueltas,
y retorna sobre su curso.
1:7  Todos los ríos van al mar
y el mar nunca se llena;
al mismo lugar donde van los ríos,
allí vuelven a ir.
1:8  Todas las cosas están gastadas,
más de lo que se puede expresar.
¿No se sacia el ojo de ver
y el oído no se cansa de escuchar?
1:9  Lo que fue, eso mismo será;
lo que se hizo, eso mismo se hará:
¡no hay nada nuevo bajo el sol!
1:10  Si hay algo de lo que dicen:
"Mira, esto sí que es algo nuevo",
en realidad, eso mismo ya existió
muchísimo antes que nosotros.
1:11  No queda el recuerdo de las cosas pasadas,
ni quedará el recuerdo de las futuras
en aquellos que vendrán después.


La experiencia decepcionante de Cohélet

1:12  Yo, Cohélet,
he sido rey de Israel, en Jerusalén,
1:13  y me dediqué a investigar y a explorar con sabiduría
todo lo que se hace bajo el cielo:
es esta una ingrata tarea
que Dios impuso a los hombres
para que se ocupen de ella.
1:14  Así observé todas las obras que se hacen bajo el sol,
y vi que todo es vanidad y correr tras el viento.
1:15  Lo torcido no se puede enderezar,
ni se puede contar lo que falta.
1:16  Entonces me dije a mí mismo:
Yo acumulé una gran sabiduría,
más que todos mis predecesores en Jerusalén,
y mi corazón ha visto mucha sabiduría y ciencia.
1:17  Me dediqué a conocer la sabiduría,
la ciencia, la locura y la necedad,
y advertí que también eso es correr tras el viento.
1:18  Porque mucha sabiduría trae mucha aflicción,
y el que acumula ciencia, acumula dolor.


CAPÍTULO 2

La búsqueda del placer, intento ilusorio

2:1  Yo me dije a mí mismo: "Ven, te haré experimentar el placer;
goza del bienestar".
Pero también esto es vanidad.
2:2  De la risa, dije: "No es más que locura",
y de la alegría: "¿Para qué sirve?"
2:3  Decidí estimular mi carne con el vino,
manteniendo la mente lúcida,
y dejarme llevar de la insensatez,
hasta ver qué les conviene
hacer a los hombres bajo el cielo,
en los contados días de su vida.
2:4  Emprendí grandes obras:
me construí mansiones y planté viñedos;
2:5  me hice jardines y parques,
y planté allí toda clase de árboles frutales;
2:6  me fabriqué cisternas, para regar el bosque donde crecían los árboles;
2:7  compré esclavos y esclavas,
y algunos me nacieron en casa;
poseí también ganado en abundancia,
más que todos mis predecesores en Jerusalén.
2:8  Amontoné además plata y oro,
y tesoros dignos de reyes y de provincias;
me conseguí cantores y cantoras,
y muchas mujeres hermosas,
que son la delicia de los hombres.
2:9  Llegué a ser tan grande,
que superé a todos mis predecesores en Jerusalén.
Sin embargo, la sabiduría permanecía siempre conmigo.
2:10  No negué a mis ojos nada de lo que pedían,
ni privé a mi corazón de ningún placer;
mi corazón se alegraba de todo mi trabajo,
y este era el premio de todo mi esfuerzo.
2:11  Pero luego dirigí mi atención
a todas las obras que habían hecho mis manos
y a todo el esfuerzo que me había empeñado en realizar,
y vi que todo es vanidad y correr tras el viento:
¡no se obtiene ningún provecho bajo el sol!


