A Blas de Otero
Dicen que el año mil novecientos treinta y tantosla tierra de mi patria dejó de ser de tierra,
porque se convirtió en un suelo estéril
enemigo del trigo y de la lluvia;
que los ríos perdieron temblor y transparencia,
y supieron la forma concreta de la muerte;
que las noches no fueron compañeras del viento,
y los robles doblaron su medrosa estatura
temerosos de una bala perdida...
(mejor se entierra el plomo tras el pecho de un árbol
que entre las jóvenes ramas del hombre,
y mejor todavía
en la corteza muda de la tierra, en las minas...).
También dicen que en tiempos muy lejanos,
siglos y siglos antes del sputnik primero,
pero siglos más tarde
de que el hombre lograra que el sudor de otro hombre
llegara hasta sus manos con el brillo del oro,
también dicen que entonces
los ríos se secaron y el aire se hizo espeso
alguna vez en Gilboé y en Hiksos,
y en la llanura encrespada
de Maratón, bajo el cielo de Grecia.
No sé, yo no recuerdo.
Ni me teñí las manos con sangre filistea,
ni me importaron nada la ambición de Alejandro
ni la sed insaciable de Darío...
y del duelo entre Oriente y Occidente
-ese duelo pendiente todavía
según dice la prensa-,
del duelo entre Persépolis y Atenas,
ya sólo me interesa la hazaña del atleta
que corrió sin descanso
desde la última herida de lanza
hasta el canto primero del pueblo alborozado.
Son cosas ya pasadas:
historias de otros tiempos y otros hombres:
de los hombres que lucharon en Troya
o que sintieron miedo en las trincheras
unos minutos antes del combate en el Ebro...
Yo no sé de esas cosas:
yo soy un hombre que ha nacido más tarde,
alejado en el tiempo de Brunete y Guernika;
alejado del odio por amor a la tierra...
amigo de la tierra y enemigo del odio.
De Los poemas del bardo
75 aniversario, dicen. ¿Hasta cuándo habremos de seguir alimentando la semilla putrefacta de la Guerra Civil?
Un tipo sabio, sin la menor duda
ResponderEliminarPero en estos tiempos le lloverán hostias por todos lados, con perdón.
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