Se llama certidumbre de la muerte.
Se llama oscuro péndulo que advierte
lo leve de tan leve arquitectura.
Ignoramos su faz cambiante y muda.
Su nombre es el asombro de estar vivos.
En su fiel sucesión somos cautivos,
y él está tras espejos, y no duda
en detener con precisión su paso
y asestar el fulgor de su mirada,
única, última vez que la concede.
Precipitada aurora hacia el ocaso,
su nombre es claridad ya clausurada:
finge la nada que al morir sucede.
Calidad viene de musicalidad... El tiempo es su tema. Ahí lo detectó al acecho detrás de los espejos.
ResponderEliminarBorges y Lamillar deben de ser hermanos del alma.
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