Fabio, las esperanzas cortesanas
y donde al más activo nacen canas;
el que no las limare o las rompiere,
ni el nombre de varón ha merecido,
ni subir al honor que pretendiere.
El ánimo plebeyo y abatido
elija, en sus intentos temeroso,
primero estar suspenso que caído;
que el corazón entero y generoso
al caso adverso inclinará la frente
antes que la rodilla al poderoso.
Más triunfos, más coronas dio al prudente
que supo retirarse, la fortuna,
que al que esperó obstinada y locamente.
Esta invasión terrible e importuna
de contrarios sucesos nos espera
desde el primer sollozo de la cuna.
Dejémosla pasar como a la fiera
corriente del gran Betis, cuando airado
dilata hasta los montes su ribera.
Aquel entre los héroes es contado
que el premio mereció, no quien le alcanza
por vanas consecuencias del estado.
Busca, pues, el sosiego dulce y caro,
como en la oscura noche del Egeo
busca el piloto el eminente faro;
que si acortas y ciñes tu deseo
dirás: "Lo que desprecio he conseguido,
que la opinión vulgar es devaneo".
Más quiere el ruiseñor su pobre nido
de pluma y leves pajas, más sus quejas
en el bosque repuesto y escondido,
que agradar lisonjero las orejas
de algún príncipe insigne, aprisionado
en el metal de las doradas rejas.
Triste de aquel que vive destinado
a esa antigua colonia de los vicios,
augur de los semblantes del privado.
Cese el ansia y la sed de los oficios,
que acepta el don, y burla del intento,
el ídolo a quien haces sacrificios.
Iguala con la vida el pensamiento,
y no le pasarás de hoy a mañana,
ni quizá de un momento a otro momento.
¿Qué es nuestra vida más que un breve día,
do apenas sale el sol, cuando se pierde
en las tinieblas de la noche fría?
¿Qué más que el heno, a la mañana verde,
seco a la tarde? ¡Oh ciego desvarío!
¿Será que de este sueño se recuerde?
¿Será que pueda ver que me desvío
de la vida, viviendo, y que está unida
la cauta muerte al simple vivir mío?
Como los ríos, que en veloz corrida
se llevan a la mar, tal soy llevado
al último suspiro de mi vida.
¡Mísero aquel que corre y se dilata
por cuantos son los climas y los mares,
perseguidor del oro y de la plata!
Un ángulo me basta entre mis lares,
un libro y un amigo, un sueño breve,
que no perturben deudas ni pesares.
Ya, dulce amigo, huyo y me retiro
de cuanto simple amé: rompí los lazos.
Ven y sabrás al grande fin que aspiro
antes que el tiempo muera en nuestros brazos.
(Versión de Dámaso Alonso)
Sobran los dedos de la mano para contar los poetas españoles cuya valoración se ha mantenido uniformemente en los más alto a través de los siglos. La grandeza de San Juan de la Cruz es poco menos que un descubrimiento reciente; Góngora provocó siempre tantas iras cuantos fervores y se eclipsó durante doscientos años; la lírica fue pertinazmente considerada la parte menos valiosa de la producción de Quevedo... La ley del péndulo que tiraniza la historia de las artes apenas ha eximido de olvidos y desdenes las Coplas de Jorge Manrique, la obra de Garcilaso en bloque, ciertas odas de fray Luis de León... A esa dichosa aristocracia pertenece la Epístola Moral a Fabio del capitán Andrés Fernández de Andrada. Nunca, en verdad, le han faltado los testimonios de suprema admiración. Desde Bartolomé Leonardo de Argensola, "que estimara mucho que fuera suya", y desde los lectores contemporáneos, que juzgaban que "en el estilo y argumentos era de las cosas mejor escritas de nuestra lengua", hasta Luis Cernuda, para quien importaba sobre todo su "intensidad metafísica", o hasta Dámaso Alonso, que le rindió el homenaje de una filología tan noble como la pasión que el poema le despertaba.
La virtud que ha hecho de la Epístola Moral un clásico sin ocasos quizá esté en primer término en la excepcional capacidad de ser a un tiempo perfectamente natural e inconfundiblemente literaria, en la calidad a la vez familiar y superior del talante y del tono. Dámaso Alonso habla de la impresión de que "todo cayó en su sitio justo y con las palabras precisas y exactas que lo tenían que decir". Es cierto. JUAN F. ALCINA y FRANCISCO RICO
La grandeza de los clásicos, por algo se les llama "grandes"
ResponderEliminarUn abrazo.
La epístola moral a Fabio y las coplas a la muerte de su padre, dos obras de extensión, contenido e intensidad poética semejantes. Me quedo con los dos.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con el comentario anterior: son grandes.
http://garabatogarabato.blogspot.com