cuánto me hacéis sufrir, cómo os he amado.
Tan pocos años hace
de aquellas borracheras salpicadas
de pretensiones ontológicas,
de las colillas, las conversaciones
interminablemente literarias,
los suicidios (frustrados)
a causa del exceso de ternura,
que ahora me hacéis sentir vergüenza y odio
(hacia mí mismo)
porque he logrado ser, a costa de mi vida,
sólido y razonable antes de tiempo.
Qué hermosa estupidez
vuestro absurdo concepto de las lágrimas.
Y cuánto os amo todavía, cómo me hacéis sentir
terriblemente solo y viejo.
Uno quiere diferente con amigos. Uno quiere aunque a veces no encaja. Uno quiere hasta la contradicción.
ResponderEliminarSiempre se ha dicho que a los amigos, al contrario que a la familia, se los elige. Bueno, sí y no: hay amigos que te eligen a hostias, con perdón, si se me entiende esto, es decir, quieras o no, seguro que todos conocemos esta situación.
ResponderEliminarPuedo suscribir este poema casi de la A a la Z.
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