Tres el nublu buxu l’avesiga lluz
a poco y a poco la color del mundu
desvela. Yo miro, valoro, tantiguo
la superficie cierta. Templo la inquietú
verdadera y tasco la testera
pel valeru laberintu profundu
de la mio alma.
Esconsueño
mentes me tiento y m’entrego al llamáu
del instante que pasa y muda en sombra
la lluz entrevista al trevel del miedu.
Daqué que nun sé esti ritu noma.
Daqué que nun sé, daqué que’l mio cuerpu
y la mio tiesta de toro nun son a dicir
ensembre. Daqué que prefigura
una última palabra ingriente y mortal.
Daqué qu’olvido. Daqué que merezo.
El minotauro despierto
Tras el nublado gris la umbrosa luz
desvela poco a poco el color
del mundo. Miro y taso y acaricio
la superficie cierta. Apaciguo la inquietud
verdadera y me rasco la cabeza
por el vacío y hondo laberinto
de mi alma.
Despierto
mientras me tiento y me doy a la voz
del instante que pasa y muda en sombra
una luz que entreveo tras el miedo.
Algo que aún no sé este rito nombra.
Algo que aún no sé, algo que mi cuerpo
y cabeza de toro nunca podrán decir
de pronto. Ese algo que prefigura
la ardiente y mortal última palabra.
Algo que olvido. Algo que merezco.
"Me doy a la voz del instante que pasa y muda en sombra..." Verso soñado, realmente. Cada verso un paso dentro del poema en su laberinto.
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