A Ana Fernández Mallo
La mitad de los días es resto de almanaque,y el tiempo está cansado
de jugar con nosotros, con tu pelo de alcázar
que mis manos asedian,
con tus ojos de alquimia,
con el fuego robado
que se agita en la bolsa del ladrón
y reconforta el crimen, el amor o la vida.
Un fuego que la noche pretende sofocar
sin conseguirlo.
El tiempo está aburrido
de que no comprendamos su perfil de manzana,
de ver como enloquece nuestra sangre
en la cinta sin fin que recorremos,
en este laberinto de frutal resistencia
que gobierna la piel,
que hace al dolor ausencia de miradas o besos.
Pero llueve,
aunque la lluvia no lo borra todo
siempre llueve,
y se almacena un resto de cordura y palabras
en el penúltimo suburbio,
por las alcantarillas más profundas,
detrás de cada tarde con aceras o parques del oeste,
con paraguas oscuros
y luminosos ojos de autobús circular e infatigable.
Ya cerradas las páginas del libro
donde siempre se anotan los milagros,
escribimos en rojo
sobre la miserable cuadrícula del sueño:
La mitad de los días es resto de almanaque,
la otra mitad, amor que se quedó dormido.
Sí, el tiempo juega con nosotros... Nosotros que no siempre aceptamos las reglas del juego ni el desafío que significa jugarlo, tal vez porque lo consideramos un juego que tenemos perdido de entrada o porque nos tomamos todo (incluso a nosotros mismos) demasiado en serio... Y el tiempo así se cansa y se aburre, y no tiene ya tiempo para atender nuestros temores ni nuestra falta de sensibilidad para comprender "su perfil de manzana..."
ResponderEliminarAmén.
ResponderEliminar"un juego que tenemos perdido de entrada".