El sabio y el necio, iguales ante la muerte

 2:12  Entonces volví mis ojos hacia la sabiduría,
hacia la locura y la insensatez.
Porque ¿qué hará el sucesor del rey?
Lo mismo que ya se había hecho antes.
2:13  Y vi que la sabiduría aventaja a la insensatez,
como la luz a las tinieblas:
2:14  el sabio tiene los ojos bien puestos,
mientras que el necio camina en tinieblas.
Pero yo sé también que a los dos les espera la misma suerte.
2:15  Y me dije a mí mismo:
si la suerte del necio será también la mía,
¿para qué, entonces, me hice más sabio?
Y pensé que también esto es vanidad.
2:16  Porque no perdurará el recuerdo
ni del sabio ni del necio:
con el paso de los días, todo cae en el olvido.
Así es: ¡el sabio muere igual que el necio!
2:17  Y llegué a detestar la vida,
porque me da fastidio todo lo que se hace bajo el sol.
Sí, todo es vanidad y correr tras el viento.


Vana recompensa del esfuerzo

2:18  Y también detesté todo el esfuerzo
que había realizado bajo el sol,
y que tendré que dejar al que venga después de mí.
2:19  ¿Y quién sabe si él será sabio o necio?
Pero será el dueño de lo que yo he conseguido
con esfuerzo y sabiduría bajo el sol.
También esto es vanidad.
2:20  Y llegué a desesperar
de todo el esfuerzo que había realizado bajo el sol.
2:21  Porque un hombre que ha trabajado
con sabiduría, con ciencia y eficacia,
tiene que dejar su parte
a otro que no hizo ningún esfuerzo.
También esto es vanidad y una grave desgracia.
2:22  ¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo
y todo lo que busca afanosamente bajo el sol?
2:23  Porque todos sus días son penosos,
y su ocupación, un sufrimiento;
ni siquiera de noche descansa su corazón.
También esto es vanidad.


CAPÍTULO 3

El momento oportuno

3:1  Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa
bajo el sol:
3:2  un tiempo para nacer y un tiempo para morir,
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado;
3:3  un tiempo para matar y un tiempo para curar,
un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
3:4  un tiempo para llorar y un tiempo para reír,
un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;
3:5  un tiempo para arrojar piedras
y un tiempo para recogerlas,
un tiempo para abrazarse
y un tiempo para separarse;
3:6  un tiempo para buscar
y un tiempo para perder,
un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;
3:7  un tiempo para rasgar y un tiempo para coser,
un tiempo para callar y un tiempo para hablar;
3:8  un tiempo para amar y un tiempo para odiar,
un tiempo de guerra
y un tiempo de paz.


La condición humana

3:16  Yo he visto algo más bajo el sol:
en lugar del derecho, la maldad
y en lugar de la justicia, la iniquidad.
3:17  Entonces me dije a mí mismo:
Dios juzgará al justo y al malvado,
porque allá hay un tiempo
para cada cosa y para cada acción.
3:18  Yo pensé acerca de los hombres:
si Dios los prueba, es para que vean
que no se distinguen de los animales.
3:19  Porque los hombres y los animales
tienen todos la misma suerte:
como mueren unos, mueren también los otros.
Todos tienen el mismo aliento vital
y el hombre no es superior a las bestias,
porque todo es vanidad.
3:20  Todos van hacia el mismo lugar:
todo viene del polvo y todo retorna al polvo.
3:21  ¿Quién sabe si el aliento del hombre
sube hacia lo alto,
y si el aliento del animal
baja a lo profundo de la tierra?
3:22  Por eso, yo vi que lo único bueno para el hombre
es alegrarse de sus obras,
ya que esta es su parte:
¿Quién, en efecto, lo llevará a ver
lo que habrá después de él?


CAPÍTULO 4

La opresión de los débiles

4:1  Yo volví mis ojos a todas las opresiones
que se cometen bajo el sol:
ahí están las lágrimas de los oprimidos,
y no hay quien los consuele.
La fuerza está del lado de los opresores,
y no hay nadie que les dé su merecido.
4:2  Entonces tuve por más felices
a los muertos, porque ya están muertos,
que a los vivos, porque viven todavía;
4:3  y consideré más feliz aún
al que todavía no ha existido,
porque no ha visto las infamias
que se cometen bajo el sol.


