y me empujaron más,
pasé entre negros árboles,
y bajo aquellos árboles,
quise quedarme quieto,
y me empujaron más,
pasé por verdes prados,
y junto a su verdor,
quise quedarme quieto,
y me empujaron más,
pasé por casas pobres,
y en una de estas casas
quise quedarme quieto,
quedarme un rato largo
mirando su pobreza,
y cómo asciende al cielo
el humo de su lumbre.
Dije esto y me reí,
rió también el verde,
y el humo humeante,
y me empujaron más.
Te deja sin qué decir y lo hace a propósito, para que no digas nada, para que veas qué te pasa a vos con eso que pasa... Parafraseando el artículo de Rafael Narbona sobre la poesía de Walser hay poetas que son como ojos que detectan lo indecible, el atisbo inexpresable, el hecho poético que apenas asoma el hocico y vuelve a esconderse en un instante, lo que todos saben que sucede pero nadie ve, o no se ve, lo que no se puede concebir pero está en el aire o existe como el aire... Pero quién ve el aire, quién excepto unos pocos, algún que otro místico o pintor poeta, y tal vez Velázquez, o las intentonas de Robert Walser por retratar ese instante.
ResponderEliminarQue lindo todo
ResponderEliminarQue lindo todo
ResponderEliminarMe alegro de que te guste Maria ma. Gracias por pasar por aquí.
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