De un molimiento de güesos,
a duros palos y piedras,
Don Quijote de la Mancha
yace doliente y sin fuerzas.
Tendido sobre un pavés,
cubierto con su rodela,
sacando como tortuga
de entre conchas la cabeza;
con voz roída y chillando,
viendo el escribano cerca,
ansí, por falta de dientes,
habló con él entre muelas:
Escribid, buen caballero,
el testamento que fago
por voluntad postrimera.
[...] Y en lo de «su entero juicio»,
que ponéis a usanza vuesa,
basta poner «decentado»,
cuando entero no le tenga.
A la tierra mando el cuerpo;
coma mi cuerpo la tierra,
que, según está de flaco,
hay para un bocado apenas.
En la vaina de mi espada
mando que llevado sea
mi cuerpo, que es ataúd
capaz para su flaqueza.
Que embalsamado me lleven
a reposar a la iglesia,
y que sobre mi sepulcro
escriban esto en la piedra:
«Aquí yace Don Quijote,
el que en provincias diversas
los tuertos vengó, y los bizcos,
a puro vivir a ciegas».
A Sancho mando las islas
que gané con tanta guerra:
con que, si no queda rico,
aislado, a lo menos queda.
Ítem, al buen Rocinante
dejo los prados y selvas
que crió el Señor del cielo
para alimentar las bestias.
[...] De los palos que me han dado,
a mi linda Dulcinea,
para que gaste el invierno,
mando cien cargas de leña.
[...] Mi lanza mando a una escoba,
para que puedan con ella
echar arañas del techo,
cual de si San Jorge fuera.
[...] Dejo por testamentarios
a don Belianís de Grecia,
al Caballero del Febo,
a Esplandián el de las Xergas.
[...]En esto la extremaunción
asomó ya por la puerta;
pero él que vio al sacerdote
con sobrepelliz y vela,
dijo que era el sabio proprio
del encanto de Niquea;
y levantó el buen hidalgo
por hablarle la cabeza.
Mas viendo que ya le faltaban
juicio, vida, vista y lengua,
el escribano se fue
y el cura se salió afuera.
a duros palos y piedras,
Don Quijote de la Mancha
yace doliente y sin fuerzas.
Tendido sobre un pavés,
cubierto con su rodela,
sacando como tortuga
de entre conchas la cabeza;
con voz roída y chillando,
viendo el escribano cerca,
ansí, por falta de dientes,
habló con él entre muelas:
Escribid, buen caballero,
el testamento que fago
por voluntad postrimera.
[...] Y en lo de «su entero juicio»,
que ponéis a usanza vuesa,
basta poner «decentado»,
cuando entero no le tenga.
A la tierra mando el cuerpo;
coma mi cuerpo la tierra,
que, según está de flaco,
hay para un bocado apenas.
En la vaina de mi espada
mando que llevado sea
mi cuerpo, que es ataúd
capaz para su flaqueza.
Que embalsamado me lleven
a reposar a la iglesia,
y que sobre mi sepulcro
escriban esto en la piedra:
«Aquí yace Don Quijote,
el que en provincias diversas
los tuertos vengó, y los bizcos,
a puro vivir a ciegas».
A Sancho mando las islas
que gané con tanta guerra:
con que, si no queda rico,
aislado, a lo menos queda.
Ítem, al buen Rocinante
dejo los prados y selvas
que crió el Señor del cielo
para alimentar las bestias.
[...] De los palos que me han dado,
a mi linda Dulcinea,
para que gaste el invierno,
mando cien cargas de leña.
[...] Mi lanza mando a una escoba,
para que puedan con ella
echar arañas del techo,
cual de si San Jorge fuera.
[...] Dejo por testamentarios
a don Belianís de Grecia,
al Caballero del Febo,
a Esplandián el de las Xergas.
[...]En esto la extremaunción
asomó ya por la puerta;
pero él que vio al sacerdote
con sobrepelliz y vela,
dijo que era el sabio proprio
del encanto de Niquea;
y levantó el buen hidalgo
por hablarle la cabeza.
Mas viendo que ya le faltaban
juicio, vida, vista y lengua,
el escribano se fue
y el cura se salió afuera.
¿Y se quedó solito?
ResponderEliminarGracias,Juan.
Uno, leyendo a Quevedo se siente pequeñito por la grandiosidad de su verbo. Solamente se nos ocurre decir que esta quijotesca es soberbia y la ilustración le hace honor.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estoy de acuerdo con Logan y Lory, Juan.
ResponderEliminarDoble valor.
Esta invompleto y le falta lo mejor
ResponderEliminarQue no me hagan misas sino justas y guerras que esas son mis misas algo así dice. Es lo más bonito y esencial del poema que en el extracto no figura. Un seguidor donquijotista.