La rivalidad

4:4  Yo vi que todo el esfuerzo
y toda la eficacia de una obra
no son más que rivalidad de unos contra otros.
También esto es vanidad y correr tras el viento.
4:5  El necio se cruza de brazos
y se devora a sí mismo.
4:6  Más vale un puñado con tranquilidad,
que las dos manos bien llenas
a costa de fatigas y de correr tras el viento.


La ambición

4:7  Luego volví mis ojos
a otra cosa vana bajo el sol:
4:8  un hombre está completamente solo,
no tiene hijo ni hermano,
pero nunca pone fin a su esfuerzo
ni se sacia de ambicionar riquezas.
Entonces, ¿para quién me esfuerzo
y me privo del bienestar?
También esto es vanidad y una tarea ingrata.


Desventajas de la soledad

 4:9  Valen más dos juntos que uno solo,
porque es mayor la recompensa del esfuerzo.
4:10  Si caen, uno levanta a su compañero;
pero ¡pobre del que está solo y se cae,
sin tener a nadie que lo levante!
4:11  Además, si se acuestan juntos, sienten calor,
pero uno solo, ¿cómo se calentará?
4:12  Y a uno solo se lo domina,
pero los dos podrán resistir,
porque la cuerda trenzada no se rompe fácilmente.


La inestabilidad del poder político

4:13  Más vale un joven pobre y sabio
que un rey viejo y necio,
que ya no es capaz de hacerse aconsejar.
4:14  Aunque aquel salió de la cárcel para reinar
y había sido pobre en su propio reino,
4:15  yo vi a todos los vivientes
que caminan bajo el sol
ponerse de parte del joven sucesor,
que se erigió en lugar del otro.
4:16  Era una multitud interminable
la que él encabezaba.
Pero los que vendrán después
tampoco estarán contentos con él,
porque también esto es vanidad y correr tras el viento.


CAPÍTULO 5

La tiranía del poder

5:7  Si ves que en la provincia se oprime al pobre
y se violan el derecho y la justicia,
no te sorprendas por eso.
Porque un grande tiene un superior que lo vigila,
y hay otros grandes por encima de ellos.
5:8  De todas maneras, lo que más aprovecha a un país
es un rey con campos bien cultivados.


Vanidad de las riquezas

5:9  El que ama el dinero no se sacia jamás,
y al que ama la opulencia no le bastan sus ganancias.
También esto es vanidad.
5:10  Donde abundan las provisiones
son muchos los que las devoran.
¿Y qué beneficio reportan a su dueño,
fuera de poder mirarlas con sus propios ojos?
5:11  Dulce es el sueño del trabajador,
sea que coma poco o mucho;
al rico, en cambio, el estómago lleno
no lo deja dormir.
5:12  Hay un mal muy penoso que yo he visto bajo el sol:
es la riqueza guardada por su dueño para su propia desgracia.
5:13  Esta riqueza se pierde en un mal negocio,
y el hijo que él engendró se queda sin nada.
5:14  Él salió desnudo del vientre de su madre,
y así volverá, como había venido;
de su esfuerzo no saca nada
que pueda llevárselo consigo.
5:15  Este es ciertamente un mal muy penoso:
se fue exactamente como había venido,
¿y de qué le aprovechó esforzarse por nada?
5:16  Además, todos sus días comió oscuramente,
con mucho dolor, malestar e irritación. [...]

6 comentarios:

  1. Quien no lo haya leído nunca se sorprenderá.

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  2. Vaya, este no estaba contento con nada, ni con lo uno, ni con lo contrario.

    Conclusión: 'cuanto mas tonto mas feliz!'

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  3. Ya lo dijo el viejo y sabio Bob al comienzo de Blind Willie McTell: "Vi de que decía en la flecha arriba de la puerta. Esta tierra está condenada. Todo el camino de New Orleans a Jerusalem", o algo así.

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